Si el pueblo de Yugoslavia tiene éxito en su valeroso intento de deponer a Slobodan Milosevic del poder, su triunfo será a pesar de la política estadounidense y no como resultado de ella. Incluso el Presidente Clinton ha reconocido tácitamente esa realidad mediante su minimizado apoyo a la oposición yugoslava durante la crisis actual. De hecho, el Presidente advirtió ayer ". . . No creo que los Estados Unidos deberían decir o hacer algo que solamente fortalecería la mano del Sr. Milosevic."

El acercamiento de bajo perfil es necesario porque en el pasado, la política estadounidense hacia Yugoslavia ha sido muy severa. No resulta sorprendente, que la campaña de bombardeos de la OTAN liderada por los EE.UU. del año anterior, meramente consolidara la posición de Milosevic en el país. Vojislav Kostunica–líder de la oposición de Yugoslavia y evidente ganador de los comicios presidenciales del mes pasado–condenó a los bombardeos de la OTAN como un "acto criminal" y sostuvo que la táctica muscular de los EE.UU. solamente ayudó a Milosevic a permanecer en el poder.

En agosto, cuando una oficina estadounidense en Hungría fue abierta para apoyar a las fuerzas democráticas en Yugoslavia, Kostunica denunció a los Estados Unidos por su "flagrante interferencia " en los asuntos yugoslavos. Agréguense a esto, casi 10 años de paralizantes sanciones económicas internacionales dirigidas a castigar a Yugoslavia y la fuente de sentimientos anti-occidentales entre el pueblo yugoslavo es así fácilmente discernida. Ya sea que el pueblo estadounidense le otorgue o no a Bill Clinton altos grados de aprobación, el mismo detestaría a cualquier poder extranjero que los bombardease, procurase empobrecerlos empleando la coerción económica e intentase manipular el sistema político de los EE.UU..

La política de los EE.UU. convirtió al insignificante dictador Milosevic en un monstruo hitleriano y tiene una obsesión con quitarlo del poder. La asunción implícita es que la estabilidad retornará milagrosamente a los Balcanes una vez que él sea expulsado. Pero Kostunica es también un nacionalista que respaldó a los serbios kosovares en su intento de mantener a la provincia dentro de Serbia y apoyó a los serbios bosnios durante su guerra de secesión entre 1991 y 1995.

Los conflictos en los Balcanes son conducidos por rivalidades étnicas insuperables que se remontan a cientos de años atrás y son probablemente inmunes a los cambios en el liderazgo. No obstante, la política intervencionista estadounidense (bombardeos, sanciones, mantenimiento de la paz, y edificación de naciones) ignora que es el pueblo de los Balcanes el que en última instancia, tendrá que solucionar sus propios problemas.

Traducido Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.