Reflexiones sobre la historia de Cuba
Hace tiempo que creo que los aniversarios son ocasiones propicias para reflexionar. Este año se conmemoran 200 años de la Constitución de Cádiz y de la conspiración antiesclavista en Cuba, de José Antonio Aponte. ¿Qué relación hay entre ambos acontecimientos?
Recordemos que en 1789 la Revolución Francesa, aunque aspiraba a crear una sociedad basada en los principios de la Ilustración, rompe con sus esquemas reformistas. Un año antes había muerto en España Carlos III, y su sucesor, Carlos IV, se enfrentaba a un tablero internacional muy diferente, en que la alianza con Francia se quiebra. Las ideas revolucionarias que cruzan el Atlántico, la influencia del nuevo modelo demo-republicano de los nacientes Estados Unidos, la rebelión antiesclavista en Haití de 1804, coinciden con el surgimiento de una nueva generación de intelectuales en Cuba que empieza a destacarse alrededor de 1790. Poseen estos hombres no solo bienes materiales sino una concepción política, económica y social moderna. Representan la Ilustración Reformista. Francisco de Arango y Parreño es una de sus figuras más destacadas.
Lamentablemente, de aquellas aspiraciones en Francia de “Liberté, Égalité, Fraternité,” se pasó al terror y al golpe de estado de Napoleón Bonaparte. Los años de las guerras napoleónicas de 1792 a 1815, sin embargo, son de prosperidad económica para Cuba. Hay una demanda mayor de azúcar y tabaco, y el comercio con Estados Unidos se incrementa. Para poder producir más, aumenta la trata de esclavos. Los lazos comerciales con el vecino del Norte también revelan un interés en apropiarse de la isla de Cuba, situación que despierta recelos. La Generación del 92 está atrapada en contradicciones. Quiere libertades que España no le concede, pero al mismo tiempo consideran necesaria su protección en caso de una rebelión antiesclavista como la de Haití o de crecer el interés de Estados Unidos y de la propia Inglaterra en poseer la Mayor de las Antillas.
En 1808 Napoleón invade España, aprisiona a Fernando VII y pone en el trono a su hermano José Bonaparte (“Pepe Botella”). Se produce una rebelión popular de tal fuerza, que el pueblo español –sin reyes, ni jefes militares ni un Estado constituido– logra vencer al soberano más poderoso de Europa. No en balde Napoleón se referiría luego a “la maldita guerra de España.”. La contiende bélica tiene consecuencias económicas y demográficas devastadoras para los peninsulares; también para el orden internacional, pues abre el camino a las colonias en América que buscan su independencia. Por otra parte, la confrontación con Francia crea un fuerte nacionalismo y sienta las bases del constitucionalismo español. En 1812 las Cortes de Cádiz promulgan la primera constitución del País el 19 de marzo, día de San José, por la cual la apodan La Pepa. Tras este mote de tono humorístico, los españoles reconocían la monarquía constitucional, la separación de poderes, el voto universal masculino indirecto y una serie de libertades que nunca antes habían gozado. Pese a que estuvo poco tiempo en vigor, la Constitución de Cádiz marcó un hito en la historia de España.
Las ideas liberales que impulsaron al pueblo español llegaron a Cuba e influyeron a muchos criollos que no compartían todas las ideas de la llamada generación de 1790. Entre ellos se encontraba José Antonio Aponte, un ebanista de Centro Habana, amante de los libros, autodidacta, con cultura y conocimientos políticos, y gran prestigio entre los “libres de color”. Su labor como cabo primero de las milicias habaneras contribuyó a realzar las simpatías por Aponte en los barrios de extramuros de la capital. La dirección del cabildo Shangó-Teddum y sus dotes de organizador hicieron que llegara a ocupar una posición privilegiada entre los esclavos y los negros libres. Incluso la leyenda le atribuye haber participado en la guerra de independencia de Estados Unidos. Está comprobado que la unidad de milicias a la que pertenecía prestó servicios en San Agustín y otros lugares de la Florida. Valiente, inteligente y soñador tenía la ilusión de una Cuba con libertad no sólo para los esclavos, sino para todos. Junto a varios compañeros, comenzó a fraguar un movimiento insurreccional contra España en distintas partes de la Isla. Los hilos conspirativos llegaban hasta Baracoa. En marzo de 1812 Aponte y sus seguidores se alzaron en armas.
Por esas ironías de la vida, fueron apresados el 19 de marzo de 1812, el mismo día que en Cádiz proclamaban una constitución liberal. Sin juicio previo, el 7 de abril los condenaron a la horca y a que sus cabezas fueran exhibidas en lugares públicos como escarmiento. Dos días después se cumplió la sentencia y la cabeza del jefe rebelde, todavía con expresión de horror en su rostro sin vida, fue colocada en una jaula clavada frente a su casa en Carlos III y Belascoaín, por orden directa de Don Salvador de Muro y Salazar, marqués de Someruelos, gobernador y capitán de la Isla de Cuba. ¿Qué habrán sentido los seis hijos de Aponte?
No fue la única conspiración contra España en esos años, pero sin duda la represión en el caso de Aponte y sus seguidores fue desmedida si se compara con la recibida por otros. El Capitán General mandaba un mensaje claro. No habría en Cuba una rebelión como la de Haití.
Todos los historiadores cubanos que he consultado condenan este inmerecido y cruel castigo que conmocionó a la sociedad habanera, aunque en realidad no dan a Aponte la importancia que merece. Doscientos años después, ¿se han logrado sus aspiraciones de una País con igualdad de oportunidades para todos, libre de prejuicios raciales? ¿Por qué Aponte, uno de los pioneros del independentismo cubano, no se menciona nunca como uno de nuestros próceres?
En Cuba se están llevado a cabo paneles y discusiones sobre la conspiración de Aponte. En efecto, deberían organizarse sesiones de discusión a lo largo y ancho de la Isla y la inmensidad de la diáspora sin fronteras para meditar no sólo sobre la personalidad y trayectoria de José Antonio Aponte y Ulabarra, sino también sobre las relaciones raciales entre cubanos, que conmemoramos este año otra página oscura de nuestra historia: la llamada “Guerrita de 1912”.
Pero ya eso es tema para otro artículo.
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