Los dictadores no viajan solos
El Periódico, Guatemala
A lo largo y ancho de Europa, África y el mundo Árabe, las visitas de Estado del Muammar el Gadhafi, el líder de los mil nombres –un nombre para cada noche– constituían un verdadero espectáculo. Nunca viajaba solo, una carpa, 5 aviones, un camello y 30 mujeres magrebíes vírgenes, dispuestas a dar la vida por él, constituían su eterna compañía. Un líder que se viste como mujer, custodiado por mujeres uniformadas como hombres.
La historia manda. Según Diodoro de Sicilia, en lo que ahora se conoce como Libia, en el Siglo I a.C. existió una verdadera ginecocracia gobernada por una reina que se llamo Myrina, quien acompañada de 30 mil mujeres soldados de infantería y 3 mil de caballería, arrasó Egipto y Siria llegando hasta el mar Egeo.
Estas amazonas consideraban el matrimonio como un acto de sumisión. Solo la mujer que había matado a un hombre en el campo de batalla, tenía derecho a perder la virginidad. Si querían engendrar, se les concedía un permiso especial, durante el cual se acostaban con varios hombres seleccionados al azar.
Según sus apologistas, a Gadhafi lo “distingue el hecho de no ofrecer su pensamiento para la simple amenidad o la diversión”. Cuando Gadhafi piensa, “no lo hace para los aficionados a los salones, donde el pensamiento se transforma en acertijos que divierten a aquellos ociosos que se encuentran parados en la acera de la vida”. El pensamiento de Gadhafi concluyen “explica la vida y emana de su propia vitalidad, del corazón de los desesperados, de los oprimidos, de los tristes”.
En el Libro Verde de Gadhafi leo: “Pero en tanto que (el Poder del Pueblo) anuncia la verdadera libertad a las masas y la feliz liberación de las cadenas, puede preceder a una era de anarquía y demagogia, si la democracia nueva que es la del poder del pueblo, no recae volviendo a constituirse en el poder de un individuo, de una clase, de una taifa, de una tribu o de un partido”. Convertido en profeta Gadhafi escribía su propio epitafio.
Gadhafi está a punto de abandonar Libia. En su último viaje no lo acompañarán sus vistosas guardaespaldas, pero no viaja solo, en el avión del exilio, o de la muerte, lo esperan Ben Ali y Hosni Mubarak. Atrás el Gran Magreb, las tribus, los clanes, las alianzas, el petróleo, el inconmensurable desierto. Atrás Tripolitania, Ferzan y Cirenaica. Atrás el Colonialismo y el Islamismo. Atrás la incertidumbre, siempre la incertidumbre.
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