Matar a Maquiavelo
Por Carolina Escobar Sarti
Prensa Libre
Nuestra sociedad globalizada, complejísima, demanda un nuevo pensamiento político, una nueva forma de hacer política. El problema es que la casta política, como las cucarachas, es jurásica; una especie resistente a los cambios, y muta poco. Muchos políticos guatemaltecos han modernizado su discurso, pero siguen creyendo que El príncipe, de Maquiavelo, es su Biblia y aún practican muchas de las recetas maquiavélicas en su quehacer político cotidiano.
Indudablemente, hay que pasar por Maquiavelo para comprender mejor los fundamentos de la teoría política actual, pero eso de seguir a pies juntillas al astuto florentino es cosa muy distinta. Por eso el Estado está desacreditado por estos lares; no porque sea “algo” fallido gracias al azar, sino porque seguimos practicando las recetas políticas que bien sirvieron siglos atrás, pero que hoy no funcionan más. De seguir por esta ruta maquiavélica y perversa, estamos condenados a mantener una clase política repudiada por todos, menos por sí misma.
Claro que las preguntas siguen siendo: ¿cómo gobernar y cuál debe ser la actitud de un gobernante hacia su pueblo? Pero la cuestión estriba en que la mayoría de las respuestas es insuficiente para la complejidad de nuestra sociedad actual. Por otra parte, Maquiavelo hizo un libro para “los de arriba”, sin considerar que “los de abajo” son nada más y nada menos que los que eligen y pagan a los políticos de turno para que gobiernen un país. En El príncipe, el pueblo es una masa informe, sin voz ni voto, y el autor recomienda aprovecharse de ello. En una sociedad contemporánea donde la sociedad se organiza para cogobernar, Maquiavelo se queda corto. ¿No fue él quien aseguró que la calma reina mientras haya pan y circo para el pueblo?
Me llama la atención que en América se den gobiernos de tipo republicano-monárquico, donde familias enteras pasan por los más altos cargos del Estado por varias generaciones. Mire a los Bush, Salinas, Kennedy, entre otros. Quizás por ello se cumple bien lo de Maquiavelo cuando habla de los principados hereditarios, y dice que “si el príncipe es de mediana inteligencia, se mantendrá siempre en su Estado, a menos que una fuerza arrolladora lo arroje de él”.
En su momento, Maquiavelo dijo que “el ansia de conquista es, sin duda , un sentimiento muy natural y común, y siempre que lo hagan los que pueden, antes serán alabados que censurados; pero cuando intentan hacerlo los que no pueden, la censura es lícita”. Pero no es conquista lo que estos tiempos demandan, sino justicia social y gobiernos solidarios frente a una humanidad empobrecida y excluida. La política precisa de nuevas rutas, de aire fresco, de menos perversidad, de ética, de solidaridad, de una comprensión profunda de la realidad y de una voluntad férrea que responda a una visión de nación y no a una de partido, de familia, de persona o de grupo. Ya no más príncipes y no más Maquiavelo.
Por cierto, fue él quien dijo que hay tres modos de conservar un Estado que estaba acostumbrado a regirse por sus propias leyes: “primero, destruirlo; después, radicarse en él; por último, dejarlo regir por sus leyes, obligarlo a pagar un tributo y establecer un gobierno compuesto por un corto número de personas, para que se encargue de velar por la conquista”. Cualquier parecido es pura coincidencia.
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