Las raíces de la libertad

¿Cuáles son las raíces de la libertad? Asunto importante porque si a un árbol se le cortan o se le envenenan las raíces, tarde o temprano morirá.
Leon Kass, prestigioso experto en bioética, dice en el artículo del Wall Street Journal (3-7-2011), que las raíces de la libertad son religiosas y concretamente cristianas. Kass cita al ex-presidente Coolidge y éste a sermones de clérigos de los siglos XVII y XVIII. Eso me hace sonreír. La fuente, la raíz esencial de la libertad se remonta hasta el Nuevo Testamento. Y así lo vivieron los primeros cristianos cuando, en palabras de San Pablo, declaraba que ya no había distinción o separación entre judíos y griegos, hombres y mujeres, todos eran hermanos e hijos de Dios en Jesucristo.
De ahí salió el lento fermento de la civilización cristiano-occidental que haría desaparecer la esclavitud, comenzaría la dignificación de la mujer y sentaría los principios democráticos modernos, superiores a los de la democracia griega, como bien demostró Maurice Schumann en su discurso sobre Europa.
Hay que entender que Dios respeta la libertad de todos los hombres, también la de los que ignoran la verdad, la de los que la desprecian, la de los que la persiguen e intentan aniquilarla. Por eso el árbol de la verdad cristiana crece lentamente, con triunfos y con aparentes derrotas, adaptándose a las limitaciones de cada época pero superando poco a poco esas miserias y dejando atrás a sus enemigos.
Las palabras de Jesucristo son decisivas: ( Juan 8:32.)
Ese es el punto que muchos no ven o no quieren ver: la conexión necesaria entre verdad y libertad. En la medida en que la libertad de una persona o de un pueblo se aparta de la verdad, en esa misma medida toman fuerza los conflictos, las violencias, la opresión y la infelicidad.
La esencia de la libertad consiste, sí, en poder elegir. Esa es su esencia, pero no su finalidad. No toda elección nos hace más libres. La finalidad de la libertad es la verdad y sobre todo la verdad moral. Y al mismo tiempo ese es el camino para la felicidad. El que permanece en el pecado, el que vive de mentiras, el que ejerce violencia sobre los demás, el que tiene el vicio de la lujuria, o de la avaricia, de la injusticia social o legal, pierde libertad, la hace perder a los demás y pierde la auténtica felicidad que siempre es de naturaleza espiritual.
Leon Kass, cuando habla del nacimiento de los Estados Unidos, dice acertadamente que Añado yo: pero ese consentimiento debe ser rectamente informado, fruto de decisiones de mentes libres, no de esclavizados por el pecado, la ignorancia o engañados por una hábil presentación de mentiras con apariencia de verdades.
Mas adelante Kass comentará, siguiendo el pensamiento de Coolidge, que igualdad, libertad, soberanía popular, los derechos del hombre… son ideales. Estos tienen su fuente y sus raíces en las convicciones religiosas… "Si no permaneciera firme la fe del pueblo americano en estas convicciones religiosas, los principios de nuestra Declaración declinarían". Y añade: "los principios de la Declaración son absolutos, que no podrán ser desechados en nombre del progreso".
Con certero diagnóstico Kass advierte:.
Hoy día abundan las mentiras: el relativismo, la soberbia de los que pretenden cambiar la naturaleza humana tal como Dios la creó, los que pretenden que somos sólo parte de los Grandes Simios, los que nos ven como parásitos de una Diosa Tierra y toda otra amplísima gama de falsedades que va embruteciendo a grandes multitudes de nuestra cultura occidental. Son fuerzas que van tomando un poder cada vez más estructurado, globalizante y progresivamente tiránico. Ellas son el enemigo más fuerte de la libertad, de la auténtica democracia y de la felicidad humana.
El autor es Dr. en Derecho y columnista de El Diario de Hoy.
- 12 de julio, 2025
- 15 de agosto, 2022
- 15 de diciembre, 2010
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