EE.UU.: ¿Cómo podemos reducir el partidismo?
Por Lee Hamilton
Diario Las Americas
Hay veces que el Congreso y mucha de la clase política en Washington me recuerda a un niño que no puede resistir agarrar unas cuantas galletitas del recipiente: Saben que demasiado partidismo les está causando problemas, pero no lo pueden resistir. Los políticos quieren una maniobra más para que el otro lado quede mal; un trozo más de carne roja tirada a la base del partido; un estancamiento legislativo más para mostrar a sus partidos que quieren decir lo que dicen. Después tomarán en consideración la preferencia clara del público por los líderes políticos que saben trabajar juntos.
Sé que la política es un deporte de golpes y una competencia partidista contundente es inevitable, hasta deseable. Ofrece opciones claras y enfoques diferentes para resolver nuestros problemas y aumenta la responsabilidad de los poderosos cuando el otro lado está dispuesto a identificar las debilidades en su pensamiento o su comportamiento.
Pero, en estos momentos el país en general quiere menos polarización y cree que la actividad partidista se ha pasado de la línea. Hasta las personas influyentes en Washington reconocen que el partidismo extremo de los años recientes ha hecho más difícil gobernar productivamente, creando un punto muerto en vez de avanzar. Hacen todo lo posible oratoriamente para deplorar lo partidista que es la institución. Sin embargo, reconocer el problema es más fácil que saber cómo resolverlo.
Porque es difícil. Como nación, todavía estamos muy divididos en nuestras filosofías políticas. Al fin y al cabo en el Congreso los líderes evalúan cada proyecto de ley para ver cómo ayudará o dañará su oportunidad de ganar escaños; el lente a través del cual ven la legislación demasiadas veces tiene que ver con el poder, no con la creación de políticas efectivas.
¿Así que qué podemos hacer? El primer paso, yo creo, está en manos de los votantes estadounidenses. Por muy lento que sea, el Congreso responde a lo que sus miembros escuchan en sus distritos. El disgusto constante por el partidismo malo y la insistencia en resolver las diferencias eventualmente se escuchará. Los miembros del Congreso tienen que ser responsables por la institución en que trabajan.
Pero también hay algo más difícil de resolver, que tiene que ver con reconstruir la fortaleza del centro que está inactivo en la política estadounidense. En este frente, hay varios pasos que individualmente pudieran hacer poca diferencia pero juntos pueden hacer una diferencia de profundidad oceánica en la forma en que funciona Washington.
Uno de ellos ya está pasando: el aumento del uso del Internet para recaudar fondos. La capacidad de pasar por encima de los intereses especiales y financiar una campaña con las donaciones pequeñas de los estadounidenses corrientes tiene el potencial de cambiar las lealtades de los candidatos políticos una vez que estén en el cargo. Cuanta menos influencia financiera tengan los grupos con una causa específica, mayor será la posibilidad de que nuestra moderación esencial como país se refleje en Washington.
Igualmente importante es una inquietud creciente sobre cómo se delinean los distritos legislativos. Mayormente, los mapas de distritos son diseñados por los cuerpos legislativos estatales, que muchas veces hacen lo que sus delegaciones al Congreso federal digan. Por alguna razón, los mapas casi siempre producen distritos seguros para un partido u otro, en vez de distritos competitivos que producirán candidatos adeptos en forjar coaliciones con independientes y moderados de los dos partidos. Dar la reformación de distritos a las comisiones independientes encargadas de crear distritos basados en la comunidad de intereses y la compactibilidad geográfica, en vez de la afiliación partidista, puede que no sea una panacea, pero sí haría una diferencia.
Hay trabajo que hacer en el Capitolio también, aunque no parezca trabajo; los legisladores tienen que llegar a conocerse entre sí. Es difícil atacar a alguien que uno conoce bien. Pero el calendario legislativo – siempre viajando a su estado a reunirse con sus electores, la necesidad de recaudar fondos, la presión de las campañas – mantiene a los miembros del Congreso y sus familias fuera de Washington, lejos de sus colegas, y menos dispuestos a buscar el tiempo para forjar amistades cruzando las líneas partidistas.
También es importante que los miembros del Congreso busquen deliberadamente temas que tengan esperanza de bipartidismo exitoso. La necesidad de nuestra nación de invertir en su envejeciente infraestructura – sus carreteras, puentes, y redes de transporte – ofrece tal posibilidad. No es un asunto partidista; es un asunto de buen gobierno.
Entonces, una vez que los Demócratas y los Republicanos en el Capitolio se junten para resolver algunos problemas como estos, pueden llegar a entender lo que los estadounidenses corrientes ya sabían desde hace mucho: que la única manera de resolver nuestros problemas realmente difíciles – el cuidado de salud, el aumento del terrorismo, los retos de la globalización – es trabajar juntos como nación. En una nación tan estrechamente dividida como la nuestra, los líderes políticos que saben cómo enfatizar el propósito común – en vez del monopolio de su partido sobre la verdad – en última instancia serán los que nos saquen del pantano partidista en que nos encontramos ahora.
Lee Hamilton es Director del Centro del Congreso en la Universidad de Indiana. Fue miembro de la Cámara de Representantes de los EEUU durante 34 años.
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