Argentina: ¡No devalúen más!
Llego con la lengua afuera al escritorio en el que escribo este post. Tenía plazo hasta mañana viernes 19 para pagar la reserva de hotel de mis próximas vacaciones. Pero el intenso rumor de paro bancario que circula desde el martes me obligó a efectuar el pago hoy por temor a no cumplir el plazo y quedarme sin reserva. ¿A qué se debe el paro? ¿A qué se debe tanto nervio y gasto de energía inútil? A la falta de una moneda de clase mundial.
Me explico: Los sindicalistas piden a los banqueros un aumento de sueldos como condición para levantar el paro. El aumento de sueldos tiene por fin compensar la inflación. Ésta se debe a la gran devaluación de 2002 y a la devaluación que se ha empezado a practicar desde octubre pasado.
Todos los grupos de poder en Argentina son devalúo-maníacos. No pueden concebir un país sin una devaluación cada tanto. Los industriales nos hacen creer que es el motor de la competitividad y el empleo, cuando no es más que la fuente casi exclusiva de sus ganancias. El gobierno se hace el distraído; manda el mensaje de que es el mercado el que deprecia el peso; sabemos, sin embargo, que la devaluación es evidencia dura de su fracaso fiscal. El gobierno prefiere devaluar en vez de recortar el gasto público, que es el más elevado de la historia, o entrar en default, cuando el riesgo-país ya registra niveles de default y las ventas caen en picada como en un default real. Aunque parezca mentira, la CGT desea la devaluación; odia a la Convertibilidad justamente porque con ella es imposible hacerla sin crear un tremendo desbarajuste. Los "gordos" saben que la devaluación reduce por un tiempo el salario real, pero la desean porque son mejores socios de los capitanes de la industria que de sus propias bases y porque necesitan de la inflación para arrancar aumentos salariales que luzcan como "conquistas sociales". Hasta el campo sueña con la devaluación, si bien sabe que cuando es muy alta tiene que pagar retenciones.
¿Quiénes se oponen a la devaluación? Los profesionales liberales y las empresas de servicios públicos; sus ingresos están atados a la demanda interna, que resulta en un principio golpeada por la devaluación. También algunos economistas que saben que el tipo de cambio es el punto de referencia básico en una economía inestable.
Las fuerzas a favor y en contra de la devaluación son las mismas ahora que en la segunda mitad del siglo XIX. En aquella época, estaban a favor los ganaderos y los pequeños industriales; en contra, las empresas de servicios públicos inglesas y los socialistas de Juan B. Justo. Los últimos creían acertadamente que la mejor defensa del salario obrero eran el patrón oro y el libre comercio.
Hay mucha, pero mucha gente confundida en este campo. Afirman, por ejemplo, que como el dólar norteamericano se ha apreciado o el real brasileño se ha devaluado, el peso argentino debería devaluarse para estabilizar el nivel de precios interno o para "mejorar la competitividad" del país.
Antes de afirmar nada, conviene hacerse esta pregunta: ¿En términos de qué moneda se fija el valor del peso? Si se lo fija en términos del dólar, como se hace desde 1914, no es sensato reclamar una devaluación del peso cada vez que el dólar se aprecia con respecto al euro. O se fija el tipo de cambio del peso en términos del dólar o en términos del euro. Y cabe hacer esta reflexión: La inflación argentina desde 2002 se debe sobre todo a la gran devaluación de principios de 2002. Si el peso se hubiera revaluado en la medida justa, no habría habido inflación. Pero no se revaluó, ya que en nuestro país el tipo de cambio siempre va hacia arriba, sea por h o por b. Me opuse a la revaluación en los últimos años y me opongo ahora a la devaluación. Lo importante es preservar la estabilidad de la unidad de cuenta. Si de veras se valora la estabilidad monetaria y se desea alentar el crédito a largo plazo, no hay que devaluar.
Que el gobierno sea honesto y se haga cargo de sus errores. Que baje el gasto, que entre en default o bien que pida un préstamo al FMI. El lunes pasado, Juan Carlos de Pablo entrevistó en su programa de TV a Daniel Artana (FIEL). Artana fue contundente. Dijo que Argentina necesita un acuerdo con el FMI para conseguir un préstamo de u$s 15.000 millones, que le permita refinanciar los vencimientos de la deuda pública de los años 2009 y 2010 y alejar así el fantasma de un nuevo default, bajar el riesgo-país y posibilitar cierta reactivación. Artana no ve mejor salida a la actual situación. Ambos se preguntaban si Kirchner aceptaría las posibles condiciones del FMI; por ejemplo, el fin de la falsificación de los datos de inflación o la fijación de metas de déficit fiscal. El FMI puede y querría hacerle un préstamo de ese volumen a Argentina. Le taparía la boca a gobernantes como los Kirchner y podría avanzar en el camino de la recuperación de su papel tradicional en las finanzas internacionales. A nuestro país le vendría como anillo al dedo. Bajaría el riesgo-país y pagaría la menor tasa de interés posible. A cambio de estos beneficios, debería hacer correcciones que alguien, en algún momento, tendrá que hacer.
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