Corrupción
Uno de los dramas que ocurren en cada cambio de administración de gobierno es hasta qué punto un presidente puede cambiar la estructura y las instituciones del estado cuando es electo por un periodo de tiempo. El concepto del estado de derecho y la democracia están amenazados, a pesar de que nominalmente la mayoría de los países viven en democracia, no necesariamente el mecanismo de elección de gobierno es garantía de que las administraciones sean capaces de cambiar las cosas para mejorar el estado de derecho y el respeto a la libertad y la igualdad ante la ley o evitar que se infrinja el estado de derecho.
Ya lo he comentado en el pasado con respecto a la burocracia, se suponía que era la encargada de manejar el aparato de gobierno de una manera técnica y eficiente, pero se ha convertido, en esta época en una guardia pretoriana, que está más interesada en su propia supervivencia, no por la eficaz administración de los recursos o procesos que le han sido confiados. Los estados modernos al establecer burocracias buscaban profesionalizar la gestión del estado y de alguna manera buscar una estabilidad y homogeneidad en los procesos entre una y otra administración. Sin embargo, son burocracias tan poderosas que se pueden negar a un cambio en lo que democráticamente se ha elegido, si esto es contrario a sus intereses. Ni siquiera cumplen con los procesos constitucionales a los que deberían de estar sujetas, y las burocracias se convierten en clientes políticos que torpedean cualquier cambio posible destinado a reducirlas o a simplificar sus procesos.
Los gobernantes ya no apuestan a cambiar la dirección de las políticas públicas cuando son electos, si no que buscan cambios más profundos que incluyen colonizar las instituciones del estado con burócratas leales al partido o al líder de turno y que ayudan a romper el estado de derecho y cambiar el marco constitucional. Los burócratas responden más a incentivos personales y abren las puertas a la corrupción explicita y no solo solapada. El problema en si no es difícil de pronosticar, es el resultado de la excesiva regulación del gobierno que amplía la cantidad de entidades burocráticas más allá de lo mínimo necesario y que lejos de limitar el poder del gobernante, lo amplia y lo potencia. El gobierno se convierte en una especie de anillo que da poder, codiciado y que todos dicen querer destruir, pero que cuando lo capturan lo quieren solo para sí mismos, tal cual la novela del señor de los anillos de Tolkien.
La division de poderes de la que hablaba Montesquieu en el Siglo XVII en vez de fortalecerse con separación de poderes para evitar abusos de poder se convierte en el primer objetivo a destruir en cuanto se gana la elección con la premisa de que, si gana el partido A, el partido B tiene que someterse y desaparecer. Y hablo en estos términos de A o B, porque lamentablemente es un fenómeno que no es exclusivo de una tienda política, sino también de todas cuando llegan al gobierno. El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente decía Lord Acton y lamentablemente por ese motivo es que hay que limitarlo y acotarlo a lo mínimo necesario para evitar abusos de poder y la colonización de las instituciones.
Que la izquierda lo haga, no es sorprendente, a ellos solo les gusta la democracia y los derechos humanos cuando están en la oposición. En la visión de ellos el estado, el leviatan, es un ente omnipotente y benevolente que puede resolver todos los problemas de la humanidad, a pesar de que no hay absolutamente ninguna prueba o instancia en la que podamos decir que el estado haya resuelto los problemas de política pública. Sin embargo, los políticos de la derecha están cayendo en esa falacia, en muchos casos, cuando son electos o son gobierno y se quedan cortos en sus reformas porque operan o actúan en cierta medida igual que la izquierda cuando esta en el gobierno. Pierden de vista que el problema no son las personas que nos gobiernan, seres falibles y llenos de defectos sujetos a las tentaciones del poder, si no que el problema es el sistema excesivamente regulado que no logra mayor cosa a la hora de resolver problemas.
Si verdaderamente queremos soluciones a los problemas públicos, estas tienen que venir del sector privado sujeto a la competencia y no al monopolio o al estado para alcanzar el florecimiento humano.
Les anexo en este breve comentario, en el video del principio, la entrevista que tuve el sábado pasado, con Manuel Llamas en su programa “Economía en Llamas” de ViOne Media. Conversamos sobre varios puntos con respecto a la corrupción y la creencia de que el estado es la fuente de soluciones a los problemas sociales. Manuel acaba de publicar un libro titulado “Socialismo, la ruina de España: Cómo empobrecer un país, expoliar a sus ciudadanos y destruir sus instituciones”. A lo largo y ancho de Hispanoamérica hay una estrategia combinada para destruir el estado de derecho, y colonizar las instituciones con burocracia leal y afín. Ojalá la entrevista sea del agrado de quienes me leen.
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