El empeño por ser feliz
Cada principio de año pretendo ser feliz y me propongo, como resolución, buscar la felicidad. No en su definición de poder o dinero, sino en lo simple y cotidiano, en los placeres pequeños y las alegrías recurrentes. Y casi siempre lo logro. Por mucho que mi afirmación suene simplista, tiende a funcionar. El ejercicio de perseguir la felicidad, como el cortejo de dos enamorados, repercute en nuestro estado emocional y desata el positivismo. Algunos estudios han demostrado que la felicidad precede el éxito por lo que la conducta positiva permite alcanzar metas tanto en lo personal como en lo profesional. Por ende, la persona feliz es más propensa a mantener relaciones estables, a desempeñarse bien laboralmente, incluso hasta a tener mejor salud y vivir más tiempo. Mi madre es un vivo ejemplo. Acaba de celebrar sus 82 años con una mente ágil, sin grandes achaques y un semblante surcado exclusivamente por arrugas de risa. No quiere decir que no sufrió. Pero ella es la eterna optimista.
De acuerdo a investigaciones de la Universidad de California en Riverside, y las de Illinois y Missouri, no es el dinero el que hace la felicidad, sino viceversa. Sus expertos entrevistaron a personas con ingresos familiares por encima de los $90,000 anuales. El 43% reportó sentirse »muy felices». En cambio un 42% de otro grupo que ganaba entre los 50 y 89,000 también se consideró »muy felices». No fue hasta que compararon sueldos de $20,000 con los de 50 y 90,000 que surgió disparidad en el grado de felicidad. Aun así, los encuestadores notaron que hacía falta muchísimo dinero para modificar el estado de felicidad de una persona después que ésta se sienta segura y alimentada. Como ejemplo citan los estándares de vida que han aumentado en las últimas décadas. No obstante ello, el 30% de los estadounidenses se consideraban »muy felices» a finales de los años 90, por debajo del 34% a principios de los 70.
Muchas veces la adquisición de dinero provoca más estrés que felicidad. Un estudio, publicado en la revista Science, reportó que 374 personas con salarios altos confesaban sentirse ansiosas y angustiadas si se les cuestionaba sobre su estado anímico cada 25 minutos. Su falta de alegría se debía a la cantidad de tiempo que pasaban en sus trabajos, en actividades laborales obligatorias aun fuera de ellos y en tranques de tráfico.
Está claro que el dinero puede comprar grandes placeres. La clave radica en saber elegirlos porque otros datos sugieren que las experiencias brindan mayor alegría que los objetos. O sea, que un carro nuevo perderá su lustre con el tiempo, pero unas vacaciones o un rato agradable con familiares o amigos brindará recuerdos de bienestar cada vez que se les traiga a la mente. Entonces, lo prudente sería emplear el dinero no tanto en comprar el último juguete o prenda de lujo, sino en disfrutar ratos y momentos que brindarán felicidad.
Contrario a lo que muchos pensarían, la felicidad no caduca, sino que se prolonga con el paso de los años. Otro estudio realizado por la Universidad de Michigan en Ann Arbor demostró que el vaivén de la vida nos equipa con una sabiduría que fomenta la alegría. El equipo médico estudió el sentimiento subjetivo de la felicidad en 550 personas de entre 21 y 40 años y otro grupo de más de 60 años de edad. El inesperado resultado comprobó que los participantes de mayor edad se sentían más felices porque les parecía más fácil vivir. Esa investigación demostró que la estabilidad emocional aumenta con la edad de manera lineal y los ancianos controlan mejor sus sentimientos negativos a pesar de la pérdida de materia gris y de su propio deterioro físico.
Claro que la biología y la salud mental y física tienen mucho que ver con estar contento y hay quienes son más propensos a ser optimistas. Para los que les cuesta trabajo, un ejercicio mental está logrando resultados felices. Consiste en recapitular el día recordando por lo menos tres acontecimientos positivos. Quienes lo practican acaban encontrando de 15 a 20 hechos que les proporcionaron alegría. Esto les ayuda a confirmar que gozan de mayor fortuna de la que sospechaban. Sin duda, el empeño por ser feliz lleva esfuerzo. El detalle está en disfrutar el proceso. Después de todo, qué más tenemos sino el ahora para ser felices y qué mayor alegría que saborear el presente.
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