La nueva Internacional
Por Manuel Caballero
El Universal
Los ejemplos exaltados por Chávez son todos regímenes de partido único y dirigencia vitalicia.
Aparte de acumular bonos como viajero frecuente, no se tiene muy claro qué diablos hace nuestro teniente coronel de opereta en sus viajes alrededor del mundo. Se nos dirá que cada quien gasta su plata como le da la perra gana, poco importa que esa plata no sea suya. Pero es que además no se contenta con viajar, sino que con la manía marinera de dejar una novia en cada puerto, pone como ejemplo a seguir a sus anfitriones de La Habana, de Belarús, de Vietnam, de Pekín, del Bagdad de Saddam Hussein, de Teherán…
No se trata de un simple saludo a la bandera, puramente protocolar, sino que se proclama seguidor al pie de la letra, de la teoría y la praxis de todos y cada uno de los gobernantes que lo reciben, y los invita a formar una sola familia. Y el observador más desprevenido se queda perplejo: ¿Cómo poner de ejemplo a sociedades, situaciones y gobiernos tan disímiles? ¿Ejemplo de qué?
ALA, CORAN, MAHOMA. Porque los iranios, por ejemplo, son musulmanes de estricta obediencia, para quienes sólo existe un Dios, Alá, un solo Profeta, Mahoma, y un solo libro, el Corán. En cambio, hasta nuevo aviso, los vietnamitas son comunistas ateos, materialistas al menos en la superficie, si bien en el fondo, en lo más secreto de sus ávidos corazones, hoy sea más popular Bill Gates que Ho Chi Minh.
Igual cosa puede decirse de los chinos, cuyos gobernados, si no se declaran, como sus jefes y de los dientes para afuera, comunistas, son confucianistas. Los gobernantes de Belarús son comunistas a la salsa estalinista y sus súbditos, que se sepa, son ortodoxos de los que se santiguan al revés de los católicos. En cuanto a los cubanos y a los norcoreanos, han demostrado que el suyo es el verdadero “socialismo real” de que se jactaban hasta los ochenta los soviéticos y sus amigos: son socialismos “reales” empleando esta última palabra como sinónimo de monárquico: regímenes no sólo de dominio unipersonal, sino vitalicio y hereditario.
¿Se puede beber todo eso de un trago?
UN REMENDON. ¿Es ese coctel lo que se llama “socialismo del siglo XXI”? Hubo, en la primera década del siglo XX, un hombre que fue capaz de pretender que un batiburrillo semejante fuese una doctrina y si no lo bautizó “socialismo del siglo veinte” es porque venía del socialismo y quería acentuar su ruptura con ese partido. Se llamaba Benito Mussolini y todos los estudiosos de las ideas políticas, luego de haberse devanado los sesos para encontrar coherencia a semejante colcha de retazos, tiraban la toalla: en el terreno teórico, no encontraban más que un símil: Mussolini era apenas un “remendón ideológico”.
Sin la inteligencia de Mussolini (quien, de todas formas era un hombre culto, que había ejercido durante muchos años el periodismo y llegó a ser director de Avanti!, el diario socialista) nuestro tenientito coronel intenta, al azar de sus incontenibles deposiciones orales, tejer su propia colcha de retazos que primero llamó “bolivariana” y ahora quiere que el mundo entero acepte su nueva versión del socialismo, el “socialchavismo”, que, payasería mediante, remite más al mexicano “Chavo del ocho” que al Héroe del Museo Militar.
UNA COSA EN COMUN. Sin embargo, sí hay una cosa en común en todos los países visitados por el nuevo Lenin de Sabaneta: en todos ellos existen regímenes ateos o religiosos, comunistas o capitalistas, caucásicos o amarillos, árabes o eslavos, pero todos, absolutamente todos, son regímenes de partido único y de dirigencia vitalicia.
Cuando fundó la Tercera Internacional Comunista, Vladimir Lenin escribió en el artículo Primero de sus estatutos, que esa organización tendría como objetivo la implantación en todo el mundo de la dictadura del proletariado y el poder soviético. Al final de veinticuatro años de sangrientos fracasos, esos objetivos fueron echados a lo que, refiriéndose a otros, Trotsky llamaba “el basurero de la historia”.
Hoy, un teniente coronel sin sentido de las proporciones ni del ridículo, convoca a una nueva internacional para implantar una dirigencia única y vitalicia en todo el mundo. El problema es que hay demasiados aspirantes y un solo trono. Veremos quién está dispuesto a calarse allí a nuestro héroe (quien además despacharía desde el Museo Militar).
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