The Joker, no es una alegoría al comunismo

Por muchas razones se anticipa que será la película del año. Una película dirigida por Todd Phillips, director de películas de comedia que inyecta humor negro; protagonizada por Joaquín Phoenix, actor de culto para mí y la constante advertencia de todos que no es una película de héroes y villanos sino el descenso a la locura de un hombre. Esta no será una crítica de cine porque esta labor se la dejo a los expertos que por estos días estarán en charlas y foros. Sobre este punto recomiendo seguir las redes de mis principales fuentes en esta materia, Luis Bond y Sergio Monsalve.
Estas líneas atienden a fundamentar el título “The Joker, no es una alegoría al comunismo”.
La vi el día de su estreno y cómo es mi costumbre, subí a mis redes mis primeras impresiones. Tuve algunas respuestas a estas primeras impresiones. En esas respuestas destacan que la película tiene “mucha propaganda comunista”, “su `anarquismo´ pasa los límites, llegando a la dependencia-exigencia del sistema”, “un desquiciado representa un sentir legítimo y válido (…) para un fin enteramente personal, a costa de la paz”. Por otras vías incluso me dijeron que les parecía que el The Joker es una alegoría al comunismo.
Puedo conceder y entender estas primeras reacciones considerando la tendencia progre de Hollywood. Pero me parece una película más profunda y compleja que eso (no sé si incluso fue esta la intención de sus realizadores).
Ciertamente existe todo un contexto de protesta; lucha entre ricos y pobres; etc. Pero lo destacable de la película, y por lo que lo anterior puede pasar a otro plano y tener otra lectura, es el quiebre de un ser humano, que hasta cierto punto era funcional (trabajaba, tenía algunas relaciones personales, etc) y termina en la locura.
La película muestra en detalle la transformación (descenso) de un hombre, en un ambiente totalmente hostil, de la semi funcionalidad hasta la locura. Es una aproximación psicológica que, considerando las diferencias y los matices, en la literatura se me pareció a Meursault de El extranjero de Albert Camus (con un sentido apático de la existencia y aun de la propia muerte) y a Rodia de Crimen y Castigo de Fiódor Dostoievski (toda la novela está dirigida a su castigo interno y personal por el crimen cometido).
Obviamente no olvido que la película no es completamente individual e intimista. Al mismo tiempo que el personaje principal desciende a la locura lo hace la sociedad con él, por eso Luis Bond tituló su reseña "Un descenso a la locura personal y colectiva”. En esta parte puedo dar respuesta a las primeras reacciones que generaron mis impresiones a la película. Puedes leer que el odio, el resentimiento, el atribuir a otros tus desgracias son caldo de cultivo para la violencia y la destrucción, especialmente si sometes a las personas a situaciones límite (hambre, miseria por ejemplo). Algo muy propio de los regímenes totalitarios, el exacerbar lo peor del ser humano con fines políticos. Me parece que esta es una lectura que aporta más que leer que la película presenta una lucha de clases entre ricos y pobres.
Una lectura similar consiguió Jeffrey Tucker (reconocido liberal y Director del American Institute for Economic Research) de la película. Ante los dimes y diretes de las redes sociales “¡Es una advertencia conservadora contra la política extremista! ¡Es una mancha de derecha contra la deriva hacia la izquierda de los demócratas! Es una apología de izquierda para el ascenso de los trabajadores contra las élites” (ver: https://www.aier.org/article/joker-and-ideology-destructionism#.XZsrmQXiST8.twitter, consultado el 7/10/2019), Tucker señala que hay algo más profundo.
Sostiene Tucker que la película parece recrear al Destruccionismo, una ideología según la cual el único propósito de la acción en la vida es destruir lo que otros han creado, incluida la vida misma. Tucker indica que Mises en su obra Socialismo reseña esta ideología y que el socialismo es una manifestación de ella. Para Tucker es más que la historia de un hombre, o incluso de un hombre loco, son los peligros (que además hemos visto a lo largo de la historia) de la locura asociada con el fracaso personal y la fuerte convicción que la tensión entre visión y realidad sólo puede resolverse creando caos y sufrimiento (Destruccionismo).
Concluye Tucker con que “The Jocker es una película que necesitamos ver para comprender y luego prepararnos para los horrores que esta mentalidad desenfrenada puede desatar en el mundo. En otras palabras, The Jocker ya ha creado imitadores, y lo ha estado haciendo durante siglos. La película es un imitador”.
Concuerdo con Tucker. También creo que somos vulnerables a estas ideologías con diversos fines, no sólo políticos. Está en cada uno de nosotros resistirlas desde nuestras capacidades y virtudes. Todos tenemos nuestros demonios internos y muchos han lidiado con ellos. La película lejos de ser una propaganda comunista invita a la reflexión.
La autora es Doctora en Derecho de la Universidad Central de Venezuela y Directora del Comité de Derecho de Propiedad de Cedice Libertad.
- 23 de julio, 2015
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