Guerra interna de baja intensidad – El “otro Brasil” atacó en San Pablo
Por Jorge Castro
Agenda Estratégica
En cinco días, a contar del 12 de mayo, una ofensiva militar con características de guerrilla urbana mató a unas 150 personas en San Pablo, 40 de ellas policías; 82 ómnibus fueron incendiados y 17 bancos asaltados. Al mismo tiempo, en 74 de las 140 prisiones de San Pablo, los reclusos se rebelaron y se apoderaron de muchas de ellas.
La principal ciudad brasileña, la mayor de América Latina, con 22 millones de habitantes, centro y eje de la industria, las finanzas y la vida cultural y política de Brasil, se paralizó.
Fue la obra del “Primeiro Comando da Capital” (PCC), una organización criminal, centralmente dirigida, con estructura y armamento militar, capaz de actuar al mismo tiempo en todos los barrios, pobres y ricos, marginales y “nobres”, favelas y suburbios, de la mayor metrópolis de Brasil.
Una organización criminal, una expresión del crimen organizado, se reveló, a través de una ofensiva fulgurante, como actor político-militar. El PCC es un sistema dotado de lealtad y de solidaridad internas, con recompensas y castigos; una estructura, en síntesis, con todas las características de un actor político-estatal, capaz de operar militarmente; y con fuerte arraigo en un amplio sector social, en primer lugar, la población carcelaria de San Pablo y también en sus zonas marginales. Se trata de un protagonista político-territorial con un obvio contenido de legitimidad.
El propio Estado de San Pablo, elegido por esta organización como enemigo, ha reconocido este contenido de legitimidad. Las hostilidades desatadas por el PCC, a partir del 12 de mayo, cesaron súbitamente tras un acuerdo entre el gobierno del Estado de San Pablo y sus dos principales lideres, “Marcola” y “Macarrao”, ambos internados en la prisión de más alta seguridad del Estado.
En estos cinco días cruciales, el poder en la metrópoli paulista estuvo en manos no del Estado sino del PCC. Hay dos posibilidades. Por un lado, un aumento súbito, un pico de criminalidad, revelado a través de la multiplicación de homicidios, de asaltos a bancos y incendios en el transporte publico. Por otro, el despliegue, en gran escala, en el corazón productivo, cultural y político de Brasil, de un conflicto de nuevo tipo, una guerra interna de baja intensidad de tipo urbano, lanzada por un actor político-militar arraigado en la enorme marginalidad brasileña.
Si es un pico de criminalidad, una irrupción gigantesca del delito común, es una cuestión policial, centrada en la sobrepoblación y descontrol de las cárceles brasileñas (uso de celulares, condiciones de vida).
Si es una guerra interna, de nuevo tipo, lanzada por un actor político-militar, dotado de arraigo y legitimidad, es un desafío estratégico, de orden existencial, al Estado brasileño entendido como monopolio de la fuerza.
Esto último no es advertido en Brasil hoy, ni por los medios, ni por las elites, ni por los intelectuales. Las consecuencias políticas de 5 días de operaciones coordinadas de guerrilla urbana por el PCC, no han sido, hasta ahora, más que las criticas reciprocas entre el gobierno federal y el estadual, sobre sus responsabilidades, en vista de las elecciones presidenciales del mes de octubre de este año, en que el titular de uno, Luis Ignacio Lula Da Silva, y la cabeza del otro, hasta hace un mes, Geraldo Alckmin, disputan esos comicios como representantes del oficialismo y la oposición.
Quizás esta omisión tenga raíces estructurales en la historia y en las características socioeconómicas de Brasil. La industria paulista, la primera y más competitiva de Latinoamérica, surge en forma directa de los cafetaleros de San Pablo, una elite moderna, también altamente competitiva, pero afincada en la explotación de la mano de obra esclava. Surgió así una economía empresarial, avanzada, moderna, competitiva, que nunca se transformó en la base estructural de un Estado-Nación. El dualismo, la existencia de dos sociedades, es algo que está en el origen de la civilización brasileña, y la acompaña, con manifestaciones diversas y sucesivas, en cada una de las fases de su historia, incluso la actual. Por eso, esta ofensiva militar de 5 días en San Pablo no es vista como una guerra interna, ni siquiera como una crisis orgánico-estatal de envergadura, por las elites, los medios y los intelectuales; esta percepción no es errada; esta no es una guerra “interna” del sistema brasileño: es una ofensiva del otro Brasil. El de la marginalidad y la exclusión, de los que siempre estuvieron afuera.
Guerra interna fue el conflicto desatado por la “Alianza Liberal”(Minas Gerais, Sao Paulo y Rio Grande do Sul), liderada por Getulio Vargas, que llevó al establecimiento de la “Republica Nueva” en 1930, tras el derrocamiento del presidente Washington Luis, respaldado por Río de Janeiro y los Estados del Noreste.
Una guerra del “otro Brasil”, en cambio, fue la rebelión de los “Canudos” (1896-97), liderada por Antônio Conselheiro, a la cabeza de los antiguos esclavos del “Sertao” de Bahia. Mientras se desataba esta enorme rebelión en el interior bahiense, Rio, San Pablo, Belo Horizonte y Porto Alegre permanecieron ajenas. No era una insurrección interna, era el “otro Brasil”. Esta vez el “otro Brasil” está en el corazón de San Pablo.
La existencia de dos sociedades está en la raíz de la civilización brasileña, y la acompaña, con manifestaciones sucesivas, en cada una de las fases de su historia, incluso la actual.
Publicado en el diario PERFIL el 22/5/06
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- 15 de diciembre, 2010
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