Obama, McCain y América Latina
Por Juan Carlos Hidalgo
ABC Digital
América Latina finalmente fue tema de discusión en la campaña presidencial estadounidense cuando tanto John McCain como Barack Obama visitaron Miami recientemente. Tal como se esperaba, Cuba fue el tema principal de sus discursos, con ambos candidatos renovando el tradicional llamado a luchar por la libertad en la isla. Si tan solo sus propuestas no fueran más de lo mismo.
McCain declaró que él “no esperará pasivamente a que los cubanos lleguen a disfrutar de la libertad y la democracia”, pero su propuesta fue exactamente esa: esperar hasta que el régimen castrista repentinamente permita elecciones libres y la existencia de una oposición. McCain prometió mantener la política actual hacia Cuba, como si los casi 50 años de embargo estadounidense hayan arrojado resultado alguno.
La propuesta de Obama con respecto a Cuba es un poco más atrevida, pero no llega a romper el statu quo. El candidato demócrata permitiría a los cubano-estadounidenses viajar y enviar remesas a la isla sin ningún tipo de restricción. No obstante, también prometió mantener el embargo y la prohibición de viajes para el grueso de la población estadounidense. Si bien recibir más dinero y visitas de sus parientes ricos en los EE.UU. mejorará las condiciones de vida de muchos cubanos, La Habana continuará tildando al “bloqueo” (como lo llaman) como un acto de agresión de Washington.
El embargo y la prohibición de viajes encajan perfectamente en la estrategia del régimen de los Castro de satanizar a EE.UU., al mantener a sus productos y a su gente lejos de las costas cubanas. Desafortunadamente, poco cambiará en este sentido en un gobierno de McCain u Obama.
No obstante, la visión general de McCain sobre América Latina es mucho mejor que la de Obama. El candidato republicano recalcó una vez más la importancia de los tratados de libre comercio como piedra angular de la relación de Washington con la región. Además, subrayó el papel que juegan estos acuerdos comerciales en generar prosperidad y fortalecer las democracias latinoamericanas, renovando así su llamado a aprobar el TLC con Colombia lo antes posible.
Por su parte, aunque varias veces habló de no tratar a la región como un “socio secundario”, Obama ofreció una serie de políticas condescendientes que fortalecen la imagen arrogante de EE.UU. que él dice querer erradicar. Al proponer una “nueva alianza de las Américas” (¿otra?), Obama ofreció salvar a América Latina de sí misma. De acuerdo al candidato demócrata, el populismo y el autoritarismo latinoamericanos son el resultado del fracaso de EE.UU. de no involucrarse lo suficiente en la región. Obama pareciera creer que solamente Washington puede rescatarnos de nuestras propias fallas.
Obama, quien recientemente prometió “perfeccionar” a EE.UU., parece considerarse igualmente capaz de “atacar cada fuente de miedo en las Américas” y declarar la “libertad de la necesidad” en la región. De ahí su promesa de “aumentar considerablemente” la ayuda externa para América Latina, a pesar del récord mediocre del asistencialismo en sacar de la pobreza a los pueblos alrededor del mundo. Si bien los políticos de la región probablemente aplaudan el ofrecimiento, darles ayuda externa a los gobiernos en lugar de promover acuerdos comerciales que benefician directamente a sus ciudadanos acentúa la percepción de que EE.UU. ve a los latinoamericanos como “parientes pobres” en vez de iguales.
Más preocupante aún es la receta de Obama contra el tráfico de drogas. El candidato demócrata promete intensificar la participación estadounidense en la región, y brindar más recursos a los gobiernos bajo la condición de “metas claras en cuanto a capturas de droga, procesamientos de demandas de corrupción, reducción de la delincuencia, y la cantidad de jefes de carteles capturados”. La imposición de “metas” sobre gobiernos soberanos es inconsistente con la promesa de Obama de “respeto mutuo” entre EE.UU. y América Latina.
Se ha hablado mucho sobre cómo América Latina ha sido ignorada por la administración Bush y que, por ende, necesitamos un mayor involucramiento de Washington en la región. Esto es simplemente falso. La prosperidad y la democracia dependen en última instancia de los mismos latinoamericanos y las políticas que implementemos. EE.UU. puede ayudar fortaleciendo los lazos comerciales entre ambos lados, no dando limosnas. McCain parece entender esto. Obama, todavía no.
El autor es coordinador de proyectos para América Latina en el Cato Institute (www.elcato.org).
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