Pax americana
Por Hugo J. Faría
El Universal
Fidel Castro se queja ante su gabinete sobre el estado deplorable de la economía cubana y uno de sus ministros le recomienda que le declare la guerra a Estados Unidos. Castro pregunta, ¿cómo es eso? El ministro responde: Alemania le declaró la guerra y está próspera y en paz; Japón le declaró la guerra y está próspero y en paz. Castro le responde: si, pero ¿y si les gano?
Este conocido chiste pone de relieve las características de la pax americana desde la Segunda Guerra Mundial hasta el presente. Estados Unidos es atacado, el imperio contraataca, suele ganar y a los vencidos les impone sus instituciones: Estado de Derecho, democracia y capitalismo. Posteriormente se retira y entre vencedor y vencido surge una relación pacífica que perdura en el tiempo libremente, congruente con el interés del imperio y del perdedor. Pareciera que el éxito de la paz americana en parte radica en que las democracias no suelen pelear entre sí y menos si hay entre ellas fuertes nexos basados en libre comercio propiciador de bienestar. Por el contrario, durante la pax británica y romana, ingleses y romanos eran agresores y no se retiraban voluntariamente.
La imagen que se suele proyectar en Venezuela sobre Estados Unidos es que el culpable de nuestros problemas es el imperio. Es el clásico modelo sociológico donde somos víctimas de circunstancias externas y, por tanto, no tenemos responsabilidad personal. Esta imagen es falsa porque el imperio no es el culpable de nuestras estatificaciones de empresas, inflación, barreras al comercio (mercantilismo) encarecedoras de la vida, corrupción, rigidez legal laboral, complejidad tributaria, controles de precios, cambio y tasas de interés, ni del exiguo liderazgo de la mayoría de nuestros empresarios y políticos, para mencionar algunos de nuestros problemas que son claramente de naturaleza endógena.
Estados Unidos obviamente no es perfecto, sin embargo, gracias en buena medida al imperio vemos cómo economías que están inicialmente atrasadas experimentan tasas de crecimiento sostenidas y altas porque los americanos son los grandes importadores de los bienes y servicios que producen. Los casos “milagrosos” de crecimiento económico experimentados por los tigres asiáticos y el Japón y actualmente por la India y la China, hubiesen sido imposibles sin la tecnología desarrollada en el imperio y sin su capacidad importadora. Por supuesto, Europa occidental también ha contribuido a la existencia de estos “milagros”.
Un intento por sembrar instituciones de la cultura occidental que inducen la paz está aconteciendo en Afganistán e Irak. En esta región del mundo existen países promotores de ataques terroristas, rehenes del islamismo radical, que no sólo no comparten sino que combaten la democracia y el capitalismo.
Los ataques del once de septiembre de 2001 son manifestación de ello. Además, practican un virulento odio hacia Israel (única democracia en la región y cada vez más capitalista), a pesar de que históricamente el territorio de Israel les pertenece a los judíos. No sólo vivieron allí durante varios milenios sino que Dios les prometió ese territorio, “la tierra es del Señor” (Sal 24,1). Basta leer el Génesis y el Éxodo.
A pesar de los errores de inteligencia militar que se cometieron, Saddam Hussein era un dictador barbárico que llegó a ensayar armas biológicas contra su propio pueblo y vinculado con Al Qaida según informes recientes. Además, intentaba desarrollar armas nucleares para erradicar del mapa a Israel perpetrando un nuevo Holocausto. El mundo ha mejorado con el derrocamiento de este individuo instigador de odio en la región.
No sabemos si Estados Unidos tendrá el éxito que obtuvo en Japón con la implantación de la democracia y el capitalismo. Al igual que en Alemania y Japón, los americanos están apelando al deseo humano universal de consumir libertades políticas y económicas pero líderes del Islam radical impiden que se realice.
Los últimos acontecimientos en Irak sugieren que la mayoría de los iraquíes desean vivir en democracia y en paz. El llamado surge está dando frutos hasta el punto que las tropas iraquíes han sido capaces de limpiar varias ciudades de la infección terrorista.
No nos olvidemos que los católicos éramos también unos fanáticos que perseguíamos a judíos y musulmanes en el nombre de Dios. Igualmente, los judíos antes de la destrucción del Templo en el año 70 por las tropas romanas y de ser expulsados de su territorio, perseguían a los cristianos.
Sin embargo, la cultura judeo-cristiana ha mejorado mucho en materia de tolerancia. Por ejemplo, desde que Jerusalén está en manos israelitas se observa un inmenso respeto por los lugares santos de las tres grandes religiones monoteístas. En cambio en Riyadh no hay una sola iglesia cristiana ni sinagoga y países democráticos islámicos son una excepción.
¿Si nosotros, judíos y cristianos, cambiamos, por qué no han de cambiar los musulmanes cuya mayoría no practica el Islam violento?
- 16 de octubre, 2023
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