Las Farc y las elecciones
Editorial – El Tiempo
No deja de ser una sorpresa –y está por verse qué tan consecuentes van a ser– que las Farc declaren, de pronto, no solo que no obstaculizarán las elecciones, como anunció ‘Raúl Reyes’, sino que llamen a votar (contra Uribe, pero a votar, al fin y al cabo), según dijo ‘Iván Márquez’ y lo ratificó ‘Reyes’.
Igualmente sorpresivas, aunque quizá electoralmente explicables, han sido recientes declaraciones del presidente Álvaro Uribe, en las que abre la puerta a un diálogo con esa guerrilla y sugiere, a cambio de un “gesto” de las Farc, la posibilidad de una zona de seguridad más extensa para el intercambio humanitario.
Después del asesinato de los concejales de Rivera (Huila) o del intento de secuestro y el homicidio de Liliana Gaviria, no es fácil creer a las Farc. Pero, si se asume que la declaración de ‘Reyes’ significa que no cometerán ese tipo de actos, ni pondrán bombas y petardos, ni quemarán urnas o asaltarán mesas de votación, la noticia, además de obviamente bienvenida por lo que representaría en términos de disminución de la violencia para las elecciones, lleva a la reflexión.
Después de que en las elecciones del 12 de marzo masacraron a 18 civiles y promovieron varios paros armados, ¿qué lleva a las Farc a romper con una conducta que han observado en todos los procesos electorales de los últimos años?
El argumento que enarbolan –votar contra Uribe– valdría para comicios anteriores, en los que prefirieron la dinamita. Se ha dicho que su capacidad de perturbación violenta de las elecciones estaría disminuida o que el impacto popular de hechos como los de Rivera es tan negativo, que las habría hecho reconsiderar. Pero, para lo primero no se necesita una gran fuerza, y lo segundo nunca parece haber preocupado a las Farc. Aun hechos como que en Caquetá, su tradicional fortín, hayan ganado las elecciones a Cámara dos partidarios del Presidente, no es explicación.
Lo cierto es que no es claro qué hay tras esos anuncios de las Farc. Sería equivocado y prematuro concluir que sean señal de alguna nueva disposición de su cúpula. Como lo sería, también, dar por un hecho la disposición al diálogo del presidente Uribe a diez días de las elecciones. Quizá, lo más sabio sea esperar a que pasen.
Eso sí, el que las Farc hayan anunciado que no atentarán contra los comicios del domingo 28 no significa que se vayan a quedar quietas. Lo demuestran los ‘paros cocaleros’ que promueven en el sur del país, contra la erradicación de cultivos ilícitos y que lucen como un intento por desafiar al Estado –y al gobierno Uribe– en otro terreno. El de la movilización de la población en sus zonas de influencia hacia la confrontación con políticas oficiales. Acciones, sin duda, más políticas que asesinar a mansalva concejales, pero perturbadoras en el campo de la protesta social.
Protesta dirigida, cuando no impuesta, porque no se vaya a creer que son totalmente espontáneas las marchas de los campesinos cultivadores de La Hormiga (Putumayo), Policarpa (Nariño) o Puerto Rico, Puerto Lleras y Vistahermosa (Meta), zonas de vieja implantación de las Farc, y, ahora, al parecer, en Caucasia (Antioquia). Se siente la mal disimulada presión del fusil y aquello de que ‘o marchan o mueren’ que mencionara el comandante de las Fuerzas Armadas.
El caso es que este recurso a las demostraciones de fuerza en sus zonas de influencia, combinado con el súbito viraje en su actitud ante las elecciones, no deja de ser toda una novedad en la siempre hermética conducta de las Farc.
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