Entrampadas en dos ocupaciones militares que se han convertido en atolladeros bien publicitados, la Armada y la Infantería de Marina están teniendo dificultades para enlistar a nuevos reclutas. Su respuesta: incrementar bastamente el numero de delincuentes condenados y otras lacras sociales aceptadas en sus filas.

Según el Comité para la Supervisión y la Reforma Gubernamental de la Cámara de Representantes, de 2006 a 2007 la Armada más que duplicó el numero de reclutas delincuentes y la Infantería de Marina incrementó su participación en más de dos tercios. Por ejemplo, algunos de los recién ingresados tenían condenas por crímenes de deshonestidad—incluido el robo con escalamiento, el robo y el hurto de mayor cuantía—crímenes de violencia—tales como asalto agravado, incendio provocado y amenazas “terroristas”, incluidas amenazas de bomba—y crímenes sexuales, tales como violación, agresión sexual, abuso sexual, molestia sexual y actos indecentes contra` un niño. Además, los dos servicios incrementaron dramáticamente sus “dispensas por conducta” en favor de personas condenadas por delitos menores. Asombrosamente, en el año fiscal 2007, prácticamente uno de cada cinco reclutas de la Armada ingresados bajo dispensas por felonías y delitos menores.

Las interminables guerras han obligado también al Ejercito a incorporar grandes cantidades de reclutas más viejos y menos aptos físicamente, que poseen menor educación y aptitudes y que anteriormente padecieron afecciones medicas invalidantes. También, recientemente el presidente Bush redujo la duración de los viajes de combate en Irak de quince meses a doce.

A pesar de que esta ultima medida podría ayudar de algún modo en el reclutamiento y la retención de militares y a darle a los soldados un muy necesario descanso frente al estrés del combate, resulta perjudicial para ganar una guerra contra las guerrillas. En una guerra de contrainsurgencia así, es crucialmente importante ganar los corazones y mentes de la población. Para hacerlo, las relaciones personales con los lideres y caudillos militares locales deben ser mantenidas. Rotar a la gente fuera de Irak tan rápidamente puede aumentar la moral y el reclutamiento, pero destruye tales relaciones. Los mismo ocurrió con las breves estadías en Vietnam.

Un problema es que cuando los EE.UU. no están librando una guerra contra lo que el publico estadounidense percibe como una amenaza horrenda (por ejemplo, los nazis y japoneses imperiales durante la Segunda Guerra Mundial)—es decir, cuando se trata de una guerra de elección, como la de Irak o Vietnam—la nación no se encuentra deseosa de hacer los sacrificios necesarios para ganar. En la Segunda Guerra Mundial, servir mas de doce meses en el exterior no era un problema.

Otro problema es que el reclutamiento de lacras sociales podría especialmente afectar a la guerra de contrainsurgencia. La gente especialmente violenta, o aquellos que no controlan adecuadamente su comportamiento, podrían ser adecuados para un combate a fondo contra un enemigo convencional, pero no serían buenos para ganar los corazones y las mentes. En verdad, cuando se enfrentan a guerrilleros que atacan y luego se confunden con la población en general, estos reclutas podrían ser más propensos a cometer atrocidades contra la población.

Finalmente, las Fuerzas Armadas podrían en vez incorporar en sus filas a lacras así—algunas de ellas criminales violentos o delincuentes que han cometido delitos de índole sexual (siempre y cuando sean ofensas heterosexuales)—a quienes sean gays. El hecho de que personas abiertamente gay todavía sean expulsados de las fuerzas armadas no crea un clima tentador para que los gays se unan a ellas, en una época en la que las fuerzas armadas precisan de todas las personas calificadas que puedan conseguir. De manera similar, excluir a las mujeres de prestar servicio en los submarinos (debido a una supuesta falta de espacio) y ciertas posiciones de combate (en virtud de que son presumiblemente demasiado frágiles) disuade a muchas mujeres atléticas y calificadas de enlistarse en las fuerzas de tierra y navales.

Las soluciones obvias a todos estos problemas son evitar las guerras innecesarias y modificar las absurdas políticas en materia de personal militar que socavan a unas fuerzas armadas basadas en la voluntariedad.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.