Alto el fuego
Por Carlos Rodríguez Braun
ABC
Al dolor por las pérdidas humanas y materiales que han provocado los incendios en Galicia se une la indignación por la ineptitud de los políticos y el desconsuelo ante la falta de análisis sobre instituciones e incentivos.
El llamado progresismo ha desbarrado como siempre. En un dibujo de Forges en «El País» se decía que los incendiarios no son pirómanos sino «recalificadores primarios de suelo urbanizable», y uno de sus monigotes remataba: «Toma ya neoliberalismo». Es un disparate, incluso si fuera verdad que en este caso, como en el pasado, los incendios apuntan a la modificación del uso del terreno quemado: la recalificación, o reclasificación, no tiene nada que ver con el liberalismo y todo que ver con la política; pero, como se ve, reina sin desafío la confusión.
La política se ha lucido, en ocasiones en contradicción con los medios afines. Así, mientras Pérez Touriño afirmó que lo más importante era averiguar quién quema el monte y por qué, el editorialista de «El País» lamentó que «para algunas personas es más urgente señalar un culpable de los incendios que acabar con ellos». El ridículo parte de las autoridades autonómicas, con su descabezamiento de la cúpula directiva contra incendios y sus trabas burocráticas a los aspirantes a las brigadas porque no hablaban fluidamente el gallego.
Pero el bochorno, como el fuego, no reconoce límites, y desde luego no los administrativos. Por no pensar en la hipócrita asimetría de los otrora ruidosos progresistas del «Prestige», tan calladitos hoy, pensemos en la irresponsable Narbona acusando a retenes despechados, o en la patética visita de un Zapatero (excelente la crónica de José Manuel Nieves en ABC) cuya vacía esdrujulización evoca el contraste entre la prédica incesante sobre la «extensión de los derechos» y la incapacidad manifiesta para impedir la extensión de los fuegos.
Si ha faltado decoro y buena gestión, han sobrado hipótesis sobre culpables, desde empresas hasta pirómanos, desde vengadores hasta imprudentes, desde agricultores hasta vándalos, junto a la sequía y los vientos. Además de que su ponderación dista mucho de estar avalada por los datos con un mínimo de precisión, pocos han observado que se suele quemar lo que no es de los ciudadanos ni les interesa, y de ahí, por ejemplo, que no se realicen tareas de limpieza y desbroce del monte durante el invierno. Pero, claro, en una sociedad tan politizada, hablar de la propiedad privada como incentivo para el cuidado de las cosas equivale a ser un peligroso incendiario.
- 23 de julio, 2015
- 13 de mayo, 2025
- 12 de mayo, 2025
- 18 de abril, 2025
Artículo de blog relacionados
El Nuevo Herald El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, puede no haber...
26 de mayo, 2013- 19 de noviembre, 2023
The Wall Street Journal Americas Hace 80 años, Ralph Heilman, el decano de...
26 de marzo, 2014Por Leopoldo Puchi Correo del Caroní A propósito de la grave crisis de...
28 de septiembre, 2008