Los fabricantes mexicanos de automóviles prosperan debido al libre comercio con el mundo

13 de December, 2017

El Presidente Trump ha considerado al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) — y al libre comercio en general – como chivo expiatorio de todos los problemas que padecen los empleos manufactureros estadounidenses desde que se convirtió en candidato presidencial.

Ahora, tras las negociaciones iniciales para revisar el TLCAN, los estadounidenses verán cómo la retórica se compara con la realidad. El discurso de Robert Lighthizer, Representante de Comercio de los Estados Unidos culpando al TLCAN por el déficit comercial de los Estados Unidos con México, especialmente en el sector automotor, indica que “enmendar” ese “desequilibrio” será una prioridad. Recuérdese, que Trump ha amenazado con un impuesto del 35% sobre los BMW producidos en una nueva planta mexicana y que se venden en los Estados Unidos.

Pero el hecho de tratar al auge de la producción automotriz mexicana como el resultado de una protección insuficiente para los productores estadounidenses de automóviles, que debe ser “corregido” mediante el proteccionismo, refleja un gran malentendido que perjudicará en lugar de beneficiar a los estadounidenses. En realidad, ese auge es principalmente el resultado de que México posee un comercio de automóviles más libre con otros países que el que tienen los Estados Unidos. Gracias a sus acuerdos de libre comercio, México tiene acceso libre de aranceles a países que representan el 60% del PIB mundial, una ventaja que empequeñece los ahorros en materia de costos laborales estimados de México de entre 600 a 700 dólares por vehículo respecto de la producción estadounidense.

La Unión Europea, donde se venderán muchos de los vehículos ensamblados en México, deja en claro este punto. La UE impone un arancel de importación del 10% a los vehículos fabricados en los Estados Unidos. Ese impuesto se remonta al menos a la “Guerra del Pollo”* de 1963, cuando el presidente Johnson impuso un arancel del 25% a los camiones livianos importados en represalia por los aranceles franceses y alemanes sobre los pollos provenientes de los Estados Unidos. (El arancel sobre el camión liviano ha generado algunas formas de evasión altamente creativas que resultan una lectura interesante). Sin embargo, los vehículos importados de México no enfrentan ese arancel.

Ese arancel del 10% sobre los automóviles producidos en los Estados Unidos implica que un Ford o Nissan de 25.000 dólares producido en México, a diferencia de uno estadounidense, no sea gravado con un impuesto de 2.500 dólares. La diferencia es mucho mayor que el diferencial del costo de la mano de obra. Y como informa el Center for Automotive Research o CAR por su sigla en inglés (Centro para la Investigación Automotriz), “La ventaja arancelaria para México por el TLC (Tratado de Libre Comercio) crece proporcionalmente con el valor del vehículo (por ejemplo, para un vehículo que cuesta 50.000 dólares, la ventaja aumentaría a 5.000 dólares en concepto de ahorros por evitar el arancel)”.

“Para [alguien] que argumente que el libre comercio ha llevado al vaciamiento de la producción manufacturera estadounidense”, escribió Tim Mullaney para CNBC, “el aspecto más irónico puede ser que las compañías de automóviles están produciendo en México y no en los Estados Unidos, en gran medida debido a que tiene un comercio más libre con el resto del mundo que el que tienen los Estados Unidos”.

De eso se hizo eco Bernard Swiecki de CAR, quien señaló que “los acuerdos de libre comercio están llevando a la [expansión en México] de BMW y Audi, pero no son tratados de libre comercio con nosotros…. el TLCAN… no fue el acuerdo comercial que hizo que eso sucediera”.

A pesar de la diatriba y grandilocuencia de Trump, en realidad está transitando un sendero trillado de proteccionismo que es más probable que resulte en restricciones mutuamente dañinas que en beneficios mutuos para los estadounidenses y otros. Un comercio más libre, y no las amenazas de castigar a los que no hacen lo que Trump desea, será una manera mucho más eficaz de promover los intereses de los estadounidenses.

*Nota del Traductor:

El impuesto al pollo es un arancel del 25% sobre el almidón de patata, la dextrina, el brandy, y los camiones livianos impuesto en 1963 por los Estados Unidos bajo el Presidente Lyndon B. Johnson en respuesta a los aranceles establecidos por Francia y Alemania Occidental a la importación de pollos de los EE.UU.. El período de tensiones y negociaciones que rodearon el tema entre 1961 y 1964 fue conocido como la “Guerra del Pollo”, en el apogeo de la política de la Guerra Fría.

Traducido por Gabriel Gasave

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