La cuestión que mantendrá ocupados a los Estados Unidos durante los próximos meses es si el nuevo Congreso, el numero 112, tiene aún la voluntad de recortar los insostenibles excesos a los que Washington se ha acostumbrado o volverá a caer en sus viejos e insalubres hábitos.
Todos los representantes deben librar una batalla entre los deseos personales y la voluntad de tomar decisiones responsables. Pero el camino de la disciplina está atestado de tentaciones.
La primera prueba será el aumento del límite legal de la cantidad de dinero que el gobierno puede pedir prestado. Incluso antes de que el nuevo Congreso tomase juramentado, Austan Goolsbee, presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Obama, estaba advirtiendo que dejar de aumentar el límite al endeudamiento—actualmente 14,3 billones de dólares (trillones en inglés), o más del 95 por ciento del Producto Bruto Interno del año pasado—sería algo “catastrófico” y una pura “locura”.
El clamor de Goolsbee por aflojar el cinturón de un ya obeso presupuesto federal sonó muy parecido a las excusas que utilizan aquellos que comen en exceso para evitar cambiar sus hábitos. “Sólo unas pocas galletas más. . . . Me ocuparé mañana de esos jeans ceñidos”.
Goolsbee ciertamente no es el primero que desea retrasar el auto sacrificio. Desde la Primera Guerra Mundial, cuando la Second Liberty Bond Act de 1917 puso un límite legal al endeudamiento del gobierno, el Congreso ha aumentado el límite máximo de la deuda más de 70 veces. Pero cada incremento, como las galletas adicionales, ha hecho que sea más difícil de parar y ha ayudado a ocultar el hecho de que nos enfrentamos a la ruina si la indulgencia excesiva continúa.
Lamentablemente, lo que ha sido un problema relativamente benigno hasta hace poco—el proverbial “5 kilitos de más”—se ha convertido actualmente en el equivalente de la crisis de la obesidad en los Estados Unidos.
El economista Craig Eyermann, creador de nuestra calculadora en línea para conocer el costo del gobierno, MyGovCost.org, examinó recientemente la carga económica que el gasto gubernamental ha puesto sobre las familias estadounidenses.
En su breve estudio, “Aim at the Zero Deficit Line” (“Apuntar a la línea del Déficit Cero”), Eyermann halló que entre los años 1967 y 2001 los ingresos promedio de los hogares y el gasto gubernamental aumentaron aproximadamente a la misma tasa. Como resultado, durante ese período de casi 35 años, Washington podría haber equilibrado el presupuesto federal mediante la reducción del gasto federal en apenas 570,75 dólares por familia al año.
Después de 2001, sin embargo, la brecha entre los ingresos hogareños promedio y el gasto gubernamental se ensanchó—con los ingresos más o menos estancados, mientras que el gasto público se disparó. Para 2009, descubrió Eyermann, el gobierno habría tenido que bajar el gasto en aproximadamente 8.991 dólares por hogar para equilibrar el presupuesto.
El pasado otoño, antes de convertirse en presidente de la Cámara de Representantes, el parlamentario John Boehner propuso retrotraer el gasto federal a los niveles de 2008. Pero eso es como si una persona mayor sedentaria redujese su ingesta calórica diaria de 5.500 a 4.500 calorías; todavía sigue siendo demasiado.
El presupuesto federal en el año fiscal 2010 fue de 3,6 billones de dólares. En el año fiscal 2008 era 2,9 billones. En el año 2000, el último año completo del presidente Clinton en el cargo, el presupuesto fue de 1,8 billones de dólares.
Muchos socialistas hablan de la era Clinton como la edad de oro de la política contemporánea, cuando todo estaba bien en Washington. Así que regresemos a aquellos días dorados, cuando el presupuesto federal era la mitad de lo que es hoy.
Como todos los glotones que se empeñan en cambiar, los políticos y los asesores presidenciales proporcionarán un montón de excusas para aumentar el límite del endeudamiento—sólo por esta vez. Pero si los 70 incrementos anteriores no fueron suficientes, ¿por qué este aumento será diferente? ¿O es que Washington está jugando uno de sus juegos habituales?
El mañana está ahora sobre nosotros—el despilfarrador Congreso 111 es historia y el 112 ha tomado su lugar, prometiendo fidelidad a los fundadores de los Estados Unidos y frugalidad a los contribuyentes estadounidenses.
¿Se mantendrá en línea Washington esta vez? Suspiro en esperanzada exasperación mientras tomo otra galleta.
Traducido por Gabriel Gasave
La crisis de obesidad del gobierno de los EE.UU.
La cuestión que mantendrá ocupados a los Estados Unidos durante los próximos meses es si el nuevo Congreso, el numero 112, tiene aún la voluntad de recortar los insostenibles excesos a los que Washington se ha acostumbrado o volverá a caer en sus viejos e insalubres hábitos.
Todos los representantes deben librar una batalla entre los deseos personales y la voluntad de tomar decisiones responsables. Pero el camino de la disciplina está atestado de tentaciones.
La primera prueba será el aumento del límite legal de la cantidad de dinero que el gobierno puede pedir prestado. Incluso antes de que el nuevo Congreso tomase juramentado, Austan Goolsbee, presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Obama, estaba advirtiendo que dejar de aumentar el límite al endeudamiento—actualmente 14,3 billones de dólares (trillones en inglés), o más del 95 por ciento del Producto Bruto Interno del año pasado—sería algo “catastrófico” y una pura “locura”.
El clamor de Goolsbee por aflojar el cinturón de un ya obeso presupuesto federal sonó muy parecido a las excusas que utilizan aquellos que comen en exceso para evitar cambiar sus hábitos. “Sólo unas pocas galletas más. . . . Me ocuparé mañana de esos jeans ceñidos”.
Goolsbee ciertamente no es el primero que desea retrasar el auto sacrificio. Desde la Primera Guerra Mundial, cuando la Second Liberty Bond Act de 1917 puso un límite legal al endeudamiento del gobierno, el Congreso ha aumentado el límite máximo de la deuda más de 70 veces. Pero cada incremento, como las galletas adicionales, ha hecho que sea más difícil de parar y ha ayudado a ocultar el hecho de que nos enfrentamos a la ruina si la indulgencia excesiva continúa.
Lamentablemente, lo que ha sido un problema relativamente benigno hasta hace poco—el proverbial “5 kilitos de más”—se ha convertido actualmente en el equivalente de la crisis de la obesidad en los Estados Unidos.
El economista Craig Eyermann, creador de nuestra calculadora en línea para conocer el costo del gobierno, MyGovCost.org, examinó recientemente la carga económica que el gasto gubernamental ha puesto sobre las familias estadounidenses.
En su breve estudio, “Aim at the Zero Deficit Line” (“Apuntar a la línea del Déficit Cero”), Eyermann halló que entre los años 1967 y 2001 los ingresos promedio de los hogares y el gasto gubernamental aumentaron aproximadamente a la misma tasa. Como resultado, durante ese período de casi 35 años, Washington podría haber equilibrado el presupuesto federal mediante la reducción del gasto federal en apenas 570,75 dólares por familia al año.
Después de 2001, sin embargo, la brecha entre los ingresos hogareños promedio y el gasto gubernamental se ensanchó—con los ingresos más o menos estancados, mientras que el gasto público se disparó. Para 2009, descubrió Eyermann, el gobierno habría tenido que bajar el gasto en aproximadamente 8.991 dólares por hogar para equilibrar el presupuesto.
El pasado otoño, antes de convertirse en presidente de la Cámara de Representantes, el parlamentario John Boehner propuso retrotraer el gasto federal a los niveles de 2008. Pero eso es como si una persona mayor sedentaria redujese su ingesta calórica diaria de 5.500 a 4.500 calorías; todavía sigue siendo demasiado.
El presupuesto federal en el año fiscal 2010 fue de 3,6 billones de dólares. En el año fiscal 2008 era 2,9 billones. En el año 2000, el último año completo del presidente Clinton en el cargo, el presupuesto fue de 1,8 billones de dólares.
Muchos socialistas hablan de la era Clinton como la edad de oro de la política contemporánea, cuando todo estaba bien en Washington. Así que regresemos a aquellos días dorados, cuando el presupuesto federal era la mitad de lo que es hoy.
Como todos los glotones que se empeñan en cambiar, los políticos y los asesores presidenciales proporcionarán un montón de excusas para aumentar el límite del endeudamiento—sólo por esta vez. Pero si los 70 incrementos anteriores no fueron suficientes, ¿por qué este aumento será diferente? ¿O es que Washington está jugando uno de sus juegos habituales?
El mañana está ahora sobre nosotros—el despilfarrador Congreso 111 es historia y el 112 ha tomado su lugar, prometiendo fidelidad a los fundadores de los Estados Unidos y frugalidad a los contribuyentes estadounidenses.
¿Se mantendrá en línea Washington esta vez? Suspiro en esperanzada exasperación mientras tomo otra galleta.
Traducido por Gabriel Gasave
Despilfarro gubernamental/ClientelismoEconomíaGobierno y políticaPoder gubernamentalPolítica fiscal/Endeudamiento
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