El Jefe del Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos, General Peter J. Schoomaker ha admitido lo que muchos analistas militares han venido diciendo durante algún tiempo: el servicio activo del Ejército “se fracturará” como consecuencia del despliegue en Irak. Pero con aproximadamente medio millón de hombres y mujeres en servicio activo en el Ejército, ¿cómo es que los 152,000 efectivos desplegados actualmente en Irak podrían poner al límite al Ejército? La respuesta yace en la rotación de las tropas.

Las exigencias de mantener unas fuerzas armadas profesionales y voluntarias implican que las tropas en Irak deben eventualmente ser relevadas por efectivos nuevos. Si los despliegues son excesivamente largos o el resultado es que se permanece lejos del hogar y la familia con demasiada frecuencia, el riesgo es que los soldados decidan que la vida militar es demasiada tribulación para ellos mismos y sus familias—resultando en un éxodo antes que una retención. Para una fuerza completamente voluntaria, la norma general para la retención de los soldados a través del tiempo es una rotación con una ratio de 3 a 1 (lo que significa que son necesarias un total de tres unidades para mantener a una unidad desplegada) para las fuerzas del servicio activo. Por lo tanto, los 152.000 efectivos en Irak requieren unos 304.000 para la rotación o un total de 456.000 soldados—lo que es precariamente cercano al tamaño total del servicio activo del Ejército. Además, el Ejército de los Estados Unidos tiene otros 64.000 efectivos desplegados en ultramar, lo cual, para ser sostenido, requiere un total de 192.000 tropas. La simple matemática calcula que al Ejército le faltan casi 150.000 efectivos para ser capaz de sostener los actuales despliegues.

Como resultado, el Pentágono ha utilizado a la Guardia Nacional y a la Reserva a fin de cubrir el faltante. Desde el 13 de diciembre de 2006, más de 77.000 miembros del Ejército de Reserva y la Guardia Nacional se encuentran actualmente movilizados (ese número ha llegado a ser tan elevado como de 163.000) y representan tanto como un 40 por ciento de la fuerza en Irak. Desde 2001, 350.000 soldados de la Guardia Nacional y la Reserva han sido llamados al servicio activo—más de los que fueron movilizados acumulativamente desde la crisis de los misiles cubanos (incluidas la Guerra de Vietnam, la crisis de los refugiados cubanos, Haití, Bosnia, Kosovo, y la Tormenta del Desierto). Pero el empleo de la Reserva y de la Guardia Nacional tiene su propio problema de rotación. Para los soldados de medio tiempo, la ratio de rotación necesaria para mantenerlos enlistados es de entre 7 a 1 y 9 a 1. Empleando una de 8 a 1 como un promedio, la movilización actual requiere una fuerza total de 616.000 ciudadanos soldados—que excede el tamaño de la fuerza del Ejército de Reserva y la Guardia Nacional.

Los esfuerzos del despliegue en Irak han obligado a las fuerzas armadas a recurrir a un servicio militar clandestino. Primero, los despliegues han sido extendidos para mantener a las tropas en Irak durante más tiempo que el de su rotación normal. Segundo, el empleo de ordenes de prorroga del servicio evita que los soldados abandonen las fuerzas armadas cuando sus plazos de alistamiento expiran. Finalmente, las fuerzas armadas están utilizando una convocatoria involuntaria para obligar a los reservistas a regresar al servicio activo. Pero una conscripción clandestina puede no ser suficiente, particularmente desde que el General Schoomaker ha pedido una expansión del Ejército en 7.000 o más efectivos por año.

Por lo tanto, es imposible ignorar o descartar lo que declaró en noviembre de 2006 el representante Charles Rangel (demócrata por Nueva York) acerca de que reintroduciría un proyecto de ley en enero de 2007 para reinstaurar la conscripción. Según Rangel, “Si vamos a ir a desafiar a Irán y a desafiar a Corea del Norte y luego, tal como muchos lo han pedido, enviar más efectivos a Irak, no podemos hacerlo sin un servicios militar obligatorio”. Sin embargo, a diferencia del Servicio Selectivo durante la era de Vietnam, Rangel está demandando un servicio obligatorio universal—no militar. Su proyecto de ley anterior, el H.R. 163 (presentado en enero de 2003), hubiese exigido que “todas las personas jóvenes en los Estados Unidos, incluidas las mujeres, desempeñen un periodo de servicio militar o una periodo de servicio civil en apoyo de la defensa nacional y la seguridad interior, y para otros fines”.

Pero el único motivo para un servicio militar obligatorio está vinculado a una guerra de supervivencia nacional, tal como la Segunda Guerra Mundial (en cuyo caso, la rotación de tropas no sería un tema y seleccionaríamos a tantos efectivos por el plazo que fuese necesario hasta que sea alcanzada la victoria). Sin embargo, la guerra en Irak claramente no es la Segunda Guerra Mundial. De hecho, Irak no era ni una amenaza militar para los Estados Unidos ni una amenaza terrorista, al-Qaeda o algo parecido. En lugar de hablar acerca de incrementar el tamaño del Ejército y plantear el desagradable espectro de una conscripción para sostener el despliegue en Irak, deberíamos estar hablando respecto de sacar a las tropas estadounidenses de Irak.

Traducido por Gabriel Gasave


Charles V. Peña es ex Investigador Asociado Senior en el Independent Institute así como también Asociado Senior con la Coalition for a Realistic Foreign Policy, Asociado Senior con el Homeland Security Policy Institute de la George Washington University, y consejero del Straus Military Reform Project.