¿Por qué el desempleo es hoy día menor de lo que ha sido durante cualquier período en casi todo el cuarto de siglo pasado?
En nuestro libro Out of Work: Unemployment and Government in Twentieth-Century America (New York University Press, 1997) escrito para The Independent Institute, Lowell Gallaway y yo sostenemos que el desempleo tiende a elevarse cuando la política “sacude” los costos laborales, y disminuye cuando no existen grandes alteraciones políticas que perturben la tendencia natural hacia el equilibrio en los mercados laborales. De esta manera, la Ley de Recuperación de la Industria Nacional y la Ley Wagner incrementaron enormemente los costos durante la era del New Deal, prolongando por ende la Gran Depresión. No han habido grandes conmociones en los mercados de trabajo durante los pasados años, en gran medida debido a que un gobierno dividido les ha imposibilitado a la Administración Clinton y al Congreso republicano implementar las políticas que cambiarían dramáticamente el ambiente laboral.
Nuestra tesis de que el entrampamiento gubernamental tiene efectos económicos positivos es apoyada por una mirada a la evidencia de la generación pasada. Consideré los años 1971 a 1997 y los dividí en tres categorías: “entrampamiento,” “no-entrampamiento” y “ambiguo.” Los años de entrampamiento o parálisis institucional eran aquellos cuando la Presidencia y el Congreso estaban controlados por partidos políticos opuestos: 1971-1976, 1987-1992, y 1995-1997. Los años de no-entrampamiento eran los años en los cuales la Presidencia y el Congreso estaban en control del mismo partido (1977-1980, 1993-1994). Los años ambiguos fueron de 1981 a 1986, cuando los republicanos controlaban la presidencia y parte del Congreso (el Senado), pero no tenían el control completo.
Al observar las tres mediciones del bienestar económico durante los años de parálisis y de no-parálisis, sin excepción, el registro es superior en los años de entrampamiento. El índice promedio de desempleo fue casi un 15 por ciento más bajo en los años de control político fragmentado que en los años en los que un partido (en este caso, los demócratas) poseían el control completo. El mercado accionario en un año típico crecía casi tres veces más rápido que cuando el poder se encontraba dividido. Incluso la inflación, controlada nominalmente por el supuestamente independiente Sistema de la Reserva Federal, era más baja en un típico año de parálisis.
Empleando las cifras de la Oficina de Estadísticas Laborales, la Junta de Consejeros Económicos y nuestros propios cálculos, el desempleo promedió un 5,6 por ciento en años de entrampamiento y un 6,5 por ciento en los otros. La inflación fue del 4,4 por ciento en los años de parálisis y del 7,8 por ciento en los otros. La variación porcentual anual en el promedio del Índice Dow-Jones Industrial fue del 12,1 por ciento en los años de parálisis institucional y del 4,3 por ciento en los otros.
¿Por qué? Una falta de control político hace difícil sancionar legislación que modifique significativamente el status quo. Las innovaciones fiscales (como el reciente acuerdo presupuestario lo indica) tienden a ser tibias antes que radicales. La nueva legislación económica trascendental es rara. Los mercados prefieren un ambiente político cierto y relativamente inmutable a uno en el que los activistas gubernamentales se encuentran procurando nuevas innovaciones en el control del estado. Los períodos de innovación audaz en la política económica del siglo veinte, tal como las eras del New Deal y de la Gran Sociedad, fueron siempre aquellos en los que un solo partido (el partido demócrata en épocas recientes) tenía el control. Cuando los partidos están maniobrando por el poder político, la Reserva Federal no padece el poder concentrado de las ramas ejecutiva y legislativa del gobierno intentando distraerla de su meta principal de combatir la depreciación en el valor de la moneda.
Vemos esto en los mercados de trabajo. Ausente un Congreso republicano, incluso en el relativamente debilucho Congreso número 105 de 1997, el Senador Ted Kennedy (demócrata por Massachussets) conseguiría sin duda alguna gran parte de su aspiración de un salario mínimo de $7.25 la hora. A instancias de la AFL-CIO*, cuyo dinero es tan vital a las fortunas demócratas, un Congreso dominado por los demócratas podría aprobar la legislación pro-trabajo que, por ejemplo, prohibiese la utilización de trabajadores substitutos en situaciones de huelga. Estos dos movimientos elevarían el costo del trabajo, reduciendo en consecuencia la cantidad demandada del mismo.
En mi opinión, el auge del mercado de valores de los años recientes tuvo lugar debido a que las principales iniciativas legislativas que amenazaban los retornos sobre la inversión de capital han sido frustradas y las perspectivas de travesuras legislativas son remotas.
Desde enero de 1993, cuando los demócratas asumieron el control completo del gobierno federal por vez primera en 12 años, hasta enero de 1995, cuando perdieron su dominación, el índice de las 500 acciones de Standard & Poor se elevó un ínfimo siete por ciento—poco más que la tasa de inflación. En los siguientes dos años y medio de gobierno dividido, el índice se duplicó. La amenaza de un sistema del cuidado médico totalmente socializado quedaba en el pasado. El Secretario de Trabajo antiempresarial Robert Reich se había ido e Ira Magaziner, uno de los consejeros principales de Clinton y el principal arquitecto del fallido plan de reforma en el área de la salud del Presidente, fue enviado al equivalente clintoniano de Siberia. Un presidente políticamente ágil comenzó a actuar como un republicano (“la era del gobierno grande terminó”), aceptando incluso reducciones al impuesto a las ganancias del capital y continuó favoreciendo las bajas barreras políticas al movimiento internacional de bienes, ideas, capitales y recursos humanos, a pesar de la oposición de los nacionalistas económicos y de los neandertales en ambos partidos.
En tiempos de crisis nacional, la unidad política es importante. En una era de placidez, sin embargo, el precepto de Lincoln de que “Unidos de pie, divididos de bruces” no se sostiene: Larga vida al entrampamiento.
TABLA
|
Años Entrampados |
Años no entrampados |
Tasa Promedio de Desempleo |
5.6% |
6.5% |
Tasa de Inflación (Variación % del CPI**) |
4.4 |
7.8 |
Variación % Anual, Índice Dow-Jones Industrial Promedio |
12.1 |
4.3 |
FUENTE: Oficina de Estadísticas Laborales, Junta de Consejeros Económicos, cálculos del autor.
Nota del Traductor:
*AFL-CIO es la sigla en inglés para “American Federation of Labor – Congress of Industrial Organizations” es decir la Federación Estadounidense del Trabajo y el Congreso de Organizaciones Industriales.
**CPI por su parte es la sigla inglesa para “Consumer Price Index” o Índice de Precios al Consumidor
Traducido por Gabriel Gasave
Divididos de pie, unidos de bruces
¿Por qué el desempleo es hoy día menor de lo que ha sido durante cualquier período en casi todo el cuarto de siglo pasado?
En nuestro libro Out of Work: Unemployment and Government in Twentieth-Century America (New York University Press, 1997) escrito para The Independent Institute, Lowell Gallaway y yo sostenemos que el desempleo tiende a elevarse cuando la política “sacude” los costos laborales, y disminuye cuando no existen grandes alteraciones políticas que perturben la tendencia natural hacia el equilibrio en los mercados laborales. De esta manera, la Ley de Recuperación de la Industria Nacional y la Ley Wagner incrementaron enormemente los costos durante la era del New Deal, prolongando por ende la Gran Depresión. No han habido grandes conmociones en los mercados de trabajo durante los pasados años, en gran medida debido a que un gobierno dividido les ha imposibilitado a la Administración Clinton y al Congreso republicano implementar las políticas que cambiarían dramáticamente el ambiente laboral.
Nuestra tesis de que el entrampamiento gubernamental tiene efectos económicos positivos es apoyada por una mirada a la evidencia de la generación pasada. Consideré los años 1971 a 1997 y los dividí en tres categorías: “entrampamiento,” “no-entrampamiento” y “ambiguo.” Los años de entrampamiento o parálisis institucional eran aquellos cuando la Presidencia y el Congreso estaban controlados por partidos políticos opuestos: 1971-1976, 1987-1992, y 1995-1997. Los años de no-entrampamiento eran los años en los cuales la Presidencia y el Congreso estaban en control del mismo partido (1977-1980, 1993-1994). Los años ambiguos fueron de 1981 a 1986, cuando los republicanos controlaban la presidencia y parte del Congreso (el Senado), pero no tenían el control completo.
Al observar las tres mediciones del bienestar económico durante los años de parálisis y de no-parálisis, sin excepción, el registro es superior en los años de entrampamiento. El índice promedio de desempleo fue casi un 15 por ciento más bajo en los años de control político fragmentado que en los años en los que un partido (en este caso, los demócratas) poseían el control completo. El mercado accionario en un año típico crecía casi tres veces más rápido que cuando el poder se encontraba dividido. Incluso la inflación, controlada nominalmente por el supuestamente independiente Sistema de la Reserva Federal, era más baja en un típico año de parálisis.
Empleando las cifras de la Oficina de Estadísticas Laborales, la Junta de Consejeros Económicos y nuestros propios cálculos, el desempleo promedió un 5,6 por ciento en años de entrampamiento y un 6,5 por ciento en los otros. La inflación fue del 4,4 por ciento en los años de parálisis y del 7,8 por ciento en los otros. La variación porcentual anual en el promedio del Índice Dow-Jones Industrial fue del 12,1 por ciento en los años de parálisis institucional y del 4,3 por ciento en los otros.
¿Por qué? Una falta de control político hace difícil sancionar legislación que modifique significativamente el status quo. Las innovaciones fiscales (como el reciente acuerdo presupuestario lo indica) tienden a ser tibias antes que radicales. La nueva legislación económica trascendental es rara. Los mercados prefieren un ambiente político cierto y relativamente inmutable a uno en el que los activistas gubernamentales se encuentran procurando nuevas innovaciones en el control del estado. Los períodos de innovación audaz en la política económica del siglo veinte, tal como las eras del New Deal y de la Gran Sociedad, fueron siempre aquellos en los que un solo partido (el partido demócrata en épocas recientes) tenía el control. Cuando los partidos están maniobrando por el poder político, la Reserva Federal no padece el poder concentrado de las ramas ejecutiva y legislativa del gobierno intentando distraerla de su meta principal de combatir la depreciación en el valor de la moneda.
Vemos esto en los mercados de trabajo. Ausente un Congreso republicano, incluso en el relativamente debilucho Congreso número 105 de 1997, el Senador Ted Kennedy (demócrata por Massachussets) conseguiría sin duda alguna gran parte de su aspiración de un salario mínimo de $7.25 la hora. A instancias de la AFL-CIO*, cuyo dinero es tan vital a las fortunas demócratas, un Congreso dominado por los demócratas podría aprobar la legislación pro-trabajo que, por ejemplo, prohibiese la utilización de trabajadores substitutos en situaciones de huelga. Estos dos movimientos elevarían el costo del trabajo, reduciendo en consecuencia la cantidad demandada del mismo.
En mi opinión, el auge del mercado de valores de los años recientes tuvo lugar debido a que las principales iniciativas legislativas que amenazaban los retornos sobre la inversión de capital han sido frustradas y las perspectivas de travesuras legislativas son remotas.
Desde enero de 1993, cuando los demócratas asumieron el control completo del gobierno federal por vez primera en 12 años, hasta enero de 1995, cuando perdieron su dominación, el índice de las 500 acciones de Standard & Poor se elevó un ínfimo siete por ciento—poco más que la tasa de inflación. En los siguientes dos años y medio de gobierno dividido, el índice se duplicó. La amenaza de un sistema del cuidado médico totalmente socializado quedaba en el pasado. El Secretario de Trabajo antiempresarial Robert Reich se había ido e Ira Magaziner, uno de los consejeros principales de Clinton y el principal arquitecto del fallido plan de reforma en el área de la salud del Presidente, fue enviado al equivalente clintoniano de Siberia. Un presidente políticamente ágil comenzó a actuar como un republicano (“la era del gobierno grande terminó”), aceptando incluso reducciones al impuesto a las ganancias del capital y continuó favoreciendo las bajas barreras políticas al movimiento internacional de bienes, ideas, capitales y recursos humanos, a pesar de la oposición de los nacionalistas económicos y de los neandertales en ambos partidos.
En tiempos de crisis nacional, la unidad política es importante. En una era de placidez, sin embargo, el precepto de Lincoln de que “Unidos de pie, divididos de bruces” no se sostiene: Larga vida al entrampamiento.
TABLA
(Variación % del CPI**)
FUENTE: Oficina de Estadísticas Laborales, Junta de Consejeros Económicos, cálculos del autor.
Nota del Traductor:
*AFL-CIO es la sigla en inglés para “American Federation of Labor – Congress of Industrial Organizations” es decir la Federación Estadounidense del Trabajo y el Congreso de Organizaciones Industriales.
**CPI por su parte es la sigla inglesa para “Consumer Price Index” o Índice de Precios al Consumidor
Traducido por Gabriel Gasave
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