México, el populismo y el síndrome de Robin Hood
Por Carlos Alberto Montaner
Firmas Press – El Comercio, Lima
Hace cuatro semanas las encuestas pronosticaban el triunfo de Felipe Calderón, candidato del PAN, en las próximas elecciones mexicanas.
El político democristiano había superado a Andrés Manuel López Obrador (PRD) y a Roberto Madrazo (PRI), y parecía encabezar la tendencia ganadora: los indecisos se estaban inclinando en su dirección. En todo caso, el electorado se dividía en tercios muy aproximados. Pero hace quince días el panorama comenzó a cambiar. López se colocó nuevamente a la cabeza de las preferencias de los votantes, aunque no todos los encuestadores coincidían en este vaticinio. La explicación más sencilla de esta nueva reorientación de los mexicanos (negada por Calderón a voz en cuello) atribuía el cambio a los efectos de un anuncio de televisión por el que se acusaba a Calderón de favorecer a su cuñado con jugosos contratos gubernamentales.
Difícil de creer. La corrupción no descalifica a casi nadie en la política mexicana. La sociedad no espera que las autoridades o los políticos electos cumplan con las leyes. La más repetida y celebrada broma de los mexicanos es cómo designan al último año de sus gobiernos: «El año de Hidalgo; chingue su madre el que deje algo». En un país en el que la ciudadanía le teme tanto a la policía como a la delincuencia, que sospecha de la probidad de su Poder Judicial, y que vio durante setenta años cómo los funcionarios se enriquecían sin límite durante la era del PRI, está totalmente anestesiada ante este tema. Lo que critican no es que los políticos metan la mano en la bolsa común, sino que no repartan. Tanto López como Madrazo han sido acusados de cosas peores que tráfico de influencia y eso ha tenido poca incidencia. En el caso de López, hasta hay videos que comprometen a sus colaboradores más cercanos y esas imágenes no han servido para descalificarlo.
Y si no es la campaña negativa contra Calderón, ¿por qué sube López en las encuestas? Mi hipótesis es más pesimista: creo que la mayoría de los votantes mexicanos (y latinoamericanos) suscribe una visión populista de las relaciones entre la sociedad y el Estado. ¿Qué es eso? Se puede explicar con bastante sencillez: en las sociedades dominadas por la visión populista las personas esperan que el Estado les solucione los problemas básicos: trabajo, vivienda, comida, salud, educación. Incluso, las constituciones suelen hablar de estos factores como «derechos». En esas sociedades, la ciudadanía aspira a vivir del Gobierno, algo que en México se proclama en otro ‘dictum’ también tremendamente popular: «Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error». López, por ejemplo, que fue un pésimo gobernador de la capital, salió del poder con un altísimo nivel de respaldo porque les otorgaba a las personas mayores unos bonos que podían cambiar por alimentos, mientras se negaba a acatar sentencias judiciales que le parecían contrarias a los intereses del pueblo.
Súmesele a esta visión populista el componente emocional del «síndrome de Robin Hood» y entenderemos mejor por qué en América Latina triunfan los políticos populistas. Robin Hood, como se sabe, les robaba a los ricos para distribuir entre los pobres el producto de sus atracos. López no cesa de decir que su gobierno será para darles a los mexicanos de abajo lo que les han quitado los mexicanos de arriba. Ese planteamiento coincide milimétricamente con una de las más divulgadas y perniciosas supersticiones sobre la existencia de ricos y pobres: la idea de que la riqueza que unos han alcanzado se debe a la pobreza de otros a los que han esquilmado.
Es asombroso (y triste) que las sociedades latinoamericanas y, sobre todo, sus clases dirigentes, no observen objetivamente lo que sucede en las treinta naciones más ricas del planeta. En todas ellas, el Estado vive de la sociedad, y no al revés. Y en todas ellas la manera de rescatar a los pobres de su situación no es mediante la despauperización de los que han alcanzado el éxito, sino mediante un continuo y dinámico impulso a la educación y a la creación de riquezas dentro del ámbito privado.
¿Qué hará López si llega al poder? Francamente, no creo que se mueva en la dirección del eje Castro-Chávez-Morales. Se quedará dentro del ámbito del populismo vegetariano, tipo Lula. Como esta columna hoy está llena de citas populares, tal vez la mejor descripción de un presunto gobierno de López sea una frase poco elegante que alguna vez escuché en Buenos Aires sobre un político mediocre. Como en esa ciudad hay una estatua en la que San Martín, el héroe nacional, cabalga sobre un imponente caballo de bronce, me dijeron: «Fulano de tal es como el caballo de San Martín, no te va a cagar, pero tampoco te lleva a ningún lado». No estoy muy seguro de lo primero.
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