Corea del Norte ha declarado que posee armas nucleares—una posibilidad que las agencias de inteligencia estadounidenses habían sospechado desde hace algún tiempo. El Presidente Bush es conocido por tener una aversión personal por Kim Jong Il, el caprichoso gobernante de Corea del Norte, y su abismal antecedente sobre derechos humanos.
Pese a que un cambio de régimen en el norte no es un objetivo declarado públicamente de los EE.UU., el siempre idealista enfoque del presidente es el de elevar el sufrimiento en un intento por quitarle vida al régimen tiránico de Kim. Pese a que esta aproximación puede parecer plausible, la misma es contraproducente.
Debido a que la administración Bush no tiene ninguna influencia sobre Corea del Norte y ninguna alternativa militar efectiva—las instalaciones nucleares norcoreanas se encuentran ocultas y enterradas profundamente y tanto Seúl como Japón son vulnerables a ataques norcoreanos en represalia en caso de una embestida estadounidense contra el norte—la misma se está concentrando en el rastreo y en el congelamiento de las transacciones financieras relacionadas con la falsificación, la circulación de estupefacientes y las ventas encubiertas de armas de Corea del Norte.
No obstante ello, tales sanciones rara vez han sido exitosas—tal como la ineficaz guerra financiera contra al Qaeda debiera indicarlo. Los gobiernos nunca han sido eficaces en ponerle fin a estas rampantes actividades clandestinas. En verdad, el aislamiento económico internacional de Corea del Norte conduce a su gobierno a encarar tales formas ilícitas a efectos de hacerse de recursos.
Dado que la coerción militar y económica no es probable que persuada a este vestigio estalinista, quizás un nuevo enfoque contra intuitivo sea necesario: la empatía. Después de que los neoconservadores terminasen de chillar respecto de apaciguar a los monstruos de los derechos humanos en Corea del Norte, un análisis más frío y más racional podría descubrir que una política estadounidense más amable produciría mejores resultados que las amenazas y la coerción.
El gobierno norcoreano puede ser un régimen perverso y despótico con armas nucleares, pero los Estados Unidos ya se han enfrentado a enemigos mucho más formidables de este género: la Unión Soviética y la radical China maoísta. Además, Corea del Norte es una tierra lejana que no tendría ninguna inquina intrínseca con los Estados Unidos si los militares estadounidenses no hubiesen erigido un muro de contención en derredor de la nación peninsular. Las numerosas bases militares y alianzas de los EE.UU. en el Este de Asia significan que los Estados Unidos se encuentran enfrentados a Corea del Norte, no viceversa. De esta forma, el régimen norcoreano, a pesar de sus antecedentes deplorables en materia de derechos humanos, tiene legitimas preocupaciones atinentes a su seguridad.
Incluso sin dichas bases y alianzas, los Estados Unidos, con miles de ojivas en el arsenal nuclear más poderosos del mundo, deberían ser capaces de disuadir un ataque nuclear de las escasas y primitivas ojivas en la reserva nuclear de Corea del Norte. (Por supuesto, esto presume que Corea del Norte eventualmente perfeccionará un misil que pudiese transportar a una pesada carga explosiva nuclear hacia el territorio continental de los Estados Unidos.)
Algunos han elevado el espectro de una Corea del Norte brindándole o vendiéndole armas nucleares a los terroristas. Sin embargo esta amenaza es demasiado rimbombante. Corea del Norte no ha sido por décadas una aficionada activa de los terroristas, y solamente la política la mantiene en la lista estadounidense de países que patrocinan el terrorismo.
Corea del Norte, desesperada por recursos, no le proporcionaría armamentos nucleares, que cuestan tanto desarrollar y producir, a los terroristas. Y pese a que Corea del Norte le ha vendido armas a otras naciones autocráticas, sería mucho más arriesgado venderle un dispositivo nuclear a un grupo terrorista impredecible, tal como al Qaeda. Si un arma nuclear fuese utilizada contra los Estados Unidos por parte de terroristas que luego desaparecerían entre la población, y la venta del dispositivo fuese rastreada hasta Corea del Norte, una presión enorme se ejercería sobre el gobierno estadounidense para que emplease armas nucleares contra la única facción con un domicilio identificable.
Si la amenaza de que Corea del Norte le provee de armamentos nucleares a los terroristas se encuentra exagerada y pequeños ataques nucleares norcoreanos contra los Estados Unidos pueden ser disuadidos mediante la amenaza de una apabullante represalia de parte del arsenal nuclear estadounidense globalmente dominante, ¿quizás haya espacio para la negociación con Kim?
El aislamiento económico del norte y el perpetuo sable estadounidense blandiente hacen que un paranoico régimen norcoreano sea aún más proclive de acrecentar su reserva nuclear. En lugar de la coerción económica y militar, los Estados Unidos debieran tomar la aproximación más positiva de ofrecer un fin de las sanciones económicas y un tratado de no-agresión con el norte a cambio de una eliminación verificable—no un congelamiento—del programa nuclear norcoreano.
Recientemente, una actitud similar tuvo éxito en desmantelar el programa nuclear de otro estado “truhán.” La promesa de su reintegración a la economía mundial jugó un papel importante en lograr que Libia abandonase su programa nuclear.
Aún así, debido a las pasadas amenazas de los EE.UU., el suspicaz Kim podría no aceptar esta negociación. En ese caso, los Estados Unidos tendrían simplemente que aceptar que algunas potencias menores no amistosas y autocráticas puedan obtener armas nucleares. Ello no sería el fin del mundo.
Traducido por Gabriel Gasave
Resulta necesario un nuevo enfoque respecto del armamento nuclear norcoreano
Corea del Norte ha declarado que posee armas nucleares—una posibilidad que las agencias de inteligencia estadounidenses habían sospechado desde hace algún tiempo. El Presidente Bush es conocido por tener una aversión personal por Kim Jong Il, el caprichoso gobernante de Corea del Norte, y su abismal antecedente sobre derechos humanos.
Pese a que un cambio de régimen en el norte no es un objetivo declarado públicamente de los EE.UU., el siempre idealista enfoque del presidente es el de elevar el sufrimiento en un intento por quitarle vida al régimen tiránico de Kim. Pese a que esta aproximación puede parecer plausible, la misma es contraproducente.
Debido a que la administración Bush no tiene ninguna influencia sobre Corea del Norte y ninguna alternativa militar efectiva—las instalaciones nucleares norcoreanas se encuentran ocultas y enterradas profundamente y tanto Seúl como Japón son vulnerables a ataques norcoreanos en represalia en caso de una embestida estadounidense contra el norte—la misma se está concentrando en el rastreo y en el congelamiento de las transacciones financieras relacionadas con la falsificación, la circulación de estupefacientes y las ventas encubiertas de armas de Corea del Norte.
No obstante ello, tales sanciones rara vez han sido exitosas—tal como la ineficaz guerra financiera contra al Qaeda debiera indicarlo. Los gobiernos nunca han sido eficaces en ponerle fin a estas rampantes actividades clandestinas. En verdad, el aislamiento económico internacional de Corea del Norte conduce a su gobierno a encarar tales formas ilícitas a efectos de hacerse de recursos.
Dado que la coerción militar y económica no es probable que persuada a este vestigio estalinista, quizás un nuevo enfoque contra intuitivo sea necesario: la empatía. Después de que los neoconservadores terminasen de chillar respecto de apaciguar a los monstruos de los derechos humanos en Corea del Norte, un análisis más frío y más racional podría descubrir que una política estadounidense más amable produciría mejores resultados que las amenazas y la coerción.
El gobierno norcoreano puede ser un régimen perverso y despótico con armas nucleares, pero los Estados Unidos ya se han enfrentado a enemigos mucho más formidables de este género: la Unión Soviética y la radical China maoísta. Además, Corea del Norte es una tierra lejana que no tendría ninguna inquina intrínseca con los Estados Unidos si los militares estadounidenses no hubiesen erigido un muro de contención en derredor de la nación peninsular. Las numerosas bases militares y alianzas de los EE.UU. en el Este de Asia significan que los Estados Unidos se encuentran enfrentados a Corea del Norte, no viceversa. De esta forma, el régimen norcoreano, a pesar de sus antecedentes deplorables en materia de derechos humanos, tiene legitimas preocupaciones atinentes a su seguridad.
Incluso sin dichas bases y alianzas, los Estados Unidos, con miles de ojivas en el arsenal nuclear más poderosos del mundo, deberían ser capaces de disuadir un ataque nuclear de las escasas y primitivas ojivas en la reserva nuclear de Corea del Norte. (Por supuesto, esto presume que Corea del Norte eventualmente perfeccionará un misil que pudiese transportar a una pesada carga explosiva nuclear hacia el territorio continental de los Estados Unidos.)
Algunos han elevado el espectro de una Corea del Norte brindándole o vendiéndole armas nucleares a los terroristas. Sin embargo esta amenaza es demasiado rimbombante. Corea del Norte no ha sido por décadas una aficionada activa de los terroristas, y solamente la política la mantiene en la lista estadounidense de países que patrocinan el terrorismo.
Corea del Norte, desesperada por recursos, no le proporcionaría armamentos nucleares, que cuestan tanto desarrollar y producir, a los terroristas. Y pese a que Corea del Norte le ha vendido armas a otras naciones autocráticas, sería mucho más arriesgado venderle un dispositivo nuclear a un grupo terrorista impredecible, tal como al Qaeda. Si un arma nuclear fuese utilizada contra los Estados Unidos por parte de terroristas que luego desaparecerían entre la población, y la venta del dispositivo fuese rastreada hasta Corea del Norte, una presión enorme se ejercería sobre el gobierno estadounidense para que emplease armas nucleares contra la única facción con un domicilio identificable.
Si la amenaza de que Corea del Norte le provee de armamentos nucleares a los terroristas se encuentra exagerada y pequeños ataques nucleares norcoreanos contra los Estados Unidos pueden ser disuadidos mediante la amenaza de una apabullante represalia de parte del arsenal nuclear estadounidense globalmente dominante, ¿quizás haya espacio para la negociación con Kim?
El aislamiento económico del norte y el perpetuo sable estadounidense blandiente hacen que un paranoico régimen norcoreano sea aún más proclive de acrecentar su reserva nuclear. En lugar de la coerción económica y militar, los Estados Unidos debieran tomar la aproximación más positiva de ofrecer un fin de las sanciones económicas y un tratado de no-agresión con el norte a cambio de una eliminación verificable—no un congelamiento—del programa nuclear norcoreano.
Recientemente, una actitud similar tuvo éxito en desmantelar el programa nuclear de otro estado “truhán.” La promesa de su reintegración a la economía mundial jugó un papel importante en lograr que Libia abandonase su programa nuclear.
Aún así, debido a las pasadas amenazas de los EE.UU., el suspicaz Kim podría no aceptar esta negociación. En ese caso, los Estados Unidos tendrían simplemente que aceptar que algunas potencias menores no amistosas y autocráticas puedan obtener armas nucleares. Ello no sería el fin del mundo.
Traducido por Gabriel Gasave
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