El nacionalismo ya no tiene sentido
El concepto nacionalismo hace referencia a la postura filosófica que propugna la identificación y glorificación de un determinado territorio, colocando a este como marco referencial para las acciones del individuo, que en la mayoría de los casos exalta las tradiciones, costumbres y supuestos rasgos característicos de la zona.
En una de sus últimas entrevistas concedidas a los medios, el flamante Premio Nobel de Literatura, el escritor Mario Vargas Llosa, definió al nacionalismo como una forma más de racismo. “Es un disparate (convertir en un valor la circunstancia accidental del lugar de nacimiento) porque las gentes deben valer por lo que hacen y no por dónde nacen, ni por la raza que tienen, y el nacionalismo es una forma disimulada de racismo” , señaló el autor de “La Ciudad y los Perros” al diario El Comercio, de Lima.
Por último, indicó que, por otro lado, el patriotismo es un sentimiento generoso, que tiene que ver con el amor y no con el odio.
Si bien, en cierta medida, el nacionalismo ayudó a forjar un sentido independentista en varias latitudes de la Tierra, no es menos cierto que la misma ideología se encargó de oprimir, reprimir, exiliar y hasta matar los principios libertarios con que se crearon algunos países en el siglo XIX y XX.
Si bien parece un problema ya superado para algunos teóricos, existen varias regiones del mundo donde aún la idea de pertenencia al “suelo y la superioridad de la existencia en alguna porción de tierra” continúan fortaleciendo guerras y alentando hostigamientos y persecuciones a los demás. Por una parte, puede significar la primera palanca para concretar la autodeterminación de una hegemonía política; pero, por otro lado, se podría caer en sentimentalismos viles que justifiquen sometimientos, inmolaciones, persecuciones y hasta asesinatos
En los últimos años observamos distintos focos de conflictos, diplomático o militar, a causa del resurgimiento de los nacionalismos. Uno de los casos emblemáticos representa Taiwán, que desde hace varias décadas reivindica su independencia de la República Popular de China, actualmente la segunda economía mundial, pero que sigue con una política represiva en cuanto a derechos humanos.
Chechenia es el principal dolor de cabeza para Moscú en el país más extenso del mundo; al igual que Adjasia y Osetia del Sur lo es para su vecina fronteriza y rival Georgia. (Habría que recordar la fugaz, pero tremenda, Guerra de Osetia del Sur, en agosto del 2008).
En el 2008 se creó la República de Kosovo, luego de varios años de invasiones, guerras étnicas y salvajismos religiosos en la región de los Balcanes. Y este año, Curazão y San Martín dejaron de pertenecer a las Antillas Holandesas y crearon dos nuevos estados, con características particulares.
Vargas Llosa decía que al nacionalismo, esa idea ficticia de superioridad, que se sustenta en mitos, leyendas y banderas generacionalmente cambiadas, se debe combatir de manera sistemática y enérgica, “como una ideología que está reñida con la cultura democrática”.
No solo con la democracia se disputa el nacionalismo, sino con las ideas liberales y los derechos fundamentales de todo individuo. Sería oportuno reflexionar en América Latina, a propósito de los bicentenarios, sobre el pensamiento nacionalista como deconstructor de la idea de individuo y su vigencia en el discurso político de los gobernantes.
¿Qué sentido tendría hoy hablar de naciones buenas o malas cuando lo que prima en el mundo es la diversidad? Ninguno. ¿Hay razones para seguir defendiendo una ficción? Lo dudo.
- 1 de noviembre, 2025
- 23 de junio, 2013
- 17 de octubre, 2018
- 12 de marzo, 2024
Artículo de blog relacionados
- 15 de noviembre, 2016
- 8 de noviembre, 2008
HuffPost Latino CARACAS. – El presidente Hugo Chávez dio a entender el lunes...
29 de mayo, 2012- 12 de junio, 2010













