A comienzos de agosto, Cuba consiguió un nuevo “líder máximo” por primera vez en casi medio siglo. Raúl Castro, de 75 años, “temporalmente” reemplazó a su hermano, Fidel, mientras este último se sometía a una importante cirugía.
Fidel, quien había sido filmado varios días antes en Argentina perdiendo el control al ser confrontado por un periodista argentino critico, desapareció de la vista a su regreso a Cuba. En una declaración preempaquetada e impresa hecha pública el día de su octogésimo cumpleaños, el 13 de agosto, dos semanas después de su intervención quirúrgica, le dijo a los cubanos que deberían estar “listos para confrontar cualquier noticia adversa” acerca de su salud.
Por lo tanto, ¿Fidel ha ya expirado o regresará al poder? ¿Saltará al escenario periódicamente en los meses venideros para ocuparse ligeramente de los limites del poder, ayudando o entorpeciendo a su hermano o a otros en una sucesión que ya pareciera haber comenzado? Ciertamente su poder absoluto nunca volverá a ser lo que fue dado que su largamente negada mortalidad resulta ahora tan obvia.
Los analistas difieren radicalmente en sus expectativas. Para mí, la incertidumbre inmediata clave es qué hará Fidel mientras sobreviva; hará el papel del “artífice” o del “destructivo”.>
Podría promover una sucesión suave, aunque tan solo sea reafirmando su certidumbre de que Raúl tomará las decisiones correctas para el futuro de Cuba, cualesquiera que ellas sean. O podría tercamente plantarse en su talones e insistir obstinadamente en mantener la verdadera fe fidelista que ha creado el actual embrollo.
La historia sugiere que persistirá con su tozudez, incrementando enormemente las perspectivas de un amargo conflicto, quizás incluso de una guerra civil y una intervención militar de los Estados Unidos. Pero algunos que han trabajado de manera muy cercana con los dos hermanos creen que su degustación de la mortalidad podría hacer que se vuelva cooperativo y les permita a sus sucesores encontrar su propia legitimidad nueva y diferente.
Si Fidel muere pronto sin ponerse firme, o coopera en la sucesión, yo vaticinaría una transición relativamente apacible hacia unas reformas económicas cuidadosamente orquestadas, probablemente bajo la dirección de Raúl Castro, pero con grados de apoyo de otros dirigentes actuales y tal vez anteriores.
¿Quién es Raúl? Siempre fue el leal Nº 2 al poder absoluto de Fidel. Pero ha sido por mucho tiempo el jugador clave detrás de escena, casi un loco por la eficiencia en términos cubanos. Sus actividades han incluido ser el sicario de Fidel, un papel que algunos consideran es la suma total de su carácter y que lo convertirá en un tirano del status quo. Lo dudo, en virtud de que Raúl es inteligente y mucho más pragmático que Fidel, además de ser más “humano”, específicamente más “cubano”, que su patriarcal hermano.
La Cuba actual es un agujero negro económico casi idéntico al de China cuando falleció Mao Zedong en 1976. En 2004, un funcionario cubano de alta jerarquía admitió a Le Monde Diplomatique que, “Todos [en Cuba] desean cambios económicos, excepto Fidel”.
Cualquier líder post-Fidel que aspire a sobrevivir debe demostrarle al pueblo cubano con bastante rapidez que hay una esperanza de una vida mejor en un futuro cercano. El pueblo soportó pacientemente las asfixiantes políticas económicas y la represión política de Fidel porque se trataba, bien, de Fidel. Pero tal como lo diría Basil Fawlty, no existe sustituto alguno para Fidel.
En el futuro cercano post-Fidel, los dirigentes cubanos es probable que sigan el ejemplo chino de mantener la imagen revolucionaria de su gran líder original aún cuando desmantelen gran parte de su pensamiento y de su sistema económico.
Raúl y muchos otros dirigentes políticos, militares y económicos cubanos han expresado durante años su admiración por el rápido progreso económico registrado en China y Vietnam. Con su talento para escuchar y trabajar con otros, Raúl puede tener una buena oportunidad de conducir un cambio al estilo chino, que consiste en reformas económicas sistemáticas, orientadas al mercado y de largo plazo identificadas como socialismo de mercado bajo la dirección de un partido único.
Hasta ahora, Fidel ha rechazado de plano un cambio al estilo chino para Cuba. Pero en noviembre de 2004, cuando el Presidente chino Hu Jintao visitó La Havana, Fidel afirmó que China es “la esperanza más promisoria y el mejor ejemplo para todos los países del Tercer Mundo”. De esa manera, en esta y en otras ocasiones, Fidel ha tendido un “puente” a las reformas al estilo chino en Cuba, lo que es más de lo que Mao hizo alguna vez en China.
Un prominente defensor de la democracia y economista cubano, Oscar Espinosa Chepe, acaba de escribir desde La Havana en el Miami Herald que piensa que Raúl puede convertirse en el Deng Xiaoping cubano y “promover reformas económicas con el objetivo de crear una base política”. Y agregó que, “las reformas económicas podrían ser una antesala para las reformas políticas”.
¿Qué deberían hacer los Estados Unidos? Dar marcha atrás y dejar que los cubanos resuelvan su propio futuro. Los estadounidenses debemos reconocer que si podemos convivir con el “socialismo de mercado” en China y Vietnam, lo mismo podemos hacer con relación a Cuba, si esa es la dirección que eligen seguir los nuevos dirigentes de la isla. Si los cubanos no siguen ese camino, y la democracia sencillamente no se encuentra entre las cartas en lo inmediato, se suicidarán y su futuro será mucho más sangriento y más complicado. Pero eso, también, depende de ellos.
Traducido por Gabriel Gasave
Raúl Castro, China, y la Cuba post-Fidel
A comienzos de agosto, Cuba consiguió un nuevo “líder máximo” por primera vez en casi medio siglo. Raúl Castro, de 75 años, “temporalmente” reemplazó a su hermano, Fidel, mientras este último se sometía a una importante cirugía.
Fidel, quien había sido filmado varios días antes en Argentina perdiendo el control al ser confrontado por un periodista argentino critico, desapareció de la vista a su regreso a Cuba. En una declaración preempaquetada e impresa hecha pública el día de su octogésimo cumpleaños, el 13 de agosto, dos semanas después de su intervención quirúrgica, le dijo a los cubanos que deberían estar “listos para confrontar cualquier noticia adversa” acerca de su salud.
Por lo tanto, ¿Fidel ha ya expirado o regresará al poder? ¿Saltará al escenario periódicamente en los meses venideros para ocuparse ligeramente de los limites del poder, ayudando o entorpeciendo a su hermano o a otros en una sucesión que ya pareciera haber comenzado? Ciertamente su poder absoluto nunca volverá a ser lo que fue dado que su largamente negada mortalidad resulta ahora tan obvia.
Los analistas difieren radicalmente en sus expectativas. Para mí, la incertidumbre inmediata clave es qué hará Fidel mientras sobreviva; hará el papel del “artífice” o del “destructivo”.>
Podría promover una sucesión suave, aunque tan solo sea reafirmando su certidumbre de que Raúl tomará las decisiones correctas para el futuro de Cuba, cualesquiera que ellas sean. O podría tercamente plantarse en su talones e insistir obstinadamente en mantener la verdadera fe fidelista que ha creado el actual embrollo.
La historia sugiere que persistirá con su tozudez, incrementando enormemente las perspectivas de un amargo conflicto, quizás incluso de una guerra civil y una intervención militar de los Estados Unidos. Pero algunos que han trabajado de manera muy cercana con los dos hermanos creen que su degustación de la mortalidad podría hacer que se vuelva cooperativo y les permita a sus sucesores encontrar su propia legitimidad nueva y diferente.
Si Fidel muere pronto sin ponerse firme, o coopera en la sucesión, yo vaticinaría una transición relativamente apacible hacia unas reformas económicas cuidadosamente orquestadas, probablemente bajo la dirección de Raúl Castro, pero con grados de apoyo de otros dirigentes actuales y tal vez anteriores.
¿Quién es Raúl? Siempre fue el leal Nº 2 al poder absoluto de Fidel. Pero ha sido por mucho tiempo el jugador clave detrás de escena, casi un loco por la eficiencia en términos cubanos. Sus actividades han incluido ser el sicario de Fidel, un papel que algunos consideran es la suma total de su carácter y que lo convertirá en un tirano del status quo. Lo dudo, en virtud de que Raúl es inteligente y mucho más pragmático que Fidel, además de ser más “humano”, específicamente más “cubano”, que su patriarcal hermano.
La Cuba actual es un agujero negro económico casi idéntico al de China cuando falleció Mao Zedong en 1976. En 2004, un funcionario cubano de alta jerarquía admitió a Le Monde Diplomatique que, “Todos [en Cuba] desean cambios económicos, excepto Fidel”.
Cualquier líder post-Fidel que aspire a sobrevivir debe demostrarle al pueblo cubano con bastante rapidez que hay una esperanza de una vida mejor en un futuro cercano. El pueblo soportó pacientemente las asfixiantes políticas económicas y la represión política de Fidel porque se trataba, bien, de Fidel. Pero tal como lo diría Basil Fawlty, no existe sustituto alguno para Fidel.
En el futuro cercano post-Fidel, los dirigentes cubanos es probable que sigan el ejemplo chino de mantener la imagen revolucionaria de su gran líder original aún cuando desmantelen gran parte de su pensamiento y de su sistema económico.
Raúl y muchos otros dirigentes políticos, militares y económicos cubanos han expresado durante años su admiración por el rápido progreso económico registrado en China y Vietnam. Con su talento para escuchar y trabajar con otros, Raúl puede tener una buena oportunidad de conducir un cambio al estilo chino, que consiste en reformas económicas sistemáticas, orientadas al mercado y de largo plazo identificadas como socialismo de mercado bajo la dirección de un partido único.
Hasta ahora, Fidel ha rechazado de plano un cambio al estilo chino para Cuba. Pero en noviembre de 2004, cuando el Presidente chino Hu Jintao visitó La Havana, Fidel afirmó que China es “la esperanza más promisoria y el mejor ejemplo para todos los países del Tercer Mundo”. De esa manera, en esta y en otras ocasiones, Fidel ha tendido un “puente” a las reformas al estilo chino en Cuba, lo que es más de lo que Mao hizo alguna vez en China.
Un prominente defensor de la democracia y economista cubano, Oscar Espinosa Chepe, acaba de escribir desde La Havana en el Miami Herald que piensa que Raúl puede convertirse en el Deng Xiaoping cubano y “promover reformas económicas con el objetivo de crear una base política”. Y agregó que, “las reformas económicas podrían ser una antesala para las reformas políticas”.
¿Qué deberían hacer los Estados Unidos? Dar marcha atrás y dejar que los cubanos resuelvan su propio futuro. Los estadounidenses debemos reconocer que si podemos convivir con el “socialismo de mercado” en China y Vietnam, lo mismo podemos hacer con relación a Cuba, si esa es la dirección que eligen seguir los nuevos dirigentes de la isla. Si los cubanos no siguen ese camino, y la democracia sencillamente no se encuentra entre las cartas en lo inmediato, se suicidarán y su futuro será mucho más sangriento y más complicado. Pero eso, también, depende de ellos.
Traducido por Gabriel Gasave
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