En Junio, Angel Gurria, un ex político mexicano, se convertirá en el nuevo secretario general de la OECD (sigla en inglés de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Seis candidatos se habían postulado al cargo, en un proceso fuertemente politizado. Uno de los candidatos era Alain Madelin, un político y liberal clásico francés, quien probablemente hubiese sacudido la jaula del mono. Pero el Sr. Gurria obtuvo el apoyo de la mayoría de los estados miembros, incluidos los Estados Unidos-pese a la reputación del Sr. Madelin como simpatizante de la política interna y exterior estadounidense.
La OECD fue creada en 1960 como la contraparte económica de la OTAN. Fue, en varios aspectos, defensora de la libertad económica occidental. Durante la década del 80, los estudios de la OECD se concentraron en soluciones de mercado contra la intervención estatal. Luego, la OECD empezó a marchar a la deriva.
La imposición de la «competencia justa» y de un «campo de juego global» han sido algunos de los caballos de Troya introducidos en la OECD. Considérese la iniciativa sobre la «competencia tributaria perjudicial», lanzada por el Comité de Asuntos Fiscales de la Organización en 1998. Las «fuerzas competitivas», señala la OECD, «han alentado a los países a hacer que sus sistemas tributarios sean más atractivos para los inversores. Sin embargo, algunas prácticas impositivas son anticompetitivas y socavan la competencia justa y la confianza del público en los sistemas tributarios». De esta forma, la OECD desea alcanzar un «campo de juego global uniforme» al exigirle a los estados miembros que apliquen sus leyes impositivas mediante el intercambio de información financiera, incluida la información bancaria sobre los individuos. En términos de la escuela de la elección pública, los cobradores de impuestos están formando un cartel a efectos de extraer la mayor suma posible de los gravados.
El vínculo entre la OECD y el Grupo de Acción Financiera (FATF es su sigla en inglés), un grupo intergubernamental que combate el lavado de dinero y promueve la vigilancia y el control de las actividades relacionadas, se vuelve entonces incomprensible. Si bien ambas organizaciones afirman que son independientes una de la otra, el informe de 2004 de la OECD intitulado Getting to Grips with Globalization coloca al FATF entre las «agencias afiliadas y organismos semi-autónomos». El secretariado del FATF se encuentra alojado en la sede central de la OECD en Paris. El informe señala que, «en varios aspectos, el trabajo de la OECD se complementa con el de… el Financial Action Task Force en la lucha contra el lavado de dinero. La OECD promueve la competencia … pero también insiste en que, para ser verdaderamente efectiva, la competencia precisa ser justa y abierta.
Desde los años 90, la OECD ha adoptado también los conceptos de «gobierno corporativo» y de «responsabilidad social». Sus recientemente publicados Principles of Corporate Governance asumen que el empleo de información privilegiada para la compra o venta de activos debe ser ilegal, que quienes poseen intereses en una empresa tienen derechos contra las corporaciones, y que, en general, el estado debe enseñarle ética a las corporaciones, por medio de la fuerza si es necesario.
Atrapada en un mantra «sustentable», la OECD ha publicado un Statistics Brief on Measuring Sustainable Development. El informe admite que «la selección de indicadores relacionados con la dimensión social es un acto político» y que «la agenda del desarrollo sustentable es amplia, abarcando virtualmente a todos los aspectos de la vida». No obstante, la OECD parecería perseguir el cumplimiento de esta agenda.
De ser un taller económico y estadístico inocuo y bastante útil orientado hacia el libre mercado, la OECD ha pasado a convertirse de esta forma en una promotora de las ordenes globales. Parte de la tarea realizada por la OECD todavía resulta útil-por ejemplo, sus estadísticas internacionales estandarizadas, sus análisis de los países, o sus investigaciones económicas en campos específicos (como el de los sistemas de atención de la salud). Cientos de economistas en una organización con un presupuesto de 200 millones de euros necesariamente tienen que hacer algo bien. El interrogante que persiste es el de sí los declinantes beneficios justifican los costos crecientes.
Alain Madelin considera que la OECD se verá impulsada cada vez más hacia el movimiento del gobierno del mundo, respecto del cual explica, es en donde los enemigos de la libertad han reenfocado su lucha. Y Añade de modo pesimista, «Es el fin de la OECD».
El rumbo de la OECD
En Junio, Angel Gurria, un ex político mexicano, se convertirá en el nuevo secretario general de la OECD (sigla en inglés de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Seis candidatos se habían postulado al cargo, en un proceso fuertemente politizado. Uno de los candidatos era Alain Madelin, un político y liberal clásico francés, quien probablemente hubiese sacudido la jaula del mono. Pero el Sr. Gurria obtuvo el apoyo de la mayoría de los estados miembros, incluidos los Estados Unidos-pese a la reputación del Sr. Madelin como simpatizante de la política interna y exterior estadounidense.
La OECD fue creada en 1960 como la contraparte económica de la OTAN. Fue, en varios aspectos, defensora de la libertad económica occidental. Durante la década del 80, los estudios de la OECD se concentraron en soluciones de mercado contra la intervención estatal. Luego, la OECD empezó a marchar a la deriva.
La imposición de la «competencia justa» y de un «campo de juego global» han sido algunos de los caballos de Troya introducidos en la OECD. Considérese la iniciativa sobre la «competencia tributaria perjudicial», lanzada por el Comité de Asuntos Fiscales de la Organización en 1998. Las «fuerzas competitivas», señala la OECD, «han alentado a los países a hacer que sus sistemas tributarios sean más atractivos para los inversores. Sin embargo, algunas prácticas impositivas son anticompetitivas y socavan la competencia justa y la confianza del público en los sistemas tributarios». De esta forma, la OECD desea alcanzar un «campo de juego global uniforme» al exigirle a los estados miembros que apliquen sus leyes impositivas mediante el intercambio de información financiera, incluida la información bancaria sobre los individuos. En términos de la escuela de la elección pública, los cobradores de impuestos están formando un cartel a efectos de extraer la mayor suma posible de los gravados.
El vínculo entre la OECD y el Grupo de Acción Financiera (FATF es su sigla en inglés), un grupo intergubernamental que combate el lavado de dinero y promueve la vigilancia y el control de las actividades relacionadas, se vuelve entonces incomprensible. Si bien ambas organizaciones afirman que son independientes una de la otra, el informe de 2004 de la OECD intitulado Getting to Grips with Globalization coloca al FATF entre las «agencias afiliadas y organismos semi-autónomos». El secretariado del FATF se encuentra alojado en la sede central de la OECD en Paris. El informe señala que, «en varios aspectos, el trabajo de la OECD se complementa con el de… el Financial Action Task Force en la lucha contra el lavado de dinero. La OECD promueve la competencia … pero también insiste en que, para ser verdaderamente efectiva, la competencia precisa ser justa y abierta.
Desde los años 90, la OECD ha adoptado también los conceptos de «gobierno corporativo» y de «responsabilidad social». Sus recientemente publicados Principles of Corporate Governance asumen que el empleo de información privilegiada para la compra o venta de activos debe ser ilegal, que quienes poseen intereses en una empresa tienen derechos contra las corporaciones, y que, en general, el estado debe enseñarle ética a las corporaciones, por medio de la fuerza si es necesario.
Atrapada en un mantra «sustentable», la OECD ha publicado un Statistics Brief on Measuring Sustainable Development. El informe admite que «la selección de indicadores relacionados con la dimensión social es un acto político» y que «la agenda del desarrollo sustentable es amplia, abarcando virtualmente a todos los aspectos de la vida». No obstante, la OECD parecería perseguir el cumplimiento de esta agenda.
De ser un taller económico y estadístico inocuo y bastante útil orientado hacia el libre mercado, la OECD ha pasado a convertirse de esta forma en una promotora de las ordenes globales. Parte de la tarea realizada por la OECD todavía resulta útil-por ejemplo, sus estadísticas internacionales estandarizadas, sus análisis de los países, o sus investigaciones económicas en campos específicos (como el de los sistemas de atención de la salud). Cientos de economistas en una organización con un presupuesto de 200 millones de euros necesariamente tienen que hacer algo bien. El interrogante que persiste es el de sí los declinantes beneficios justifican los costos crecientes.
Alain Madelin considera que la OECD se verá impulsada cada vez más hacia el movimiento del gobierno del mundo, respecto del cual explica, es en donde los enemigos de la libertad han reenfocado su lucha. Y Añade de modo pesimista, «Es el fin de la OECD».
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