Régimen chavista, un pésimo ejemplo a evitar
Por Julio Alberto Fleitas
ABC Digital
En vista a las “muy cercanas relaciones” que, aparentemente, desea llevar adelante el presidente de la República, Fernando Lugo, con el nuevo dictador venezolano, Hugo Chávez, creo importante hacer algunas observaciones, aunque creo que el gobierno local también debiera de realizar una investigación objetiva y sensata acerca de lo que pasa hoy en el país caribeño.
Analistas venezolanos y de varios países del continente han advertido que lo que en Venezuela ha venido ocurriendo en los últimos ocho años es una verdadera tragedia social, política y económica. No es nuevo que Chávez haya instituido estrategias populistas, basadas en dádivas para las mayorías populares de su país y en donaciones o promesas de ayuda financiera o petrolera para algunos de los gobiernos de la región, como Bolivia, Nicaragua y Argentina; y ahora Paraguay.
La adquisición de bonos de la deuda argentina, por ejemplo, dicen que ha enriquecido a muchos banqueros venezolanos amigos del régimen, pero también le ha “comprado” a Chávez la adhesión del ex presidente argentino Néstor Kirchner, y ahora la de su esposa presidenta Cristina. Estas estrategias están dirigidas a la consolidación de Chávez como “hombre fuerte” en toda la región.
Ha instaurado en Venezuela un régimen fascista militarista, con una obsesión por la seguridad del Estado y de la suya propia, el adoctrinamiento de niños, la creación de bandas civiles armadas (al puro nazi), el nacionalismo exacerbado, rayano a la xenofobia, el contacto mesiánico y directo con las masas, la búsqueda de chivos expiatorios a los cuáles insultar y castigar: a los ricos, a los oligarcas, al “imperio yanqui” (que paradójicamente le compra miles de barriles diarios), etc. Lo que hoy está fuera de toda duda es el carácter antidemocrático del régimen chavista. Venezuela no es una democracia, pues lo que define una democracia, más allá del acto electoral, es la independencia efectiva de los poderes del Estado, la existencia de un Estado de derecho, el respeto a la disidencia política, el tratamiento equitativo para todos los ciudadanos ante la ley, el respeto a la Constitución, la rendición de cuentas, y la transparencia en el manejo de los bienes públicos. Ha sido demostrado por propios y extraños con toda claridad que el sistema implantado por el ex militar no cumple con ninguno de estos requisitos.
Más allá de la terminología política y de los análisis estratégicos o ideológicos que se puedan hacer, existe una realidad mucho más importante para los venezolanos y latinoamericanos, según expertos que tratan de hacer un análisis más objetivo e imparcial: Se trata del colapso económico, social y moral. Sostienen que Venezuela hoy está en un peldaño muy inferior del desarrollo Latinoamericano: el país tiene el mayor índice de desempleo en la región, el segundo índice más alto de inflación, y uno de los índices más altos de corrupción. A nivel mundial, posee uno de los peores índices de gobernabilidad, de globalización, de libertad de expresión, de competitividad, de libertad económica, de desarrollo democrático y de nutrición.
Todo eso sucede en un país que ha recibido unos 220.000 millones de dólares de ingreso petrolero, pero que, además, ha visto casi triplicar su deuda externa, de 22.000 millones en 1998 a casi 60.000 millones de dólares hoy. Muchos se preguntan qué se ha hecho de esa inmensa masa de dinero en un país de apenas 26 millones de habitantes. Algunas de las respuestas tendrían como base el regalo de 2.000 millones de dólares al año en petróleo subsidiado a Fidel Castro; 6.000 millones de dólares gastados en la compra de armas; 4.000 millones en bonos argentinos, varios millones de dólares donados a Evo Morales en Bolivia, extracción de 13.000 millones de dólares en el 2006 a Petróleos de Venezuela, y el “saqueo” al Banco Central de alrededor de 8.000 millones de sus reservas internacionales. En el plano social, el desastre también ha sido monumental. El equipo de investigadores de la Universidad Católica “Andrés Bello” de Caracas sostiene que la pobreza ha aumentado y que el Gobierno ha cambiado los parámetros de medición generalmente aceptados, con el fin de disfrazar los resultados. Según la FAO, la desnutrición hoy es mayor que hace ocho años. Además, los datos revelan que cada año mueren asesinados más de 13.000 venezolanos, tres o cuatro veces más que hace ocho años, lo cual ha convertido a Venezuela en el país más violento de la región.
Fernando Lugo se ha pasado de halagos con el dictador caribeño, pero esperemos que aquí primen la cordura, la inteligencia y, sobre todo, la sabiduría en cuanto a los pasos que se puedan dar hacia el engañoso régimen chavista, no sea que terminemos convertidos en el cuarto país “satélite” venezolano en el Cono Sur, detrás de Bolivia, Ecuador y ahora, increíblemente, Argentina, donde circulan libremente los célebres petrodólares venezolanos.
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