Uruguay: Entrampados en el Mercosur
El País, Montevideo
Presos en sus escombros. ¿Qué hacer? Una de las decisiones más difíciles para el nuevo gobierno, pero también de las más trascendentes y más impostergables. Basta de "queremos más y mejor MERCOSUR". Pues no nos lo van a dar. Hay que encarar. ¿Cómo? Con Madurez y Realismo (y en el caso del gobierno, también con "mutismo": debe tratar de hacer y no hablar sobre lo que piensa emprender).
Madurez: ha faltado para ver la realidad. En vez, sumamos a los graves problemas prácticos, construcciones voluntaristas, cargadas de ideología, que superponen ataduras políticas a las comerciales, sin beneficio alguno.
Nuestro país no tiene una política exterior coherente, fundada en la comprensión de los intereses nacionales. El último gobierno terminó de desnortearla cuando confundió política exterior con nirvanas ideológicos (apolillados). En esa línea, mareados por un discurso plagado de lugares comunes (apolillados), nos dejamos empaquetar con el "Mercosur Político" (y su suprema barbaridad: el parlamento del Mercosur).
Al son de "la familia latinoamericana", aplaudimos cuando nos sustituyeron la realidad comercial y económica con quimeras (y aventureros). Así, pasamos de algo difícilmente manejable, pero donde jugábamos un rol gravitante y sobre todo circunscripto a asuntos de nuestro interés, a un circo, donde se juegan partidos geopolíticos en los que deberíamos ser ajenos (o por lo menos, jugar de líbero), con un rol tan diluido que no alcanzamos ya a ser ni siquiera actores de reparto.
Siempre supimos que para Brasil el Mercosur era primordialmente un proyecto político, pero el quid del asunto estaba en el quo económico que aquel país debía pagar por su pretendido liderazgo. Hacer de claque no es ni conveniente, ni decoroso.
Realismo: no hay política exterior viable si no está enraizada en la realidad (así le fue al sueño de las afinidades ideológicas) ¿Cuál es nuestra realidad en este tema?
1) El Mercosur nos sirve cada vez menos. En materia de inversiones, directamente nada. Peor, Brasil consintiendo los incumplimientos argentinos y desarrollando los propios, obtuvo el resultado querido: ante la inseguridad jurídica, el inversor se coloca en el mercado más grande.
En materia de comercio el panorama es más complejo: las posibilidades de desarrollarlo como fue planteado en el Tratado de Asunción son escasas e inciertas, pero aún sobrevive uno de los motivos que llevaron a incorporarse al Mercosur. El PEC y el CAUCE subsisten (aunque habría que evaluarlos a la luz de nuestra economía hoy). Este es uno de los motivos por los cuales no se puede pensar alegremente en dar un portazo.
2) El Mercosur no tiene arreglo. Para retomar el camino de construir una unión aduanera, se precisa que a Brasil le interese y que Argentina vuelva a reflexionar acerca de cuáles son sus intereses. Esos supuestos hoy no existen. Sin eso, los otros socios nada pueden hacer.
3) Es muy dudoso que una unión aduanera, sea hoy una buena opción para el Uruguay.
4) Lo que mejor nos convendría es una "fuite en arrière". Como estamos es malo; avanzar es imposible y de dudoso beneficio en cualquier caso, piantarnos es muy riesgoso, (económica y políticamente).
Detengámonos aquí. No hay posibilidad de innovación para el Mercosur sin Brasil. Como, seamos realistas, no hay posibilidad para el Uruguay de armar una política exterior sin Brasil. Pregunta realista entonces: ¿dónde está Brasil en estos temas?
La respuesta no es promisoria. Las líneas tradicionales de la política exterior brasilera, están algo borrosas. Sus ancestrales metas geopolíticas se han visto omnubiladas por infusiones ideológicas y, últimamente, por una mal disimulada soberbia: Nada avanzaríamos con el gobierno Lula en su estado actual. Pero es igualmente cierto que para el Brasil la utilidad del Mercosur ha disminuido mucho, al tiempo de que también para él se ha convertido en una trampa.
Las finalidades geopolíticas que Brasil añora, o bien las ha tratado de empujar (con poco éxito) por otros caminos (Doha; Grupo de los 20, visita a Cuba, recibimiento a Ahmedinajad etc.) o bien ha constatado que el Mercosur "no calienta a nadie". Paralelamente, Brasil ha pasado, irónicamente, a ser también prisionero del Mercosur. Ante las escasas perspectivas que ofrece la ronda Doha, casi todos los países se lanzaron a crear redes de acuerdos bilaterales. Los integrantes del Mercosur quedamos afuera y eso es muy negativo y muy riesgoso si Doha fracasa. Muchos en Brasil entienden esto claramente y les preocupa. Brasil firmó tratados con todos los países del subcontinente, pero tiene la ñata contra el vidrio de casi todos los demás.
¿Qué hacer en concreto?
I.-Hablar poco y muy prudentemente. El nuevo canciller ha demostrado oficio en esto. II.- Hacer un análisis a fondo de nuestra realidad y las opciones que ofrece, cuantificándolas. Encargar esta tarea a un grupo de trabajo, "pesado", multidisciplinario ("y multi-ideario"), reducido, con plazo y fuera de candilejas, no sería mala cosa. III.- Empezar a contactarse e informarse de las posiciones y preocupaciones de distintos sectores de influencia y poder en Brasil.
Luego, ir preparando, primero al gobierno y después a la opinión pública de lo que seguramente serán decisiones muy difíciles, con consecuencias cuya certeza ningún gobierno puede responsablemente asegurar.
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