Los nuevos emperadores
Por Hana Fischer
La nueva oleada de gobernantes latinoamericanos de izquierda, no por ser de izquierda sino por las particulares características que ellos presentan, tiene justificadamente preocupada a una porción de la opinión pública internacional.
Daría la impresión que los designios planteados, tanto en la reunión de “OLAS” (Organización Latinoamericana de Solidaridad) realizada en La Habana (Cuba) en 1967 como en el “Foro de San Pablo”, finalmente están convirtiéndose en realidad, para beneplácito de sus partidarios.
En esos foros, como en todos los que realiza la izquierda, las palabras “fraternidad”, “solidaridad”, “camarada o compañero” retumban con gran solemnidad. A través de las “buenas intenciones” y de la ideología, todos se vuelven “hermanos”, que sueñan para nuestra América un futuro venturoso. Pregonan una necesaria unión entre los países sudamericanos, a partir de la cual, las injusticias, los atropellos, la pobreza, los privilegios y el imperialismo (siempre que sea norteamericano o de cualquier otro país con democracia liberal) serán borrados de la faz del suelo continental.
Es por eso que no es ninguna casualidad, que los partidos políticos que ahora están acaparando el poder continental, en su momento, estimularon cualquier tipo de demanda popular, cuyo efecto fuera detener el progreso. Por supuesto, que para ello contaron con la invalorable (aunque no querida) cooperación de las élites tradicionales nacionales y sus prácticas mercantilistas. De ese modo, se enlentecía al desarrollo, creando crisis económicas y grandes descontentos sociales.
Es así que llegamos al punto medular, y a la pregunta del millón: ¿Quién ocupará ese codiciado sitial?
O, el que se perfila como posible próximo gobernante de Perú, Ollanta Humala, en ancas de su movimiento indigenista. Si ha proclamado que de salir electo, va a considerar “nacionales” sólo a los de piel cobriza, ¿alguien puede dudar que está proyectando recrear al “imperio” de sus ancestros? Asimismo, ¿qué se ha reservado para sí, el papel del Inca?
Esos objetivos se alcanzarán, cuando los habitantes de Latinoamérica tomen conciencia, de que la prosperidad no la producen ni los políticos ni el Estado. Es más, cuánto más lejos estén de todo lo relacionado con la economía, mejor. La riqueza la produce el trabajo honesto y constante de miles de simples ciudadanos, cuyos derechos de propiedad estén firmemente protegidos por tribunales serios e independientes de toda influencia.
Y la unión y las relaciones pacíficas entre las naciones, no tan solo latinoamericanas sino del mundo entero, se obtienen sin ostentación, a través del simple desenvolvimiento del comercio libre.
Lamentablemente, nada de lo anteriormente señalado, está entre las maquinaciones de estos modernos aspirantes a emperador.
Ahora, la situación cambia, cuando poco a poco, efectivamente se van convirtiendo en “amos” supremos en sus respectivos países. Incluso, eufóricos, varios de ellos se refieren a un supuesto “eje del bien”, que abarcaría a La Habana – Caracas – La Paz – Buenos Aires – Montevideo – Brasilia. Y posiblemente dentro de poco, se integrarían también Lima y Quito.
Nada muy diferente a lo que ocurrió entre la China comunista y la ex Unión Soviética. Lo cual vendría a demostrar que estas ideologías, más allá de la pura retórica, no son factores de cohesión sino todo lo contrario. Y que tampoco presagian un futuro venturoso para las masas populares. Ni la eliminación de la pobreza, ni de los despotismos, ni de las injusticias, ni de los atropellos, ni de las desigualdades (en estos casos, ni siquiera ante la ley) y mucho menos de los privilegios.
Lo anteriormente expuesto nos conduce a deducir, que hay demasiados aspirantes a “emperadores” para un solo “imperio”. Ergo, la tan proclamada unión latinoamericana, una vez más, va a ser barrida por la fuerza de los hechos. Y posiblemente lo que va a dejar tras de sí, también una vez más, sea una sarta de crueles tiranías individuales.
Igualmente, el recientemente electo presidente de Bolivia, Evo Morales, tampoco parece tener “pasta” para ser un segundón. No en balde arrasó en las elecciones de su nación, para luego tener que conformarse con ser, “cola de león”. Lo vemos muy difícil.
Por otra parte, esta actitud no es nada nueva en las relaciones bilaterales. Desde la famosa “rivalidad de puertos” (el de Montevideo y Buenos Aires) que fue una constante desde la época colonial, hasta las aspiraciones hegemónicas de algunos gobernantes argentinos, que pretendían recrear al “Virreinato del Río de la Plata” bajo la batuta de Buenos Aires. Es lo que se conoce con el nombre de el “centralismo porteño”. O sea, que no hay nada nuevo bajo el sol.
No obstante, están apareciendo en el horizonte, potenciales rivales para esas aspiraciones. Néstor Kirchner, el presidente de Argentina, está entrando con ímpetu en esa carrera. Para empezar, con una soberbia total, está entrometiéndose en los asuntos internos del Uruguay, como si de una provincia argentina se tratase. Y a pesar de la supuesta “afinidad” ideológica con el gobernante uruguayo Tabaré Vázquez, y de su “preocupación” por las masas populares latinoamericanas, está boicoteando la entrada de turistas argentinos que veranean o tiene familiares en Uruguay, con el objetivo deliberado de causar un daño económico. Asimismo, está haciendo lo imposible, para evitar que importantes inversiones de la industria papelera se radiquen en nuestro país.
Brasil desde siempre, pensó que por “naturaleza” (tamaño y población) ese trono le correspondía sin discusión. Pero ahora “Lula” está bastante ocupado tratando de sofocar el escándalo producido por la corrupción que campea dentro de su partido (el de los trabajadores) y su gobierno, como para poder dedicarle mayor atención a ese asunto. Chávez no oculta el estar convencido, de que hasta “por naturaleza” (la de la riqueza petrolera), en las condiciones actuales, él encaja a la perfección en ese papel. Y está trabajando abiertamente para lograrlo.
Sin embargo, el observador atento notará que aunque la retórica continúe inalterada, bajo la superficie, se va produciendo una metamorfosis. Porque no hay que ser muy sagaz para comprender, que bajo el velo del “americanismo” se esconde la idea de revivir al antiguo “Reino de las Indias”. Es decir, al imperio español. Por consiguiente, obviamente, deberá existir un “emperador” que rija los destinos de los “súbditos” latinoamericanos. Aunque naturalmente esta vez deberá ser un “criollo”. Eso es lo que traslucen las palabras de Chávez cuando invoca al Libertador Simón Bolívar.
El escenario descrito, es indicador de un hecho relevante: en el orden de prioridades de estos grupos, el bienestar de las masas populares tiene un interés secundario, frente a las ansias de hacerse con el poder. No es un dato menor.
Ya lo dice el dicho popular: “A río revuelto, ganancia de pescadores”.
En los años 60s, conforme a los tiempos que corrían, el medio para intentar llegar al poder era la lucha armada. Hoy en día, adaptándose a la nueva realidad hemisférica, es a través de métodos democráticos. No obstante, subyacente permanece la estrategia inicial: provocar el caos.
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