Gilbert y Sullivan podrían haber escrito una brillante opera cómica sobre el espectáculo del mes pasado de Hugo Chávez persiguiendo a George Bush por toda América Latina de sur a norte, chillando a más no poder. Los dos visitaron cinco países cada uno, Bush, por primera vez, pregonando la “justicia social”, y Chávez jugando a la moderna “brigada de la verdad”, “corrigiendo” e interpretando todo lo que el presidente estadounidense exclamaba. Bush nunca mencionó a Chavez por su nombre, mientras que el venezolano se concentró enteramente en los peligros del “diablo” estadounidense.

En verdad, el enfrentamiento puso en evidencia a los muy serios enfoques alternativos para el desarrollo nacional que rivalizan hoy día en América Latina. Bush niega que su muy necesario viaje que comenzó en Brasil y finalizó en México le fue impuesto por el crecimiento del populismo autoritario chavista en América Latina, pero la negación suena hueca. El resultado de esta competencia es importante para los Estados Unidos, pero es crítico para los latinoamericanos.

Bush no es popular en América Latina, pero las encuestas muestran que aún así cae ligeramente mejor que Chávez. Dicho eso, muchos latinoamericanos están de acuerdo con mucho de lo que el líder venezolano dice. Ha asumido el rol que Fidel Castro detentó durante décadas como el más destacado proveedor anti-estadounidense de tripa económica y falsa esperanza de la región. Pero la popularidad del mensaje populista autoritario de Chávez ha sido visto en comicios y políticas recientes desde Argentina y Bolivia hasta México.

Sí uno quita los constante ataques ad hominem contra Bush de Chávez, su mensaje puede ser resumido en tres puntos básicos: (1) gran parte de América Latina está plagada al parecer por una pobreza e inequidad de difícil solución; (2) los Estados Unidos y las elites enquistadas y las instituciones nacionales son responsables de esta situación; y (3) su “socialismo del siglo veintiuno” es la panacea, la brillante y fulgente esperanza de las masas empobrecidas que buscan la libertad de la explotación y un futuro gozoso. Está completamente acertado acerca del primer punto, acertado en parte sobre el segundo punto, y totalmente equivocado respecto del tercero.

Gran parte de este mensaje resuena alrededor de América Latina debido a que mucha gente se encuentra enormemente frustrada por siglos de regímenes que constantemente han fallado en atender a las necesidades populares. La extrema pobreza y la inequidad han caracterizado a la región desde las épocas precolombinas. Pero el mensaje de Chavez resuena también porque resulta mucho más fácil culpar a los Estados Unidos de los propios problemas que reformar a la tradicionalmente apática cultura latinoamericana y a las instituciones que son responsables.

De hecho, buscar la salvación terrenal de un Mesías chavista es el mayor sin sentido porque los latinoamericanos han transitado por ese camino antes con distintos disfraces. Este “socialismo del siglo veintiuno” es simplemente un agresivo y globalizado refrito del paternalismo autoritario y estatista que causó y sostuvo el subdesarrollo de América Latina en primer lugar. Es precisamente la antigua visión ibérica del pueblo, la economía y las instituciones que durante muchos siglos hicieron y mantuvieron a América Latina como la región más desigual sobre la tierra.

Este “socialismo” puede sobrevivir durante algunos años en Venezuela donde Chávez está actualmente consolidando poder con un reciente mandato electoral. Es capaz de hacerlo desparramando a su alrededor varios miles de millones de petrodólares y rescatando así a los fracasados y endebles programas “socialistas”. Otros países que han caído o amenazan caer bajo el hechizo de un Mesías chavista-los casos más obvios son Bolivia y Ecuador- pero que carecen de los miles de millones de petrodólares, se estrellarán más rápidamente sí no se limitan a arder indefinidamente a fuego lento en la desesperanza continua.

El nuevo interés de Bush en la “justicia social” es un esfuerzo tardío para comunicarse con las poblaciones latinoamericanas que por lo general consideran a los Estados Unidos el modelo de la oportunidad social y económica pero también de la explotación y el egoísmo, una impresión intensificada por las severas políticas estadounidenses en materia de seguridad desde el 11/09. Ambos presidentes mencionaron sus “generosos” paquetes de asistencia de varios miles de millones de dólares en años recientes--Chávez afirmando que solo su ayuda más amplia beneficiará realmente al pueblo. Pero esta clase de vínculo económico es insignificante cuando se lo compara con otras formas de interacción económica.

Incomparablemente más valiosos que la ayuda exterior son los Estados Unidos como un mercado para los bienes latinoamericanos y un lugar de trabajo para los oriundos de América Latina. Las exportaciones latinoamericanas a los EE.UU. el año pasado sobrepasaron los $330.000 millones y las remezas enviadas a sus países por los latinoamericanos que trabajan en los Estados Unidos fueron de más de $60.000 millones. Esas realidades importan mucho más para millones de latinoamericanos que una ayuda insignificante y Chávez no ofrece nada que sea siquiera remotamente comparable. Desde luego, Chávez sustenta una parte importante de su socialismo anti-estadounidense con sus ventas masivas a los astronómicos precios del mercado de petróleo a los Estados Unidos.

La verdadera necesidad de América Latina en la actualidad, al igual que en los siglos pasados, es precisamente lo opuesto al socialismo autoritario chavista. Específicamente, necesita una educación bastamente expandida y de alta calidad que promueva el espíritu emprendedor y la responsabilidad personal. Precisa la creación de oportunidades para todos de trabajar y desarrollarse con una igual protección bajo la ley. Necesita un mayor pluralismo, liberalización económica y un comercio verdaderamente libre.

Los Estados Unidos no son perfectos en estas áreas, pero están a años luz por delante de Venezuela. Varios países latinoamericanos están inclinándose, en grados variantes, en la dirección constructiva: entre ellos Chile, Colombia, México y Brasil. Washington debería apoyar a estos países y ellos a su vez unirse a los EE.UU. para demostrar callada pero firmemente cómo el comercio y los mercados libres ofrecen una alternativa potencialmente productiva a la receta de buscar un chivo expiatorio y paternalista de Chavez para la inequidad y la pobreza continuas. Ciertamente, si el modelo chavista triunfa, los moderados bien pueden ser eliminados en el caos.

Como una señal inmediata de seriedad, Washington debería limpiar las contradicciones y los aspectos contraproducentes de las políticas comerciales e inmigratorias estadounidenses.

Traducido por Gabriel Gasave


William Ratliff es Asociado Adjunto en The Independent Institute, Investigador Asociado en la Hoover Institution de la Stanford University, y un frecuente escritor sobre temas de la política exterior china y cubana.