La destrucción de Venezuela
Ningún gobierno venezolano se había antes dedicado a acabar con la infraestructura y con el aparato productivo. Habíamos tenido presos políticos, perseguidos y exilados, hasta asesinados y torturados, pero el país seguía funcionando. Dictadores y presidentes favorecían a sus amigos y acólitos, pero solían estimular el empleo, las inversiones extranjeras, la producción agropecuaria, la industria y el comercio.
Hugo Chávez, por el contrario, ha instaurado un tipo de gobierno totalmente diferente: la “dictadura democrática”, donde todos los poderes e instituciones públicas son genuflexas a su mandato. Aprovechando todo ese poder, no solo viola abiertamente la Constitución, sino que lo hace con la aprobación y el beneplácito de instituciones que deberían controlarlo. Ya no tenemos puntos de referencia. No reconocemos al país donde nacimos.
A ningún mandatario se le había ocurrido cambiarle el nombre a la nación, cambiar la moneda, cambiar la bandera y cambiar hasta la hora. Solo falta que nos cambie el himno nacional y el idioma, aunque parece estar en camino de esto último con su vocabulario y vulgares expresiones.
Nuestro aliado ya no es Estados Unidos sino Cuba, Irán y Sudán. Lograr éxito sin la venia del gobierno es malo. Las escuelas publicas y privadas adoctrinan a las nuevas generaciones con esa nueva ideología, suerte de refrito tropical de marxismo, castrismo y caudillismo. Ser “blanco” es ahora un estigma y motivo de discriminación social y gubernamental en Venezuela.
Asimismo, Chávez ha acabado con el sector agropecuario. Nadie invierte en el campo, solo el Estado. Acabó con las inversiones extrajeras, a menos que provengan de China, Irán, Cuba o Bolivia. Acabó con la industria privada y los empresarios que quedan operan con permiso y supervisión estatal o están a la espera de alguna intervención o expropiación.
La gran mayoría del empresariado no-chavista ahora se dedica al comercio, importando bienes que pueden vender rápidamente, en un mercado controlado por el Estado, y con divisas que el mismo gobierno otorga, o -de lo contrario- se dedican a conseguir contratos con sus amigos chavistas.
La nación que conocimos como Venezuela desaparece. Chávez sigue la misma política que aplicó Fidel Castro a partir de 1960. Así vemos el éxodo de profesionales y de quienes aspiran a un futuro mejor para sus hijos. Otros se resignan a bajar la cabeza, mientras esperan alguna insurrección militar que los libere. Mientras tanto, observamos con gran tristeza la destrucción de nuestra sociedad y de nuestro país.
El autor es empresario venezolano.
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