La verdura fresca importada de México no puede protestar, exigir servicios sociales ni votar. Sin embargo, un trabajador inmigrante de México que cultiva verduras en una granja estadounidense podría algún día hacer las tres cosas. ¿Es este un motivo justificable para preocuparse? Muchos estadounidenses temen que los inmigrantes procedentes de países más pobres, como México, podrían eventualmente socavar las mismas libertades que crearon la prosperidad que los ha atraído a los Estados Unidos. Pero nueva evidencia pone en duda estos temores.
El gobernador de Luisiana, Bobby Jindal (Republicano), se hizo eco de los sentimientos de muchos cuando recientemente expresó acerca de los inmigrantes que “de muchas maneras usted está observando a personas que desean venir y, de algún modo, quieren abolir nuestra cultura—quieren venir y casi colonizar nuestros países”. George Borjas, un economista de Harvard e inmigrante de Cuba, comparte este temor.
En un artículo reciente, se preocupa por que la migración a gran escala podría socavar la calidad institucional en los Estados Unidos de manera tal que empiece a parecerse a la de los países más pobres a los que muchos inmigrantes han dejado atrás. A su vez, esta pronosticada transformación podría “fácilmente convertir la abundancia esperada (estática) de un país receptor de una inmigración sin restricciones en una debacle económica”.
Un hecho real, sin embargo, muestra la falacia de esa idea: La economía del comercio internacional de la mano de obra (la inmigración) no difiere fundamentalmente de la del comercio de bienes. El intercambio en cada tipo de mercado permite una mayor especialización la cual incrementa la productividad y genera importantes ganancias para ambos socios comerciales. El temor es que los inmigrantes también pueden traer un equipaje no económico que socave las libertades económicas que nos hacen productivos y prósperos.
Estos temores tienen algún fundamento. La Encuesta Social General realizada en los Estados Unidos revela que los inmigrantes tienden a sostener más puntos de vista anti-mercado que la población nativa. Sin embargo, la magnitud de la diferencia es pequeña.
Los inmigrantes también influyen en las opiniones políticas de la población nativa. Muchos estudios académicos han encontrado que el aumento de la inmigración tiende a hacer que la población nativa sea menos receptiva a tener un gran Estado de bienestar.
La cuestión de cómo los inmigrantes podrían influir en las instituciones es en última instancia una de tipo empírica. Dos estudios recientes arrojan luz sobre el tema.
En el primer estudio, los economistas Zach Gochenour y Alex Nowrasteh observaron cómo la inmigración hacia los distintos estados de los EE.UU. desde 1970 hasta 2010 influyó sobre el gasto público en asistencia social, la educación del ciclo escolar primario y secundario, el Medicaid y el seguro de desempleo. Encontraron que la inmigración no influyó en los gastos totales o en los gastos per cápita en ninguna de estas categorías. En resumen, la inmigración no tuvo ningún efecto neto sobre el tamaño del Estado de bienestar.
En el segundo trabajo, yo, junto con cuatro coautores, formulamos la pregunta: ¿Impacta la inmigración sobre las instituciones? Nuestro enfoque involucró el análisis de datos de más de 100 países, incluidos algunos que diferían ampliamente con respecto a las poblaciones de inmigrantes. Algunos prácticamente no tenían inmigrantes, mientras que en otros los inmigrantes ascienden a tanto como al 77 por ciento de su población.
Medimos la calidad institucional utilizando el Informe Anual de la Libertad Económica en el Mundo, que emplea una medida mucho más amplia de la calidad institucional que simplemente la del tamaño del Estado de bienestar. Incluye protecciones a la propiedad privada, las regulaciones, una moneda sana y la libertad para comerciar con el mundo, además del tamaño del gobierno.
Analizamos cómo la cantidad inicial de inmigrantes en 1990, acumulada a lo largo de las décadas anteriores, influyó en el cambio de la libertad económica entre 1990 y 2011. También examinamos cómo el flujo de inmigrantes impactó en la libertad durante el mismo periodo.
No importa qué otras variables incluimos en nuestro análisis estadístico, nunca encontramos que una mayor inmigración disminuyó la libertad económica. Por el contrario, con frecuencia encontramos que una mayor población o flujo de inmigrantes aumentaron la libertad económica de un país. Este hallazgo se sostuvo incluso cuando nos concentramos sólo en los inmigrantes de los países más pobres.
La opinión de consenso de los científicos sociales que estudian la inmigración es que ella genera ganancias netas para la economía mundial, los propios inmigrantes y las personas nacidas en los países de destino. Mucho menos se sabe acerca de cómo los inmigrantes podrían impactar en las instituciones económicas de un país de destino. Pero la evidencia preliminar indica que los inmigrantes tienen más probabilidades de mejorar nuestras instituciones económicas que las que tienen de destruirlas.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Destruirán los inmigrantes nuestra libertad?
La verdura fresca importada de México no puede protestar, exigir servicios sociales ni votar. Sin embargo, un trabajador inmigrante de México que cultiva verduras en una granja estadounidense podría algún día hacer las tres cosas. ¿Es este un motivo justificable para preocuparse? Muchos estadounidenses temen que los inmigrantes procedentes de países más pobres, como México, podrían eventualmente socavar las mismas libertades que crearon la prosperidad que los ha atraído a los Estados Unidos. Pero nueva evidencia pone en duda estos temores.
El gobernador de Luisiana, Bobby Jindal (Republicano), se hizo eco de los sentimientos de muchos cuando recientemente expresó acerca de los inmigrantes que “de muchas maneras usted está observando a personas que desean venir y, de algún modo, quieren abolir nuestra cultura—quieren venir y casi colonizar nuestros países”. George Borjas, un economista de Harvard e inmigrante de Cuba, comparte este temor.
En un artículo reciente, se preocupa por que la migración a gran escala podría socavar la calidad institucional en los Estados Unidos de manera tal que empiece a parecerse a la de los países más pobres a los que muchos inmigrantes han dejado atrás. A su vez, esta pronosticada transformación podría “fácilmente convertir la abundancia esperada (estática) de un país receptor de una inmigración sin restricciones en una debacle económica”.
Un hecho real, sin embargo, muestra la falacia de esa idea: La economía del comercio internacional de la mano de obra (la inmigración) no difiere fundamentalmente de la del comercio de bienes. El intercambio en cada tipo de mercado permite una mayor especialización la cual incrementa la productividad y genera importantes ganancias para ambos socios comerciales. El temor es que los inmigrantes también pueden traer un equipaje no económico que socave las libertades económicas que nos hacen productivos y prósperos.
Estos temores tienen algún fundamento. La Encuesta Social General realizada en los Estados Unidos revela que los inmigrantes tienden a sostener más puntos de vista anti-mercado que la población nativa. Sin embargo, la magnitud de la diferencia es pequeña.
Los inmigrantes también influyen en las opiniones políticas de la población nativa. Muchos estudios académicos han encontrado que el aumento de la inmigración tiende a hacer que la población nativa sea menos receptiva a tener un gran Estado de bienestar.
La cuestión de cómo los inmigrantes podrían influir en las instituciones es en última instancia una de tipo empírica. Dos estudios recientes arrojan luz sobre el tema.
En el primer estudio, los economistas Zach Gochenour y Alex Nowrasteh observaron cómo la inmigración hacia los distintos estados de los EE.UU. desde 1970 hasta 2010 influyó sobre el gasto público en asistencia social, la educación del ciclo escolar primario y secundario, el Medicaid y el seguro de desempleo. Encontraron que la inmigración no influyó en los gastos totales o en los gastos per cápita en ninguna de estas categorías. En resumen, la inmigración no tuvo ningún efecto neto sobre el tamaño del Estado de bienestar.
En el segundo trabajo, yo, junto con cuatro coautores, formulamos la pregunta: ¿Impacta la inmigración sobre las instituciones? Nuestro enfoque involucró el análisis de datos de más de 100 países, incluidos algunos que diferían ampliamente con respecto a las poblaciones de inmigrantes. Algunos prácticamente no tenían inmigrantes, mientras que en otros los inmigrantes ascienden a tanto como al 77 por ciento de su población.
Medimos la calidad institucional utilizando el Informe Anual de la Libertad Económica en el Mundo, que emplea una medida mucho más amplia de la calidad institucional que simplemente la del tamaño del Estado de bienestar. Incluye protecciones a la propiedad privada, las regulaciones, una moneda sana y la libertad para comerciar con el mundo, además del tamaño del gobierno.
Analizamos cómo la cantidad inicial de inmigrantes en 1990, acumulada a lo largo de las décadas anteriores, influyó en el cambio de la libertad económica entre 1990 y 2011. También examinamos cómo el flujo de inmigrantes impactó en la libertad durante el mismo periodo.
No importa qué otras variables incluimos en nuestro análisis estadístico, nunca encontramos que una mayor inmigración disminuyó la libertad económica. Por el contrario, con frecuencia encontramos que una mayor población o flujo de inmigrantes aumentaron la libertad económica de un país. Este hallazgo se sostuvo incluso cuando nos concentramos sólo en los inmigrantes de los países más pobres.
La opinión de consenso de los científicos sociales que estudian la inmigración es que ella genera ganancias netas para la economía mundial, los propios inmigrantes y las personas nacidas en los países de destino. Mucho menos se sabe acerca de cómo los inmigrantes podrían impactar en las instituciones económicas de un país de destino. Pero la evidencia preliminar indica que los inmigrantes tienen más probabilidades de mejorar nuestras instituciones económicas que las que tienen de destruirlas.
Traducido por Gabriel Gasave
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