Grietas en el muro
Por Diego Márquez Castro
Correo del Caroní
Ocurrió lo que históricamente debía suceder, muy a pesar de los amos del sistema cubano. A través de la televisión y vía internet el mundo pudo contemplar a un joven estudiante de informática de la isla caribeña interpelar con valentía y decisión a uno de los bueyes sagrados, figura emblemática de la gerontocracia roja. La reacción del burócrata comunista osciló entre la perplejidad y el discurso amoldado a rancios clichés y, por supuesto, no aportó nada nuevo.
El capítulo posterior a este suceso muestra al joven desmintiendo lo que había dicho y de lo cual la “aldea global” es testigo, ratificando su fe inquebrantable en el sistema dentro del que nació y vive. No se podía esperar otra cosa, se trata de la típica autocrítica revolucionaria, muy usada dentro del comunismo internacional. Lo importante de esta situación es que ninguna retractación podrá ocultar lo que está pasando en la sociedad cubana y lo que podrá ocurrir allí en el devenir.
Los reclamos contenidos en el discurso del joven se parecen mucho a los que formularon en su tiempo, hablamos de las décadas de 1950 a 1980, en la extinta Unión Soviética y en los países de Europa oriental sojuzgados desde Moscú. A los efectos es imposible olvidar la lucha de los estudiantes y obreros polacos contra el régimen prosoviético, hasta su caída definitiva, lo que hizo expresar al líder Lech Walesa: “A Lenin lo hemos echado a patadas”. Tampoco se podría dejar de lado a los jóvenes húngaros que en 1956 se enfrentaron a los rusos y su ejército con piedras, cantos, poemas y consignas. Asimismo, la histórica Primavera de Praga, ahogada en 1968 por los tanques y tropas del desaparecido Pacto de Varsovia, recoge la estremecedora historia del joven estudiante de Filosofía, Jan Palach, quien en medio de la Plaza de San Wenceslao, en la capital checa, inmoló su vida convirtiéndose en una tea humana, en protesta por la represión comunista y por el empeño de imponerle a su sociedad un socialismo estatista que sólo una minoría apoyaba. En los países de anterior corte marxista, hoy convertidos en democracias auténticas con una economía de mercado con acento social, existen numerosas historias sobre lo que tal experiencia significó para sus vidas y que se han convertido simplemente en testimonios de un pasado afortunadamente ya superado.
El escritor Gabriel García Márquez en un libro que lleva por título Viaje por los países socialistas, fue testigo de la situación de desencanto de hombres y mujeres ante el fracaso de la profecía marxista consistente en que el mundo se convertiría en una utópica sociedad sin clases. Lo que ahora evidencian los estudiantes cubanos: corrupción, burocratismo, privilegios, nueva clase, imposiciones, exclusiones, etc., ya en su momento, en otras latitudes fue expuesto por dirigentes de alto nivel dentro de los partidos comunistas. Es el caso de Roger Garaudy, quien no soportando tantas mentiras y errores políticos, se enfrentó con la cúpula de su organización en Francia, de lo cual existe un interesante testimonio en su libro “Ya no es posible callar”, en cuyas páginas se lee: “A causa de mis divergencias con la dirección del Partido Comunista de Francia se produjo una publicidad sensacionalista y a veces maligna”. Ciertamente, sobre Garaudy cayó todo el peso de la maquinaria mediática del comunismo internacional que a pesar de sus aviesas intenciones, de acuerdo al dirigente, no pudo desviar la atención respecto de plantear una discusión que devino en un intenso debate que “permitió descubrir, más allá de polémicas y comentarios interesados, la importancia real del problema”.
La situación denunciada por Garaudy y que enfureció a las cúpulas comunistas leales a los lineamientos moscovitas se orientó a poner en evidencia la tendencia a “salvaguardar la esencia de las concepciones teóricas del stalinismo, preservar a toda costa el dogma del modelo único del socialismo, y a través de distintos medios, mantener su hegemonía. Poco a poco esta política produjo como resultado el ocultamiento de todo crimen de estado con tal que no se cuestionase el sistema”. En pleno siglo XXI, al escuchar al burócrata que iba a “dialogar” con los estudiantes de informática en Cuba, se reproduce en sus argumentaciones esa orientación como herencia de su dependencia ideológica de la Unión Soviética. Por lo visto, el anclaje en el pasado es dramático.
Tan trágica es la situación de los cubanos que el aparataje oficialista no encontró otra respuesta, repetida en su retractación por el joven, que acusar al imperialismo de desatar una guerra mediática en torno a este caso. Es lo que Aristóteles en su Retórica a Nicomaco denominó como “lugares comunes”. Pues bien, vale la pena pasearse por el libro El cambio del poder, de Alvin Toffler quien en uno de sus enfoques sobre la represión a los estudiantes chinos masacrados en la plaza de Tiananmen dice: “Las exigencias de los estudiantes eran moderadas y se centraban principalmente en la libertad de expresión y el fin de la corrupción. Pero en la medida que el gobierno denegaba las exigencias de los estudiantes, los manifestantes se quedaban en la plaza e iniciaban una huelga de hambre”. Lo que siguió en este suceso fue la incorporación de trabajadores al movimiento, hasta que la cúpula comunista apeló a la vía represiva para aplastar, con las consiguientes víctimas, una legítima protesta. De esta manera, el escritor dejó la siguiente reflexión: “En China, una vez más, el poder salió del cañón de un arma”.
En otra parte de su libro Toffler manifiesta algo que deberían pensar quienes propugnan con terquedad montar un socialismo “endógeno” en nuestro país inspirados en un modelo político decadente como el cubano: “La dramática muerte del socialismo de Estado en Europa oriental no sucedió de forma accidental. El socialismo colisionó con el futuro”. De seguidas explica elementos que intervinieron para que se produjera el desplome de tal sistema: “Los regímenes socialistas no se desplomaron debido a complots de la CIA, a cercos capitalistas o a una estrangulación económica desde el exterior”. Entonces ¿qué pasó? La opinión de Toffler es que “la aparición de la computadora a mediados del siglo XX rompió el control de Moscú sobre las mentes de los países que dominaba y ocupaba militarmente”. De allí que el régimen cubano, sobreviviente del jurásico comunista, esté aterrado porque sus nacionales hayan tenido acceso a internet y a servidores como Yahoo y Google, ahora bloqueados por “razones de Estado” tal como lo denunció el joven cubano.
Y algo que también viene acorde en el texto consultado con los planteamientos del estudiante es lo que concierne a la pluralidad en materia política que el invocó “para mejorar el socialismo”, leamos: “Un sistema político monopartido está destinado a controlar la comunicación política. Puesto que no existe ningún otro partido, restringe la diversidad de la información política que fluye por la sociedad, bloquea la reversión de las opiniones y de esta manera ciega a aquellos que ocupan el poder impidiéndoles ver toda la complejidad de sus problemas. En realidad, el control descendente en los países socialistas estaba basado en cada vez más mentiras y mala información. La abrumadora burocracia que creó el socialismo en todas las esferas de la vida fue un mecanismo restrictivo del conocimiento. El aparato de la policía política, el control estatal de los medios de comunicación, la intimidación de los intelectuales y la represión de la libertad artística representan otros tantos intentos de controlar los flujos de la información”. Pero, como dijera Albert Camus: “Llega un tiempo en que la decepción transforma la creciente esperanza en furor”. Y las sociedades reaccionan.
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