La nostalgia del fascismo

MADRID. – “Quieto todo el mundo” y luego de unos segundos de silencio la misma voz: “Silencio todo el mundo… ¡Quieto todo el mundo!… ¡Al suelo!… ¡Al suelo todo el mundo!”. Así comenzó el intento de golpe de Estado que, apadrinado por un grupo de militares, intentó interrumpir el proceso de democratización de España para regresar al pasado, la nostálgica visión de un mundo fascista que les había transmitido el “caudillo”, Francisco Franco. Este miércoles 23 se cumplirán treinta años de aquel 23 de octubre de 1981.
Como se votaba el traspaso de la presidencia de Adolfo Suárez a Leopoldo Calvo Sotelo, la televisión estaba grabando la sesión del Congreso de los Diputados. Es por esto que quedaron grabadas las imágenes desde un poco antes de que se iniciara el atropello del Congreso hasta que se desconectaron de manera casual. Es allí donde se ve al teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, revólver en mano, con el gesto prepotente habitual en este tipo de gente, subir las escaleras que conducen a la presidencia, dirigirse a los presentes y disparar algunos tiros al aire (aún se ve en el techo el impacto de aquellas y muchas otras balas) obligándoles a que se tiren todos al suelo.
Cada uno buscó protegerse en su escaño, ya que era imposible saber a qué estaba dispuesto Tejero ni qué estaba sucediendo en el exterior del edificio, ya que quedaron aislados. Una sola persona se ve que permanece en su asiento: el presidente Adolfo Suárez y a su lado, de pie, el general Manuel Gutiérrez Mellado, quien acompañó a Suárez durante los difíciles momentos de la transición y observó una conducta ejemplar hasta que murió en un accidente de automovilismo en la localidad de Torremocha del Campo (Guadalajara). Tenía 83 años. Mientras todos se tiran al suelo, Suárez permanece sentado, impávido entre las balas que silban a su alrededor mientras Gutiérrez Mellado es el único en atreverse a enfrentar a los guardias civiles que acompañan a Tejero pidiéndoles explicaciones. Solo después de varios minutos de filmación, las dos cámaras enfocan el lado izquierdo del hemiciclo donde hay una segunda persona sentada en su lugar, negándose a tirarse al suelo, tal como lo había hecho Suárez. Se trataba de Santiago Carrillo.
El golpe se inició el día 23 de febrero, lunes, a las seis de la tarde con veintitrés minutos y concluyó al día siguiente a las doce en punto de la mañana. El golpe duró diecisiete horas y media; un tiempo que estuvo cargado de tensiones; tanto unos como otros, sublevados y leales, intentaron volcar a su favor los resultados de la conspiración. El escritor Javier Cercas escribió un libro, “Anatomía de un instante” (Ediciones Debolsillo, 2010), donde analiza no solo todo el proceso que culminó con la rendición de Tejero, sino las ramificaciones y las figuras que estuvieron implicadas en uno y otro bando. A este intento de golpe tan breve, se le podría aplicar lo dicho por el poeta Francisco de Quevedo: “Hay libros cortos que, para entenderlos como se merecen, se necesita una vida muy larga”. Es posible que a pesar de lo exhaustivas que resultan las 450 páginas de letra pequeña y apretada del libro de Cercas, no se haya desvelado aún toda la verdad. Solo hay cosas que pueden deducirse de la lectura de estos hechos, especialmente lo que tiene que ver con los esfuerzos llevados por un grupo de políticos notables para hacer entrar a España en la modernidad y el pensamiento democrático, frente a un grupo de militares, formados durante el franquismo con tanto rigor ideológico, que no concebían una España sin Franco, o, al menos, una España sin las ideas que les había inculcado el “generalísimo”.
Muchos analistas consideraron este intento de golpe como un fracaso de la democracia, pero el tiempo demostró lo contrario: fue un triunfo de la democracia, ya que la actitud tomada por los leales frente a los sublevados y la posición firme que asumieron, como el caso del rey Juan Carlos I, no hicieron otra cosa que legitimarlo a él y a otros que habían despertado muchos recelos por proceder directamente del franquismo como el caso de Adolfo Suárez y el general Gutiérrez Mellado. Han transcurrido desde entonces treinta años y es importante recordarlo porque ha quedado intacta la libertad de una nación contra la que no pudieron ni golpistas, ni corruptos, ni oportunistas.
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