Ningún líder se escapa al apodo
Reconstruir Chile tras el sismo que devastó al país el 27 de febrero será una tarea larga y complicada. Para los seguidores de Sebastián Piñera, sin embargo, no hay nada que "la Locomotora" -como muchos llaman al flamante presidente por el ímpetu con el que persigue sus proyectos- no pueda lograr. Sus detractores, por el contrario, dudan del éxito final del empresario, al que han bautizado Sebastián "Piraña".
Los chilenos no han perdido el tiempo en apodar a su nuevo mandatario. Pero, si bien ingeniosos, están lejos de ser los únicos. En todos los rincones del mundo, incluida la Argentina -donde hace tiempo están instalados los sobrenombres "Pingüina" y "Pingüino", en alusión a Cristina Kirchner y a su esposo-, los políticos de turno cuentan con uno o varios apodos, ideados según sus rasgos físicos, su carácter y, principalmente, sus acciones.
Apodar al presidente Hugo Chávez se ha convertido en un deporte casi diario para muchos venezolanos. Así, mientras algunos lo llaman "Revolución 80", porque dice ser revolucionario, pero con el barril de petróleo a 80 dólares, otros lo apodan "el Mago", porque le entregaron un país y va a devolver dos, por la división que generó en el país.
En Cuba, Fidel Castro ha logrado acumular tantos apodos como años lleva en el poder. El más común es el de "el Caballo", que se debe a que en el juego de la charada china -muy popular en el país-, el número uno es el caballo. Muchos de los 11 millones de isleños, no obstante, prefieren simplemente apoyar su mano en la pera y simular rascarse una larga barba para mencionar a Castro, mientras que en los últimos años, varios de sus detractores lo han comenzado a llamar "Esteban", por la unión de palabras "este bandido".
Ideados -a veces con cariño, pero casi siempre sin clemencia- por los medios locales, los apodos son muy comunes en Estados Unidos, donde el presidente Barack Obama fue rebautizado "Obambi", por su falta de experiencia, y su ex rival John McCain es llamado "RINO" ( Republican in Name Only ), por apartarse de la línea dura de su partido.
Pero el rey de los sobrenombres es, de lejos, el ex presidente George W. Bush, quien además de llamarse a sí mismo "Dubya" (un nombre que imita la forma en que un texano pronunciaría la W), no se cansó de repartir apodos a sus funcionarios, familiares y hasta sus pares de otros países en sus ocho años de mandato.
A su vicepresidente Dick Cheney, por ejemplo, lo llamaba Darth Vader; a su asesor legal hispano Alberto Gonzales, "Speedy", por ser el "ratón más veloz" de Washington, y al ex presidente ruso Vladimir Putin… Pootie-Poot.
Quien más apodos le dio a Bush, en tanto, fue el presidente Chávez, que "tímidamente" empezó por llamarlo "burro", "tirano" y "borracho", y finalmente, en plena Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York, lo rebautizó "el Diablo". A Obama, en cambio, por ahora sólo se ha referido, sin miramientos, como "el Negro".
El octavo enano
Tampoco los europeos se quedan atrás a la hora de apodar a sus líderes, y varios de ellos, como el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi -llamado, entre otras cosas, "el Octavo Enano", por su altura-, atesoran una larga lista de nombres alternativos.
En Gran Bretaña, por ejemplo, Gordon Brown siempre cosechó con mucha más facilidad sobrenombres despectivos que votos, incluido el irónico "Golden Brown", mientras que en Alemania, la negación de la canciller Angela Merkel a promover un gran plan de rescate económico para paliar la crisis económica actual le valió el apodo de "Señora No". Su marido, el químico Joachim Sauer, aún conserva su sobrenombre de "el Fantasma de la Opera", que se ganó gracias a que sólo se deja fotografiar con Merkel a la salida de los conciertos.
Por otro lado, en Asia, uno de los apodos más ofensivos lo ostenta el viudo de Benazir Bhutto y actual presidente de Paquistán, Asif Ali Zardari, quien es conocido como "el Señor 10%", por las comisiones ilegales que cobraba como funcionario durante el gobierno de su mujer.
Otro sobrenombre curioso es el que tenía la ex ministra de Sanidad de Sudáfrica, Manto Tshabalala Msimang, a quien los medios etiquetaron como "la Doctora Remolacha", por su teoría de que las verduras sirven para combatir el sida, algo que retrasó la distribución de medicamentos antirretrovirales en el país.
Es probable que muchos de estos sobrenombres caigan con el tiempo en el olvido, pero otros perduran. Como el del presidente brasileño, cuyo apodo "Lula" significa "calamar". Esas dos sílabas se han convertido en las más rentables de la política de Brasil, a tal punto que en las elecciones municipales de 2008, 179 candidatos incorporaron a su nombre la palabra "Lula", con el fin de insinuar un vínculo directo con el popular mandatario.
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