Pese a que la debacle de la administración Clinton en Somalia a comienzos de los años 90—retratada en el gran éxito de Hollywood Black Hawk Down (Black Hawk Derribado)—es la más famosa entre las más recientes intromisiones estadounidenses de las administraciones de George W. Bush y Barack Obama, podría tener efectos muy malos en el largo plazo.

Si bien las intenciones originales de George H.W. Bush y Clinton de proteger la ayuda alimentaria internacional mediante el empleo de las fuerzas de los EE.UU. podrían haber sido altruistas, luego se involucraron en una misión expandida—con Clinton eventualmente tomando partido en la guerra civil somalí, al perseguir a un caudillo militar caído en desgracia para los EE.UU. y retirar de manera ignominiosa a las fuerzas estadounidenses cuando este señor de la guerra asesinó a un pequeño número de “rangers” de los EE.UU. en el incidente en el que fue derribado un helicóptero Black Hawk.

Sin embargo, este embarazoso esfuerzo en la fallida edificación de la nación somalí podría empalidecer si se lo compara con las poderosas y nefastas consecuencias de entrometerse en ese país por parte de George W. Bush y Barack Obama. A comienzos de 2006, un movimiento fundamentalista islámico llamado al-Shabaab contaba con poco apoyo entre el público somalí hasta que los Estados Unidos comenzaron a respaldar a los corruptos y viciosos líderes militares en contra del grupo. Cuando la interferencia de una potencia extranjera provocó que subiera la popularidad de al-Shabaab, el Bush más joven empeoró las cosas al patrocinar una invasión del país por parte de otra potencia extranjera—Etiopía. Al-Shabaab sobrevivió a este ataque y amenazó con derrocar al débil gobierno somalí en el verano de 2009, después de que los etíopes retiraron sus fuerzas. Los EE.UU. enviaron entonces rápidamente millones de dólares en armamentos a un gobierno que subsiste a duras penas y controla muy poco del país, y tan sólo una parte Mogadiscio, la capital. Mientras los Estados Unidos intervengan en Somalia, aunque sea de manera indirecta, al-Shabaab podrá presentarse a sí mismo como combatiendo a los malvados infieles extranjeros.

Si las administraciones de George W. Bush y Obama hubiesen dejado tranquila a Somalia tras el desastre de la administración de George H.W. Bush y Clinton, al-Shabaab sería probablemente tan sólo un grupo islamista local sin mucho apoyo popular somalí. Tradicionalmente, la mayoría de los somalíes han sido musulmanes moderados. Actualmente el grupo controla la mayor parte de Somalia y, en su animosidad hacia los Estados Unidos, aparentemente brinda refugio a agentes de alto rango de al-Qaeda. Además, se habla de un nuevo “eje” entre al-Shabaab y al-Qaeda en la Península Arábiga, el grupo que envió al atacante suicida la pasada Navidad en el vuelo hacia los Estados Unidos poco después de que los EE.UU. patrocinaron una ofensiva del gobierno de Yemen contra islamistas en ese país al otro lado del Golfo de Adén.

Y éstas no son las únicas veces que los Estados Unidos han creado inadvertidamente potentes enemigos. El más grande éxito “encubierto” de la CIA—ayudar a los muyahidines fundamentalistas islámicos a derrotar a la Unión Soviética en Afganistán—fue también su mayor fracaso. Durante la Guerra Fría, la CIA alentó a Arabia Saudita a promover el islamismo radical en el extranjero a fin de contrarrestar el comunismo. En el Afganistán soviético, los Estados Unidos habían financiado a la mayoría de los grupos extremistas islámicos a través de los servicios de inteligencia pakistaníes. Esa política regresó para morder severamente a los EE.UU. el 11 de septiembre de 2001—con un ataque de al Qaeda, un grupo musulmán radical anti-estadounidense originado en el esfuerzo anti-soviético de los EE.UU. y que fue motivado a atacar por las intervenciones y ocupación de los EE.UU. de países islámicos y fue protegido por un gobierno islamista afgano Talibán surgido también del esfuerzo estadounidense. ¿Valió una derrota comunista en el remoto Afganistán casi 3.000 muertos en Nueva York y Washington, el intenso miedo generado, la resultante erosión de las libertades civiles únicas de la República estadounidense y el actual atolladero de los EE.UU. de edificar una nación para impedir que el Talibán retorne al poder? No.

No obstante, incluso antes de este lamentable episodio, la interferencia en el extranjero del gobierno de los EE.UU. fue sembrando las semillas para futuros antagonismos con Irán e Irak. En 1953, los EE.UU. derrocaron al gobierno iraní libremente elegido de Mohammed Mossadegh en favor del autocrático Sha, que se convirtió en un cliente de los EE.UU. por mucho tiempo. Cuando los iraníes se hartaron de su régimen despótico y lo derrocaron a finales de la década de 1970, el gobierno islamista se había resentido por el apoyo de los EE.UU. al Sha y se convirtió así en un enemigo implacable de los Estados Unidos. Debido a que el nuevo régimen había mantenido como rehenes a diplomáticos estadounidenses por un largo tiempo y odiaba a los Estados Unidos, cuando el agresivo Saddam Hussein atacó a Irán, los EE.UU. le suministraron elementos militarmente utilizables, valiosa inteligencia satelital y experiencia en la planificación militar (algunos acusan a la administración Carter de en realidad alentar la invasión de Irán de Saddam en primer lugar). La sangrienta guerra de ocho años terminó a favor de Saddam. Aún después de esta guerra, los EE.UU. todavía respaldaron al envalentonado Sadam hasta la invasión de Kuwait. El legado de las demoledoras sanciones económicas y de dos guerras de los EE.UU. en contra de Saddam es una segunda ocupación de los Estados Unidos que permanece sentada en un barril de pólvora de animosidades etno-sectarias.

Uno podría formular la acusación de que se están escogiendo los fracasos de la política exterior de los EE.UU. e ignorando los éxitos, pero estos fracasos son muy significativos y deberían ser una advertencia en la medida en que los EE.UU. se hunden en las arenas movedizas somalíes. Los Estados Unidos están ayudando a la próxima ofensiva de un “amistoso” gobierno islamista ineficaz y corrupto para retomar la capital, Mogadiscio, del “hostil” islamista al-Shabaab. ¿Se trata una vez más de un deja vu afgano?

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.