Recientemente, Massoud Barzani, presidente de la norteña región kurda de Irak, declaró sin rodeos que la visión estadounidense de un Irak fuertemente unificado Irak eran “bonitos sueños y deseos”. Barzani procedió luego a acrecentar la presión en aras de una mayor descentralización del país y la ampliación del control kurdo sobre el petróleo.
Al mismo tiempo, los árabes sunitas, anteriormente más inclinados a mantener unido a Irak debido a que su sección del país posee pocas reservas de petróleo comprobadas, podrían muy bien reanudar su guerra de guerrillas contra el gobierno liderado por los chiitas. Si la pluralidad que el bloque Iraqiya respaldado por los sunitas obtuvo en las recientes elecciones le fuese arrebatada mediante el recuento de votos o la descalificación de candidatos, o si se estableciese algún nuevo gobierno de coalición que dejase fuera al bloque, los sunitas podrían reanudar la insurgencia. Ya el movimiento del Despertar Sunita, antiguos guerrilleros a los que los estadounidenses les pagaron, se encuentra desilusionado por su marginación electoral y las promesas incumplidas del régimen liderado por los chiitas de otorgarles cargos en el gobierno a sus ex combatientes.
Mientras tanto, la mayor parte de los grupos chiitas también han sido receptivos a la creación de un país más descentralizado.
Si bien la Constitución iraquí crea un estado bastante descentralizado, el suceso más preocupante para la unidad iraquí son las creciente demandas de Barzani. Los réditos electorales de Barzani—y debido a la parálisis política de Irak tras los comicios, su capacidad de ser decisivo en la selección del próximo Primer Ministro de Irak—hacen que él y los kurdos sean más estridentes en su búsqueda de la autonomía, o incluso tal vez de la independencia, y de apoderarse de la ciudad de Kirkuk, étnicamente mixta pero rica en petróleo. Si estallase una guerra civil, lo cual es totalmente posible en el momento en que las fuerzas estadounidenses abandonen el país, o después de que lo hagan, es probable que la misma restaure esta línea divisoria saturada de petróleo entre Kurdistán y la porción árabe sunita de Irak.
Aunque los Estados Unidos deberían haber patrocinado un cónclave de todos los grupos etno-sectarios iraquíes a efectos de discutir la descentralización antes de que los EE.UU. pierdan gran parte de su influencia como consecuencia de su proyectado retiro de tropas, este intento de evitar una probable guerra civil todavía precisa ser emprendido. Los kurdos están exigiendo acción con arreglo al Artículo 140 de la Constitución iraquí, que establece los pasos para un plebiscito que determine el destino de la porción norte de Irak, incluida Kirkuk. Si este referéndum se llevase a cabo sin un cónclave anticipado, el resultado podría ser explosivo.
Iraq siempre ha sido un país artificial desde su creación en la primera parte del siglo 20 por los británicos, que juntaron tres provincias no vinculadas del antiguo Imperio Otomano a fin de poder lograr el control del petróleo iraquí. Solamente el puño de hierro de los dictadores árabes sunitas, el último de los cuales fue Saddam Hussein, mantuvo unido al país—es decir, hasta que la invasión de los EE.UU. en 2003 acabó con el reinado sunita. Los kurdos nunca han querido en verdad ser parte de Irak, y la mayoría de los chiitas desean, como mínimo, una cierta autonomía del gobierno central. Incluso los sunitas tienen miedo de represalias de parte de algún gobierno central liderado por la mayoría chita, algunas de los cuales ya han sido cometidas.
Algunos analistas han afirmado—y con razón—que los Estados Unidos ya se han entrometido lo suficiente en Irak y han embrollado todo allí. Pero eso no es lo que aquí se propone. Los Estados Unidos deberían utilizar lo que les quede de influencia para evitar el descarrilamiento inminente, pero no sólo mediante el patrocinio y la mediación—no el entremetimiento—en el cónclave-iraquí. Los iraquíes deben alcanzar su propia solución; pero la cercana retirada de los efectivos estadounidenses, el actual estancamiento político, la desilusión sunita con el proceso electoral, y las crecientes demandas kurdas pueden muy bien hacer que todos los grupos sean mucho más receptivos a una solución descentralizada—siempre y cuando los EE.UU. actúen meramente como un facilitador neutral.
Aquí hay algunas cosas que los iraquíes podrían desear considerar en cualquier acuerdo de transferencia del poder. Cualquier acuerdo que garantice la estabilidad con posterioridad a la retirada de los EE.UU. probablemente precisará permitirles tanto a los kurdos como a los chiitas la autonomía para gestionar y mantener las ganancias de la producción de petróleo originada en las reservas existentes en sus territorios. También se necesitará algún tipo de reacomodamiento territorial* con fines electorales, que otorgue a los kurdos las tierras habitadas por ellos actualmente fuera de Kurdistán a cambio de que la región sunita pueda acceder a más reservas de petróleo.
En general, el gobierno central iraquí precisa ser debilitado o los tres grupos se disputarán el control de este órgano histórica y potencialmente opresivo. Por lo tanto, la seguridad y las funciones judiciales probablemente necesiten ser reintegradas a las regiones kurdas, sunitas y chiitas. El gobierno central podría convertirse en una confederación económica, manteniendo así las economías de escala en un mercado común, una moneda común y áreas de libre comercio e inversión.
Lo más importante es que una solución negociada de este tipo no debería serle impuesta a los iraquíes. Pero si ellos resultasen incapaces de lograr esa descentralización hacia su propio gobierno, las fisuras etno-sectarias es probable que despedacen violentamente a un Irak post-Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
Nota del traductor:
*En el original en inglés se utiliza la expresión “gerrymandering”, la cual encuentra su origen en el ex Gobernador de Massachusetts, Elbridge Gerry. El concepto de “gerrymandering” es definido por el sitio fairvote.org como el arte de la manipulación política. Se remonta a 1812, cuando Gerry dirigió la creación de un distrito político “que lucía como una salamandra” (en inglés salamander, de ahí el término gerrymander), a efectos de efectuar “la reconfiguración deliberada de los límites” de los distritos políticos con el objeto de afectar el resultado de los comicios.
Irak: Un restitución de poderes controlada o una desintegración descontrolada
Recientemente, Massoud Barzani, presidente de la norteña región kurda de Irak, declaró sin rodeos que la visión estadounidense de un Irak fuertemente unificado Irak eran “bonitos sueños y deseos”. Barzani procedió luego a acrecentar la presión en aras de una mayor descentralización del país y la ampliación del control kurdo sobre el petróleo.
Al mismo tiempo, los árabes sunitas, anteriormente más inclinados a mantener unido a Irak debido a que su sección del país posee pocas reservas de petróleo comprobadas, podrían muy bien reanudar su guerra de guerrillas contra el gobierno liderado por los chiitas. Si la pluralidad que el bloque Iraqiya respaldado por los sunitas obtuvo en las recientes elecciones le fuese arrebatada mediante el recuento de votos o la descalificación de candidatos, o si se estableciese algún nuevo gobierno de coalición que dejase fuera al bloque, los sunitas podrían reanudar la insurgencia. Ya el movimiento del Despertar Sunita, antiguos guerrilleros a los que los estadounidenses les pagaron, se encuentra desilusionado por su marginación electoral y las promesas incumplidas del régimen liderado por los chiitas de otorgarles cargos en el gobierno a sus ex combatientes.
Mientras tanto, la mayor parte de los grupos chiitas también han sido receptivos a la creación de un país más descentralizado.
Si bien la Constitución iraquí crea un estado bastante descentralizado, el suceso más preocupante para la unidad iraquí son las creciente demandas de Barzani. Los réditos electorales de Barzani—y debido a la parálisis política de Irak tras los comicios, su capacidad de ser decisivo en la selección del próximo Primer Ministro de Irak—hacen que él y los kurdos sean más estridentes en su búsqueda de la autonomía, o incluso tal vez de la independencia, y de apoderarse de la ciudad de Kirkuk, étnicamente mixta pero rica en petróleo. Si estallase una guerra civil, lo cual es totalmente posible en el momento en que las fuerzas estadounidenses abandonen el país, o después de que lo hagan, es probable que la misma restaure esta línea divisoria saturada de petróleo entre Kurdistán y la porción árabe sunita de Irak.
Aunque los Estados Unidos deberían haber patrocinado un cónclave de todos los grupos etno-sectarios iraquíes a efectos de discutir la descentralización antes de que los EE.UU. pierdan gran parte de su influencia como consecuencia de su proyectado retiro de tropas, este intento de evitar una probable guerra civil todavía precisa ser emprendido. Los kurdos están exigiendo acción con arreglo al Artículo 140 de la Constitución iraquí, que establece los pasos para un plebiscito que determine el destino de la porción norte de Irak, incluida Kirkuk. Si este referéndum se llevase a cabo sin un cónclave anticipado, el resultado podría ser explosivo.
Iraq siempre ha sido un país artificial desde su creación en la primera parte del siglo 20 por los británicos, que juntaron tres provincias no vinculadas del antiguo Imperio Otomano a fin de poder lograr el control del petróleo iraquí. Solamente el puño de hierro de los dictadores árabes sunitas, el último de los cuales fue Saddam Hussein, mantuvo unido al país—es decir, hasta que la invasión de los EE.UU. en 2003 acabó con el reinado sunita. Los kurdos nunca han querido en verdad ser parte de Irak, y la mayoría de los chiitas desean, como mínimo, una cierta autonomía del gobierno central. Incluso los sunitas tienen miedo de represalias de parte de algún gobierno central liderado por la mayoría chita, algunas de los cuales ya han sido cometidas.
Algunos analistas han afirmado—y con razón—que los Estados Unidos ya se han entrometido lo suficiente en Irak y han embrollado todo allí. Pero eso no es lo que aquí se propone. Los Estados Unidos deberían utilizar lo que les quede de influencia para evitar el descarrilamiento inminente, pero no sólo mediante el patrocinio y la mediación—no el entremetimiento—en el cónclave-iraquí. Los iraquíes deben alcanzar su propia solución; pero la cercana retirada de los efectivos estadounidenses, el actual estancamiento político, la desilusión sunita con el proceso electoral, y las crecientes demandas kurdas pueden muy bien hacer que todos los grupos sean mucho más receptivos a una solución descentralizada—siempre y cuando los EE.UU. actúen meramente como un facilitador neutral.
Aquí hay algunas cosas que los iraquíes podrían desear considerar en cualquier acuerdo de transferencia del poder. Cualquier acuerdo que garantice la estabilidad con posterioridad a la retirada de los EE.UU. probablemente precisará permitirles tanto a los kurdos como a los chiitas la autonomía para gestionar y mantener las ganancias de la producción de petróleo originada en las reservas existentes en sus territorios. También se necesitará algún tipo de reacomodamiento territorial* con fines electorales, que otorgue a los kurdos las tierras habitadas por ellos actualmente fuera de Kurdistán a cambio de que la región sunita pueda acceder a más reservas de petróleo.
En general, el gobierno central iraquí precisa ser debilitado o los tres grupos se disputarán el control de este órgano histórica y potencialmente opresivo. Por lo tanto, la seguridad y las funciones judiciales probablemente necesiten ser reintegradas a las regiones kurdas, sunitas y chiitas. El gobierno central podría convertirse en una confederación económica, manteniendo así las economías de escala en un mercado común, una moneda común y áreas de libre comercio e inversión.
Lo más importante es que una solución negociada de este tipo no debería serle impuesta a los iraquíes. Pero si ellos resultasen incapaces de lograr esa descentralización hacia su propio gobierno, las fisuras etno-sectarias es probable que despedacen violentamente a un Irak post-Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
Nota del traductor:
*En el original en inglés se utiliza la expresión “gerrymandering”, la cual encuentra su origen en el ex Gobernador de Massachusetts, Elbridge Gerry. El concepto de “gerrymandering” es definido por el sitio fairvote.org como el arte de la manipulación política. Se remonta a 1812, cuando Gerry dirigió la creación de un distrito político “que lucía como una salamandra” (en inglés salamander, de ahí el término gerrymander), a efectos de efectuar “la reconfiguración deliberada de los límites” de los distritos políticos con el objeto de afectar el resultado de los comicios.
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