El Salvador: Aferrados al socialismo

La verdad es que no valdría la pena seguir escribiendo sobre el socialismo. Pero ocurre que el partido de gobierno sigue en ese empeño. Y no sólo eso, está dando todos los pasos que han seguido los países afiliados a la franquicia del Socialismo del Siglo XXI.
No hablamos de la social democracia europea, donde no se prohíbe la propiedad privada ni se fomenta el odio de clases, ni partidos únicos y comandantes en jefes. Hablamos de ese sistema de Lenin, Castro, Mao, Tito, los Castro y que últimamente se ha dado en llamar Socialismo del Siglo XXI.
El ideal socialista, nacido de los sueños justicieros de grandes pensadores como Saint Simon, Fourier, Proudhon; sueños que fueron investidos de ciencia por Marx y Engels, fracasaron. Sueños que, hechos realidad, terminaron siendo una de las peores pesadillas que haya vivido la humanidad.
No existe un solo caso en la historia de la humanidad de un experimento socialista exitoso. El fracaso del socialismo se debe a que se trata de una concepción deshumanizada de la sociedad. El Estado, el partido y la ideología están por encima de las personas de carne y hueso.
Los socialistas o comunistas vislumbran la sociedad ideal, como un paraíso de seres humanos iguales, armónicos, perfectos, dispuestos a cumplir con un rol preestablecido (por el partido o el Estado) para ser felices. Pero ocurre que el ser humano es espontáneo, diverso, contradictorio, inconforme, imperfecto y, de manera especial, con una tremenda vocación de libertad como un don divino.
Es por esa condición intrínsecamente antihumana, que todos los intentos de materializar el socialismo han sido a fuerza de imposición y totalitarismo. La felicidad no se logra por decreto de vanguardias iluminadas.
Los socialistas soñaron con la sociedad sin Estado y puestos en el poder, construyeron el aparato estatal más opresivo desde las antiguas teocracias. Prometieron la abundancia y provocaron la escasez. Prometieron el fin de las perversiones y la crueldad humanas y nos dieron los asesinatos ordenados por Stalin, Mao, Pol Pot, las noventa puñaladas de Mélida Anaya Montes, los asesinatos en masa de Mayo Sibrián y los fusilamientos en Cuba, entre otros espeluznantes hechos.
Prometieron la humildad y la igualdad y nos dieron el ejemplo más repudiable de clasismo: la elite del partido goza de impunidad y repugnantes privilegios en medio de la pobreza del resto de la ciudadanía.
Prometieron el hombre nuevo y crearon a seres tristes, grises, adocenados, obligados a repetir las consignas del partido, a pensar como quiere el partido, a realizar las labores de la economía planificada. Les mataron a los ciudadanos la capacidad de soñar, de superarse. Les chuparon el alma. Esta es la peor de las secuelas del llamado socialismo científico.
Quien entrega su libertad individual a cambio de que otros se encarguen de sus vidas pierde la esencia misma de su humanidad. Quizá más terrible que sumir a los pueblos en la pobreza, fue el orillarlos a la ruina moral.
Ese es el socialismo al que aspira el FMLN. El de Cuba, el de Chávez. En esa dirección es que van con acciones como la compra de tránsfugas para controlar el Poder Legislativo, la toma de Tribunal Supremo Electoral, el Registro de las Personas Naturales, los intentos para maniatar a la Sala de lo Constitucional y el intento de referendos y cambiar la Constitución. Siguen aferrados a la idea de imponer un sistema fracasado.
Un esquema de Gobierno que ayer y hoy cuando es implementado termina invariablemente en tragedia.
¿Va El Salvador a deslizarse en ese abismo por la irresponsabilidad de sus partidos políticos? Irresponsabilidad que compartirán, de darse ese terrible escenario los fanáticos de la superstición marxista, los sencillos que, viendo los ejemplos de la historia, siguen creyendo en paraísos imposibles, los mediocres que siempre esperan que otros les resuelvas sus vidas, los indiferentes, los resentidos y los tránsfugas.
Los salvadoreños, debemos meditar con objetividad sobre los tristes ejemplos de los experimentos socialistas. A plena luz del día, frente a los ojos de todos, el FMLN con ayuda de inesperados aliados que un día la historia juzgará, está totalmente dando los pasos acelerados en esa dirección. Las fuerzas democráticas no pueden ni deben seguir dispersas.
El momento requiere mucha madurez. Es momento de entendimientos, de identificar de manera correcta el principal peligro para el país y enfrentarlo unidos y con valentía. Y ese peligro hoy por hoy es el empeño del FMLN para perpetuarse en el poder e imponernos un sistema fracasado.
El autor es columnista de El Diario de Hoy.
- 23 de junio, 2013
- 15 de diciembre, 2010
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- 15 de marzo, 2019
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