El futuro
Editorial – El País, Montevideo
Hay vientos de cambio en el mundo anglosajón. Las elecciones norteamericanas que repondrán en 2008 al inquilino de la Casa Blanca, ya se internan en el revuelo de las precandidaturas, un prólogo para el cual el Partido Demócrata baraja a dos competidores de condición dispar. Por un lado, la ex first lady Hillary Rodham Clinton, que tiene un robusto apoyo y marcha primera en las encuestas, pero por otro lado Barack Obama, un senador por Illinois de 45 años cuyo nombre ni siquiera circulaba hace un año y que ahora asciende como un meteoro hacia los planos de consagración popular. Lo novedoso es que Obama pertenece a la minoría afroamericana, como hijo de un negro y una blanca, pero ese dato -que lo convertiría en el primer individuo no caucásico en ocupar el sillón presidencial- ya no resulta insólito en el país del general Colin Powell y la canciller Condoleezza Rice.
La eventualidad de un mestizo en camino a la primera magistratura tiene en este caso el interés adicional de que Obama es un hombre progresista, que desde su banca en el Congreso se ha opuesto sistemáticamente a la aventura militar de Bush en Irak, rasgo que lo diferencia de la postura más ondulante de Hillary al respecto. De cualquier manera, su protagonismo en esta etapa del proceso electoral es un signo de los nuevos vientos que soplan en el mundo, acaso un síntoma de que el siglo XXI no puede ser idéntico a la belicosidad regional y la indefinición ideológica que marcaron a los años finales del siglo XX, período en que la Guerra Fría se convirtió en guerra tibia para mantener al mundo en una tensión armamentista que ya no es el miedo nuclear de hace cuatro décadas, pero tampoco es un estado de paz.
Tales giros de la política estadounidense no son un hecho aislado. En Gran Bretaña ocurren otras transformaciones capaces de alterar la estabilidad de ese viejo reino, entre las cuales figuraron el viernes 4 los comicios que en Escocia marcaron un triunfo histórico para el Partido Nacionalista. La significación de esa victoria debe medirse por el hecho de que tal agrupación política está encabezada por el dirigente Alex Salmond, un líder radical que apuesta a la independencia de Escocia y promete convocar a un referéndum en el año 2010 para tratar de separar a su país del Reino Unido, quebrando así la vinculación con Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte que se ha mantenido en pie durante cuatro siglos, desde el ascenso de los Estuardo al trono británico.
Un comienzo de autonomía escocesa se había emprendido en 1999 con la “devolution” que estableció un parlamento nacional, aunque eso no alteró el lazo histórico con la corona. Pero la brisa emancipadora de Escocia tampoco es un dato único en ese archipiélago, porque en Guernsey -una de las islas situadas en el Canal de la Mancha junto a la costa francesa- tuvo lugar el 20 de abril una reunión de autoridades locales para considerar la posibilidad de separarse de la corona británica. Como reliquia del viejísimo vínculo entre los reyes ingleses y el ducado de Normandía, esas islas han permanecido como una dependencia personal de dichos soberanos aunque no forman parte jurídicamente del Reino Unido. Durante la Segunda Guerra Mundial fueron el único retazo de territorio británico ocupado por las tropas alemanas y ahora consideran la eventualidad de cortar esa asociación dinástica casi milenaria. La ocurrencia también es un indicio de los nuevos tiempos.
Pero no sólo en Europa suceden tales cambios. En el remoto reino de Bután, un país trepado al Himalaya y fronterizo entre China y la India, con superficie similar a la de Suiza, acaba de producirse un ensayo general de elecciones democráticas para poner fin al régimen de monarquía absoluta que ha estado vigente allí hasta la actualidad. Cuando esas elecciones se produzcan el año que viene, Bután ingresará a un sistema de monarquía constitucional apoyado por el actual soberano, un joven de 26 años formado en la Universidad de Oxford. Esa educación es reflejo del pasado de Bután, que fue un territorio vasallo del imperio británico de la India.
Un hombre como Obama en carrera hacia la presidencia, una mujer como Isabel II en tren de perder su condición de reina de Escocia, una comunidad isleña como la de Guernsey pensando en modificar su añejo estatuto feudal y hasta un monarca asiático como Jigme Khesar Namgyel Wangchuck de Bután renunciando voluntariamente a una parte de sus privilegios, son casos que extinguen ciertos residuos del pasado y abren en más de un sentido las compuertas del futuro.
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