Libia y el ALBA
Por Juan Larraín
A diferencia de lo ocurrido en el caso de Egipto y Túnez, la crisis Libia ha tenido un impacto en Latinoamérica debido a la estrecha relación de los socios del ALBA con el coronel Gadafi.
Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, por boca de sus principales autoridades, han rechazado el acuerdo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que autorizó el uso de la fuerza para proteger a la poblacion civil de la masacre desatada por Gadafi. Asimismo, le han expresado su completa solidaridad, al punto que en un momento, cuando se veía su caída como inminente, se especuló que podría asilarse en alguno de estos países, siendo Venezuela el que más sonaba.
No obstante que nada de esto llegó a confirmarse, la noticia más sorprendente fue el nombramiento de Miguel D’Escoto, ex-sacerdote y ex-Canciller durante la primera administración sandinista y hoy asesor de Ortega en materias internacionales, como el nuevo representante de Gadafi en las Naciones Unidas. Según parece, habría sido escogido para este insólito cometido pues Ortega quería poner a disposición de su amigo libio al que había sido Embajador de Nicaragua y Presidente de la Asamblea General del organismo mundial. De esta forma Gadafi reemplazaba a su representante que renunció a poco andar de la crisis para pasarse al bando rebelde.
No obstante que D’Escoto fue acreditado por nota del renunciado Canciller libio al Secretario General Ban-Ki-Moon y ya había convocado a una conferencia de prensa en la sede de la organización para presentarse ante la opinión pública internacional con su nueva camiseta, su nombramiento no está muy claro y ha sido cuestionado por la representante del país anfitrión. Según ha informado la diplomática estadounidense, D’Escoto se encuentra en Nueva York con visa de turista y no con la que le correspondería como “Embajador de Libia” ante Naciones Unidas; de no hacer el cambio, agregó, su status migratorio será revisado.
Por su parte, la Secretaria del organismo ha indicado que no tiene conocimiento oficial del nombramiento de D’Escoto y, por tanto, ha cancelado su anunciada conferencia de prensa. Seguramente en los próximos días habrá alguna claridad en torno a este sainete protagonizado por Ortega, D’Escoto y el acorralado Gadafi, que debe tener dificultades para encontrar entre sus disminuidos adeptos alguien idóneo para representarlo en Naciones Unidas y por eso recurre a los servicios de un nicaragüense.
Esta situación, que debe ser única en los anales de la diplomacia moderna, crea un impasse que quedará registrado en los textos sobre la materia como un caso digno de mención y estudio; una rareza del derecho y la práctica diplomática. Si las cosas no terminan bien para el coronel -lo que es muy probable- este mercenario diplomático quedará en una situación bastante extraña: estadounidense por nacimiento, nicaragüense por adopción y una conexión con Libia que es difícil de catalogar.
El autor es profesor de la Universidad de Miami y ex Embajador de Chile en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la OEA.
- 23 de junio, 2013
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