¿Un nuevo día en Irak?

6 de julio, 2004

De acuerdo con el procónsul estadounidense Paul Bremer, la transferencia del poder a los iraquíes arrojará a Irak por la senda de la paz, de la prosperidad y de la democracia. Si Bremer no esta cínicamente brindando la línea partidaria de la administración Bush, se encuentra en un universo paralelo.

Los principales inconvenientes con la visón halagüeña de Bremer son dobles. Primero, los insurgentes saben que los Estados Unidos pueden ser vencidos porque eso está ya aconteciendo. Saben que sus ataques crecientemente sofisticados y coordinados durante este tiempo han provocado que el público estadounidense se indigne tanto del Presidente Bush como de la Guerra de Irak. Según la última encuesta del New York Times/CBS News, el índice de aprobación del presidente ha caído al 42 por ciento, el más bajo de su mandato. También, un 60 por ciento de los estadounidenses desaprueba actualmente la política de Irak del presidente y no considera que la invasión justificara su costo.

A pesar de que las fuerzas armadas de los EE.UU. creen que el “centro de gravedad” en la continua Guerra de Irak está dado por “los corazones y las mentes” del pueblo iraquí, los insurgentes iraquíes creen, como lo hicieran los nor vietnamitas casi 40 años atrás, que el centro de gravedad yace con los corazones y las mentes del pueblo estadounidense. Los insurgentes iraquíes deben estar complacidos de que en la era de los noticiosos de 24 horas, la Guerra de Irak se volviera impopular en los Estados Unidos mucho más rápido que los años que se necesitaron para drenar el apoyo del público estadounidense para el conflicto de Vietnam. ¿Por qué dejarían de pelear los insurgentes iraquíes cuando están ganando? Los expertos militares afirman que los Estados Unidos se encuentran venciendo tácticamente (batallas específicas), pero pierden operativamente, estratégicamente y en el plano de la gran estrategia. Este abismal estado de cosas reproduce la experiencia de los EE.UU. en Vietnam, en la cual los Estados Unidos ganaron todas las batallas y perdieron la guerra debido a que el público estadounidense eventualmente se cansó, se desilusionó y se exasperó con ella.

Los insurgentes iraquíes han modelado su insurgencia en base al eficaz alzamiento palestino contra los israelíes en los territorios ocupados. Han aprendido además de las lecciones del involucramiento estadounidense en Vietnam, el Líbano y Somalia y de la ocupación soviética de Afganistán. Las guerrillas proseguirán con sus ataques de golpear y correr hasta que la fuerza más poderosa se torne exhausta y parta. En otras palabras, si los guerrilleros no pierden de manera decisiva, eventualmente ganarán.

El combatir al estilo guerrillero es la forma más exitosa de guerra en la historia humana. Y la insurgencia iraquí cumple con todos los prerrequisitos necesarios para una exitosa operación guerrillera. A fin de prevalecer, los insurgentes precisan de un santuario, de una fuente de armamentos y provisiones, y del apoyo de una porción significativa del pueblo iraquí. Las fronteras de Irak con Siria e Irán son tan porosas que los jihadistas desde fuera de Irak pueden infiltrarse fácilmente desde santuarios en aquellas naciones. Los armamentos y las provisiones es muy probable de que fluyan a raudales desde esos países. Siria e Irán puede estar activamente suministrándolas o mirando para otro lado mientras las mismas se filtran desde los jihadistas y otros financistas alrededor del mundo. Además, Irak se encuentra inundada de armas, y existen muchos depósitos de armamentos y municiones no custodiados.

Finalmente, y muy angustiosamente, segmentos significativos del pueblo iraquí es probable que estén asistiendo y aprovisionando a los insurgentes. A pesar de que a la administración Bush le gusta culpar de la violencia a elementos truhanes (terroristas extranjeros y ex simpatizantes de Saddam), el pueblo iraquí no parece estar denunciando a estos individuos a las fuerzas de ocupación. Por supuesto, la administración dirá que los insurgentes están intimidando a los iraquíes comunes para que no lo hagan. Pero incluso ese no es un buen síntoma. Como mínimo, muchos iraquíes – viendo que el apoyo para el presidente y la guerra están menguando en los Estados Unidos y recordando que los EE.UU. abandonaron a los Kurdos y a los chiitas para que fuesen masacrados por Saddam tras alentarlos a sublevarse después de la primera Guerra del Golfo – están apostando a que los insurgentes estarán por allí muchos más tiempo que los cambiantes estadounidenses. Además, las desdichadas fuerzas de seguridad iraquíes son incapaces de proporcionarle a alguien — incluidas a ellas mismas y a otros “colaboradores”— una seguridad adecuada ante los ataques de la guerrilla.

Es suficientemente malo que la visión de Bremer no reconociera que muchos iraquíes comunes se encuentran rodeando a sus posturas permaneciendo sobre la cerca. Un segundo y peor problema con el escenario optimista de Bremer es el de que numerosos iraquíes están pasándose al otro bando. Ominosamente, durante los meses pasados, los leales a Saddam parecieron haber estado jugando menos un papel en la insurgencia, al mismo tiempo que la participación se ha extendido a los iraquíes comunes. Incluso el Presidente Bush ha admitido que la ocupación estadounidense es impopular con el pueblo iraquí. Ese sentimiento nacionalista en ciernes ha sido adicionalmente estimulado por las torturas estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib y debido a que la lenta y complicada por la violencia reconstrucción estadounidense del país no ha cubierto las expectativas iraquíes.

Por lo tanto, difícilmente sea un nuevo día en Irak para los iraquíes o para la ocupación estadounidense. En verdad, es el crepúsculo y los rayos de esperanza por un resultado exitoso en Irak se están desvaneciendo.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.

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