Con su habitual mal discernimiento para las relaciones públicas, la administración Bush proporcionó otro “momento Kodak” de beligerancia incompetente al nuevamente enviar a un funcionario de alta jerarquía de la administración a utilizar un portaaviones como escenario para una arenga militarista. El vicepresidente Dick Cheney logró contenerse de desplegar otra pancarta de “misión cumplida” durante su discurso a la tripulación del John C. Stennis, estacionado a 150 millas de la costa de Irán. Pero en la medida que Cheney advirtió a Irán contra la interrupción de las rutas de transporte del petróleo o la obtención de armas nucleares, el simbolismo del discurso recordaba también al público estadounidense el fiasco anterior del Presidente Bush a bordo de otro portaaviones. Nos obstante, el discurso de Cheney puede tener implicaciones más adversas para la seguridad de los EE.UU. que el anterior desastre en materia de relaciones públicas de Bush.
En su discurso, Cheney blandió el sable contra Irán al declarar,
“Con la afectación de dos grupos de combate en el golfo [Pérsico], estamos enviando mensajes claros a los amigos y adversarios por igual. Mantendremos a las rutas marítimas abiertas. Permaneceremos con nuestros amigos oponiéndonos al extremismo y las amenazas estratégicas. Desbarataremos los ataques contra nuestras propias fuerzas. Seguiremos llevando alivio a aquellos que sufren, y sometiendo a la justicia a los enemigos de la libertad. Nos uniremos a otros para evitar que Irán obtenga armas nucleares y domine esta región”.
Cheney advirtió también que una retirada estadounidense de Irak mejoraría la influencia de Irán en la región del Gofo Pérsico.
Pese a que el telón de fondo para el discurso fue cuestionable desde el punto de vista de las relaciones públicas, la coerción de Cheney de Irán es peor desde la perspectiva de una política. A pesar de que el discurso de Cheney es parte de una rutina de “policía bueno-policía malo” que también deja la puerta abierta para las negociaciones de los EE.UU. con Irán sobre los acontecimientos en Irak, la coerción estadounidense contra Irán posee un historial de fracasos. La invasión de Irak y otras amenazas de los Estados Unidos han provocado que los nerviosos iraníes redoblen sus esfuerzos para obtener armas nucleares, así como también para apoyar a los grupos amigables con Irán en Irak. La intimidación estadounidense adicional o un ataque militar contra Irán podría empujar a los iraníes a sacarse los guantes en Irak o bloquear la ruta para el transporte de petróleo fuera del Golfo Pérsico. Con respecto a lo último, sin embargo, la de alguna manera más moderada Secretaria de Estado Condoleezza Rice concluyó anteriormente que un escenario así resultaba improbable en virtud de que Irán precisa también transportar su petróleo a través de las rutas marítimas del Estrecho de Hormuz.
Nonetheless, Irán carece de medios potentes para vengarse sí los Estados Unidos cumplen sus amenazas. Mientras tanto, esas amenazas y las sanciones económicas lideradas por los EE.UU. están arrinconando a la enroscada víbora iraní.
Hay algo muy hipócrita respecto de la inquietud de Cheney de que Irán pudiese convertirse en la influencia predominante en el Golfo Pérsico cuando la superpotencia estadounidense ha ya intentado dominar a la región. De manera similar, el mayor estado con armas nucleares del mundo desea negar a Irán, que vive en un vecindario difícil, unas pocas ojivas nucleares. Eso no implica afirmar que sería bueno que un Irán gobernado de manera despótica domine la región del golfo o adquiera armas nucleares. Pero, desde la perspectiva del contribuyente estadounidense, podría no ser una buena política para los Estados Unidos proyectar una larga sombra sobre el área o tener a un arsenal nuclear tan grande conteniendo a miles de ojivas.
Finalmente, a pesar de que es cierto que una retirada estadounidense de Irak puede fortalecer la posición de Irán en la región, la administración debería haber pensado al respecto antes de neciamente abatir al principal contrapeso de Irán en esa parte del mundo—un Irak estable bajo Saddam Hussein. Los simpatizantes beligerantes de la administración Deberían aprender de la debacle de Irak que toda guerra no es ni patriótica ni inteligente, especialmente si ayuda a un adversario importante de los Estados Unidos.
La pura realidad es que tarde o temprano, haciendo a un lado a las amenazas huecas de Cheney, los Estados Unidos estarán compelidos a retirarse de Irak, e Irán probablemente ganará influencia en la región y es probable que eventualmente obtendrá armas nucleares. Una pancarta adecuada para el discurso de Cheney a bordo del portaaviones hubiese sido, “Misión cumplida—para Irán”.
Traducido por Gabriel Gasave
Misión cumplidapara Irán
Con su habitual mal discernimiento para las relaciones públicas, la administración Bush proporcionó otro “momento Kodak” de beligerancia incompetente al nuevamente enviar a un funcionario de alta jerarquía de la administración a utilizar un portaaviones como escenario para una arenga militarista. El vicepresidente Dick Cheney logró contenerse de desplegar otra pancarta de “misión cumplida” durante su discurso a la tripulación del John C. Stennis, estacionado a 150 millas de la costa de Irán. Pero en la medida que Cheney advirtió a Irán contra la interrupción de las rutas de transporte del petróleo o la obtención de armas nucleares, el simbolismo del discurso recordaba también al público estadounidense el fiasco anterior del Presidente Bush a bordo de otro portaaviones. Nos obstante, el discurso de Cheney puede tener implicaciones más adversas para la seguridad de los EE.UU. que el anterior desastre en materia de relaciones públicas de Bush.
En su discurso, Cheney blandió el sable contra Irán al declarar,
Cheney advirtió también que una retirada estadounidense de Irak mejoraría la influencia de Irán en la región del Gofo Pérsico.
Pese a que el telón de fondo para el discurso fue cuestionable desde el punto de vista de las relaciones públicas, la coerción de Cheney de Irán es peor desde la perspectiva de una política. A pesar de que el discurso de Cheney es parte de una rutina de “policía bueno-policía malo” que también deja la puerta abierta para las negociaciones de los EE.UU. con Irán sobre los acontecimientos en Irak, la coerción estadounidense contra Irán posee un historial de fracasos. La invasión de Irak y otras amenazas de los Estados Unidos han provocado que los nerviosos iraníes redoblen sus esfuerzos para obtener armas nucleares, así como también para apoyar a los grupos amigables con Irán en Irak. La intimidación estadounidense adicional o un ataque militar contra Irán podría empujar a los iraníes a sacarse los guantes en Irak o bloquear la ruta para el transporte de petróleo fuera del Golfo Pérsico. Con respecto a lo último, sin embargo, la de alguna manera más moderada Secretaria de Estado Condoleezza Rice concluyó anteriormente que un escenario así resultaba improbable en virtud de que Irán precisa también transportar su petróleo a través de las rutas marítimas del Estrecho de Hormuz.
Nonetheless, Irán carece de medios potentes para vengarse sí los Estados Unidos cumplen sus amenazas. Mientras tanto, esas amenazas y las sanciones económicas lideradas por los EE.UU. están arrinconando a la enroscada víbora iraní.
Hay algo muy hipócrita respecto de la inquietud de Cheney de que Irán pudiese convertirse en la influencia predominante en el Golfo Pérsico cuando la superpotencia estadounidense ha ya intentado dominar a la región. De manera similar, el mayor estado con armas nucleares del mundo desea negar a Irán, que vive en un vecindario difícil, unas pocas ojivas nucleares. Eso no implica afirmar que sería bueno que un Irán gobernado de manera despótica domine la región del golfo o adquiera armas nucleares. Pero, desde la perspectiva del contribuyente estadounidense, podría no ser una buena política para los Estados Unidos proyectar una larga sombra sobre el área o tener a un arsenal nuclear tan grande conteniendo a miles de ojivas.
Finalmente, a pesar de que es cierto que una retirada estadounidense de Irak puede fortalecer la posición de Irán en la región, la administración debería haber pensado al respecto antes de neciamente abatir al principal contrapeso de Irán en esa parte del mundo—un Irak estable bajo Saddam Hussein. Los simpatizantes beligerantes de la administración Deberían aprender de la debacle de Irak que toda guerra no es ni patriótica ni inteligente, especialmente si ayuda a un adversario importante de los Estados Unidos.
La pura realidad es que tarde o temprano, haciendo a un lado a las amenazas huecas de Cheney, los Estados Unidos estarán compelidos a retirarse de Irak, e Irán probablemente ganará influencia en la región y es probable que eventualmente obtendrá armas nucleares. Una pancarta adecuada para el discurso de Cheney a bordo del portaaviones hubiese sido, “Misión cumplida—para Irán”.
Traducido por Gabriel Gasave
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