Eutanasia periodística
Por Edwin Brítez
ABC Digital
En realidad Hugo Chávez no clausuró ningún medio de comunicación en Venezuela. La Radio Caracas Televisión (RCTV) se clausuró sola porque fue incapaz de convertirse en vocero del oficialismo venezolano y no tuvo el coraje de acomodarse a las circunstancias del nuevo socialismo del siglo 21, que patrióticamente impulsa el Presidente de aquel país en todo el continente.
Un párrafo es suficiente para un mal chiste.
La verdad es que con la no renovación de la licencia a RCTV, el abuso de Chávez desbordó su propio territorio para instalar su prepotencia en todas las naciones que se rigen por el Estado de derecho, ofendiendo de esa forma la dignidad de los luchadores por la libertad de expresión en el planeta, menos la de Martín Almada en Paraguay.
El hecho de que Chávez practicara la eutanasia periodística, sin consentimiento, a RCTV no significa que necesite clausurar todos los medios de comunicación que le resultan adversos. Nadie es tan tonto como para comer vidrio. El manual del dictador latinoamericano señala que no es necesario hacerlo, menos en este siglo.
Solo es cuestión de dar un golpe certero que sirva de lección ejemplar. Golpe certero en materia de libertad de prensa significa matar solo al más grande como para que el resto se calme.
Con esta medida se asegura el temor de los demás de correr la misma suerte, porque el castigo no se reduce al hecho político de quitar la voz “al golpista”, sino en apropiarse también de sus bienes, además de destruir la matriz de influencia en la opinión pública que ejercía RCTV mediante su amplia cobertura nacional e internacional. Los que sobreviven lo hacen posiblemente con oxígeno de autocensura y con reducido alcance.
La borrachera democrática de los que obtienen mayoría abultada o reiterada suele conducir por una pendiente que finalmente da contra el Estado de derecho. Es fácil confundir a las masas con el alcance de la democracia, pero difícil convencer a los juristas y sobre todo a la comunidad internacional de los abusos contra el Estado de derecho, como el que ha cometido el Presidente venezolano.
A los dictadores y sus pichones les excita creer que los derechos ciudadanos son otorgados por los gobiernos cuando que ellos solamente tienen que dedicarse a reconocerlos. Para cometer sus fechorías, les basta con encasillar a sus enemigos dentro de las matrices “anti” de sus discursos políticos, que en el caso de Chávez se limita a ser anti-Norteamérica y antiliberal. Estos dos pesados argumentos son suficientes para eliminar los contrapesos creados por las sociedades contra los abusos del poder, que por su propia naturaleza tiende a desbordar y, por ende, debe ser motivo de legítima vigilancia y constante cuestionamiento. Esto que es absolutamente natural en la democracia se convierte en delito para los gobiernos depredadores de los derechos ciudadanos y, por tanto, “debe ser extirpado en nombre de la democracia y del gobernante que se hace eco de la voz del pueblo”.
Lo que ha ocurrido en Venezuela es que el señor Hugo Chávez ha dado un paso más, totalmente coherente con los anteriores, en el sentido de eliminar enemigos para imponer una ideología dentro y fuera de Venezuela, sin advertir consecuencias, de las que solamente la propia nación venezolana podrá deshacerse en su momento.
Si de algo les sirve a los hermanos venezolanos, les decimos desde aquí que es un buen comienzo. Aquí todo comenzó con la clausura de los medios críticos a la dictadura, porque, si hay algo que la gente ya no tolera mucho tiempo, es la violación grosera de los derechos humanos, aun cuando la eutanasia tenga sus defensores y detractores.
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