¿Pasará Zelaya de «las manos» a la negociación?
Por Carlos Malamud
Madrid – El viernes y el sábado pasados, el presidente constitucional hondureño, Manuel Zelaya, se acercó en dos oportunidades distintas al puesto fronterizo de Las Manos con la intención de pasar de Nicaragua a Honduras. El sábado también dijo que acamparía durante 48 horas en la frontera, aunque posteriormente se retiró a pernoctar en un hotel de la nicaragüense localidad de Ocotal. En sendas ocasiones fue acompañado de un impresionante aparato mediático, liderado por la bolivariana Telesur, que transmitía en directo los esfuerzos de "Mel" Zelaya por cumplir con su promesa de regresar a la patria y reinstalarse en el poder.
Zelaya llegó a la frontera hablando por un télefono móvil, aunque no se sabe bien si dando o recibiendo instrucciones. En la caravana que había salido de Estelí, su jeep blanco fue abordado por el ministro venezolano de Exteriores, Nicolás Maduro, y por Edén Pastora, el otrora mítico Comandante Cero, gran agitador de la revolución y de la contrarrevolución sandinista. Esta vez, preocupado por el gorilismo que asfixia a Honduras, manifestó estar dispuesto a arreglar las cosas a su manera: "Cuidado con los pueblos centroamericanos… me obligan otra vez a pensar mal, definitivamente esto no se puede quedar así.
El problema de Honduras es un plomo en la recámara de un fusil y solo con un plomo en la recámara de un fusil se puede arreglar esto". Dice el refrán que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Éste parece ser el caso de este viejo sandinista luego reconvertido en reaganiano "combatiente de la libertad", que hoy está decidido a sumarse a los presidentes Chávez y Ortega en su cruzada en defensa de la dignidad de los pueblos centroamericanos.
En líneas generales estas son las últimas novedades de un drama que se sigue cociendo a fuego lento y del cual resulta totalmente aventurado hacer predicciones creíbles sobre su desenlace. La inflexibilidad de las partes para llegar a un acuerdo a través de la negociación y, como muy bien escribió Natalio Botana en "La Nación" de Buenos Aires, la ineptitud de Zelaya y Micheletti, son dos de los principales obstáculos que mantienen el bloqueo de la actual coyuntura. La postura intransigente de los dos presidentes enfrentados (el constitucional y el de facto), en razón de sus propios argumentos, lleva a que ninguno esté dispuesto a moverse un ápice de sus posiciones de partida. Y esto puede complicar todavía más un problema de endiablada solución.
Admitamos por un momento que los esfuerzos del presidente Oscar Arias terminan finalmente por dar sus frutos y se firma el "Acuerdo de San José". Como consecuencia de ello Zelaya volvería a ocupar su cargo de presidente, pero rodeado de un gobierno de "conciliación nacional", incluyendo algunos ministros que no serían de su entera confianza. Es verdad que sería sólo un gobierno de gestión, encargado de convocar elecciones y administrar el traspaso de poder hasta el próximo enero, pero si sólo fuera esto lo que estuviera en juego no se explica que las espadas sigan en alto en la forma en que lo están.
Si Zelaya vuelve a Honduras según lo pactado, tendría en su contra a los otros dos poderes del estado, el legislativo y el judicial, junto a la mayor parte de las instituciones políticas y sociales del país. Pero si no vuelve, no se podría recomponer la formalidad del gobierno democrático, y un gobierno democrático sin formas, como se puede ver en otros países de la región o en Irán, que comparten la misma pasión mística por la reelección prolongada o indefinida, termina orillando el autoritarismo.
A esto, al autoritarismo, se llega, también, cuando se nos habla de dos clases de legitimidades y se apuesta por una en contra de la otra. Así, habría un poder ejecutivo legítimo, elegido por el voto popular, y un poder legislativo corrupto y vendido a la oligarquía y al imperialismo, aunque los votos y los votantes que eligieron a Zelaya y a los diputados fueran los mismos. Por tanto, estamos frente a una situación sin salida, similar a la descrita en Catch 22 (Trampa 22).
¿Sería posible, en este atolladero, la renuncia de los dos presidentes, sacrificándose por su gran amor a la patria? El siguiente paso sería encontrar un mirlo blanco capaz de liderar un proceso de transición, breve y efectivo, que con el acuerdo de ambas partes y una amplia amnistía mediante, no avanzara sobre las posiciones de ninguno de los bandos enfrentados. No conozco en detalle la política ni la sociedad hondureña como para responder con certeza a esta pregunta, pero aunque existiera una respuesta positiva, aunque existiera ese mirlo blanco, sería muy difícil, por no decir imposible, que cumpliera con su papel.
Con el fin de llevar a buen puerto su mediación, el presidente Arias pedía mayor presión a Estados Unidos y la Unión Europea. Esto es algo factible aunque sólo influiría en uno de los dos bandos. Para el otro, habría que pedirle algo similar a Hugo Chávez, aunque él ya está metiendo toda la presión que puede pero en una dirección contraria. Sin lugar a dudas Chávez se ha convertido en un actor central de este drama. Junto a Fidel Castro se dan diariamente el lujo de pontificar sobre lo bueno y lo malo y sobre lo que debería hacer Zelaya en cada instante.
Es algo totalmente comprensible. Si bien Chávez y Castro hablan de democracia, en realidad están hablando de poder. Desde su perspectiva, la pérdida de Honduras sería un mensaje nocivo al conjunto de América Latina sobre las debilidades de su liderazgo. Se nos ha advertido una y mil veces sobre el efecto contagio de este golpe de estado sobre el conjunto de la región, sobre lo nefasto que sería, ciertamente, el retorno de los militares al poder. Pero en realidad ese no es el problema. Hoy por hoy no hay riesgo de que otros países latinoamericanos se decanten por una salida a la hondureña como forma de interrumpir procesos democráticos. El riesgo es que la coalición bolivariana comience a fracturarse y que las grietas amenacen posiciones aparentemente consolidadas.
En este sentido, las voces de Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega fueron coincidentes. Pero también sonaron con una melodía similar los discursos de Fernando Lugo o de Cristina Fernández de Kirchner. Así, estaríamos ante una trama derechista y reaccionaria, oligarca e imperialista, que tiene como principal objetivo acabar con las conquistas populares. Por eso, para Zelaya, sus oponentes son terroristas y, ya se sabe, con el terrorismo ni se dialoga ni se negocia. De este modo, para Zelaya, cada vez más dependiente de la doctrina bolivariana, es prácticamente imposible pasar de "las manos" a los hechos y sentarse a negociar.
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