Chile: ¿Qué le pasa a la Concertación con la delincuencia?
Por Joaquín Lavín Infante
El Mercurio
Qué le pasa a la Concertación con la delincuencia? ¿Por qué aparece y aparece en todas las encuestas como la primera preocupación de los chilenos y hasta ahora nunca ha pasado nada? Tengo mi propia teoría. Siempre he creído que hay algo en el ADN de la Concertación que hasta ahora la inhibe de enfrentar el problema en serio.
Por una parte, tiene que ver con nuestra historia pasada, con el Chile de la violencia y de la violación de los derechos humanos. Esto llevó, con razón, a proteger a fondo los derechos de las personas. A rechazar la violencia. Entre comillas, a rechazar la «mano dura». Pero finalmente esto derivó en el triunfo total de la «mano blanda». Los derechos humanos de los delincuentes priman por sobre los derechos humanos de las víctimas.
Hay otra cosa más en el ADN: para mucha gente de la Concertación, la delincuencia es «culpa» de la sociedad. Es decir, la pobreza, la marginalidad, el formar parte de comunidades «emocionales» como las barras bravas u otras, el ser de origen mapuche, sería, en esta forma de pensar, un atenuante a favor del delincuente que hace difícil que una sociedad «culpable» lo castigue. Es la imagen del «buen ladrón».
Esa visión del problema obviamente lleva a un resultado claro: los delincuentes se dan cuenta de que en esta sociedad hoy es barato delinquir. No existe ninguna relación entre la magnitud del daño provocado por el delincuente, y el castigo que recibirá a cambio.
Recuerdo que siendo alcalde de Las Condes encargué un estudio para calcular cuál era la real probabilidad de que un ladrón de autos fuera denunciado, detenido y castigado con al menos un mes en la cárcel. La probabilidad conjunta de ser denunciado, aprehendido posteriormente por la policía y castigado por el sistema judicial con al menos treinta días de cárcel era sólo de 4 por ciento. Me temo que ahora puede ser incluso inferior.
Digamos las cosas claramente. Primero: es obvio que hay que separar dos temas. Uno es el ingreso al mundo del delito de nuevos delincuentes. Eso requiere intensas y focalizadas políticas sociales de prevención. De lucha contra la droga. Nunca voy a olvidar a una señora de la población Las Compañías, de La Serena, que me dijo que «la mitad de los jóvenes asalta porque anda volado, y la otra mitad roba para tener plata para volarse». Pero distinto es el tema de los delincuentes habituales, o reincidentes, y que son los responsables de la gran mayoría de los delitos.
Segundo: estos delincuentes habituales son verdaderos «empresarios» del delito. Robar y asaltar es su «trabajo». A eso se dedican. Y la verdad es que como cualquier persona que se dedica a una actividad comercial, ellos también responden a incentivos. La Concertación nunca ha entendido bien cómo los incentivos afectan el comportamiento humano. Pero es una realidad. Van a robar más si es mejor «negocio» y menos si deja de serlo. A estas personas hay que dificultarles la vida al máximo.
Conociendo este problema, y sabiendo lo difícil que es que en Chile un delincuente de verdad pague por lo que hizo, propuse en la campaña presidencial lo que llamé «la tercera es la vencida». Consistía en que un delincuente que fuera condenado por tercera vez tuviera muchos años de cárcel, y que a uno detenido por tercera vez no se le pudiera otorgar la libertad bajo fianza. Mis contrincantes, entre los que estaba la actual Presidenta, decían que no, que la «primera» tenía que ser la vencida. Pero obviamente no ha sido así. Basta leer en los diarios o ver en televisión los prontuarios de los asaltantes de los últimos días para darse cuenta de que en el Chile de hoy se puede robar y asaltar muchas veces antes de caer en la cárcel.
Y lo tercero. Las conductas violentas deben ser castigadas independientemente del origen o de la realidad social del delincuente. ¿Disminuye la gravedad del delito el pertenecer a los skinheads o a las barras bravas? Por supuesto que no. ¿Por qué el hecho de que una persona de origen mapuche queme una casa en la región de la Araucanía va a ser menos grave que el que un delincuente cualquiera queme una casa en Santiago?
Hemos visto en estos días imágenes de cómo la policía trata en un país tan democrático como Alemania a hinchas que ejercen violencia contra otras personas o contra las cosas. La cultura del respeto tiene que imponerse. No es posible que se destruyan los comercios del centro de Santiago en las manifestaciones. La intendencia y la alcaldía se querellan. Todos sabemos que es un «saludo a la bandera», pero que no va a pasar nada. No es posible que alguien sienta que tiene que ejercer presión «vía tomas» para conseguir algo, pasando a llevar derechos de terceros, aunque sean estudiantes que cuentan con la simpatía de todos. No es posible que se desaliente la labor de Carabineros como ocurrió durante las marchas de los estudiantes, y que el propio general director agache la cabeza.
En la hora de los movimientos ciudadanos, al fin las víctimas comienzan o manifestarse y a organizarse. Es de esperar que a ellas sí les hagan caso.
«¿Por qué el hecho de que una persona de origen mapuche queme una casa en la región de la Araucanía va a ser menos grave que el que un delincuente cualquiera queme una casa en Santiago?».
Centro de Políticas Públicas, Universidad del Desarrollo
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