Presidente Obama
Un viejo amigo me escribió un rato después de que Barack Obama pronunciara su tan esperado discurso de asunción del poder, para decirme que el discurso le había parecido el mejor que había escuchado en muchos años y preguntarme qué impresión me había dejado. The New York Times, el diario más influyente del mundo, comparte la opinión de mi amigo. El "Times" dice que Obama es el mejor orador demócrata de los últimos 50 años. Se trata de una apreciación muy generalizada. Los observadores argentinos que escuché alabar el discurso en la TV opinan lo mismo. Me desorientan. Qué diablos ven en la oratoria de Obama. Yo veo poco, tanto en la forma como en el contenido.
El discurso de asunción no me impresionó. En rigor, la oratoria de Obama nunca me impresionó, salvo el primer párrafo del discurso de la victoria (electoral) en la madrugada del 6 de noviembre del año pasado. Creo que los demócratas John y Robert Kennedy fueron mejores oradores que él. Ni hablar de Martin Luther King Jr., pero éste escapa a la lista del "Times" pues no era afiliado al Partido Demócrata. Cicerón decía que la elocuencia que no conmueve no es elocuencia. Obama no me conmueve.
Ayer leí dos veces el discurso y tampoco me impresionó. Es correcto. Dijo lo que tenía que decir. Trató todos los puntos relevantes: recesión, Medio Oriente y la amenaza del terrorismo internacional. Pero no dijo nada que no le hubiéramos escuchado decir en la larga campaña electoral. No hubo grandes frases; tampoco conceptos memorables.Creo que Barack Obama ya cumplió su misión. Esta consistía en demostrar la grandeza de la democracia norteamericana. Los descendientes de los Founding Fathers entregaron el martes 20 de enero de 2009 el poder supremo de la Nación al hijo de un inmigrante africano y musulmán, casado con una bisnieta de esclavos.
La presidente Kirchner permaneció ajena a estas cuestiones. Mientras Obama pronunciaba su discurso inaugural, ella ponía a la política exterior argentina al servicio de la próxima elección legislativa. Para retener a los votantes progresistas que le quedan, firmaba acuerdos con Cuba, exigía a EEUU la anulación del embargo a la isla caribeña y se aprestaba a volar a Caracas para abrazarse a Chávez. Claudio Escribano, el editorialista de La Nación que su esposo proscribió en mayo de 2003, describió la sensación de atraso institucional que seguramente embargó a la mayoría de lo argentinos que vio por TV la histórica transferencia de poder.
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