Increíblemente, una beligerante administración Bush está tratando de blandir el sable nuevamente contra Irán, debido a su desafío de la resolución del Concejo de Seguridad de las Naciones Unidas contra el programa nuclear iraní. En el largo plazo, tal intimidación por parte de una superpotencia es proclive solamente a acelerar los esfuerzos de Irán y de otros países con aspiraciones nucleares para conseguir armas atómicas.

Detener o desacelerar la difusión de armas nucleares ha sido un objetivo primario de política exterior tanto para las administraciones republicanas como demócratas. Durante la administración Clinton, por ejemplo, la Secretaria de Estado Madeleine Albright le concedió explícitamente a esa política una prioridad muy elevada.

La política estadounidense siempre se ha concentrado en tres tácticas para detener a la proliferación nuclear en otros países: prohibir los materiales y la tecnología necesaria para desarrollar armas nucleares, sanciones económicas punitivas, y la acción militar. A pesar de que el hecho de prohibir los materiales puede desacelerar la proliferación nuclear, las sanciones económicas y la acción militar son contraproducentes. El efecto de una “aglomeración alrededor de la bandera” contra estas amenazas externas usualmente torna popular a la obtención de armas atómicas, incluso si el populacho está harto del régimen de su país.

Las amenazas o acciones militares pueden provocar que los países que se encuentran desarrollando tecnología nuclear aceleren su programa atómico y escondan la ubicación de de las instalaciones para protegerlas de un bombardeo. La invasión de Irak y las posteriores amenazas militares estadounidenses contra Irán han en verdad intensificado el deseo de los iraníes de obtener armas nucleares para mantener fuera a la superpotencia. Irán ha ocultado y enterrado sus instalaciones nucleares y las ha situado en áreas pobladas, las cuales serían difíciles de bombardear para los Estados Unidos sin provocar una protesta internacional. La inteligencia estadounidense es improbable que conozca las ubicaciones de todas las instalaciones nucleares iraníes, e Irán puede incluso contar con un conjunto paralelo de instalaciones sin que lo sepa la comunidad internacional.

Tanto los liberales como los conservadores estadounidenses partidarios de las políticas de no proliferación le prestan demasiado poca atención al efecto que la política exterior intervencionista de los EE.UU. tiene sobre la aceleración de la proliferación nuclear alrededor del mundo. Los países interesados en desarrollar tecnología nuclear vieron el respeto que una Corea del Norte nuclear recibió de los Estados Unidos así como también la falta de respeto que recibió un Irak no nuclear. Muchos conservadores desatienden a esta relación causal entre la intervención y la proliferación porque consideran que las intervenciones militares estadounidenses son necesarias para la promoción del interés nacional. Por otra parte, algunos liberales minimizan esta relación en razón de que defienden las intervenciones militares por razones “humanitarias”. Ambos bandos, no obstante, deberían darse cuenta de los efectos en el largo plazo de las intervenciones militares de los EE.UU. sobre la proliferación de armas nucleares en todo el mundo.

Si es probable que las amenazas no vayan a disuadir a Irán de adquirir rápidamente armas nucleares y en cambio lo persuadirán de hacerlo, ¿qué puede hacerse? Los Estados Unidos precisan proponer un gran acuerdo con Irán-tal como el ofrecido a Corea del Norte y aceptado por Libia A cambio de concluir su programa nuclear, se le ofrecerá a Irán una promesa de no-agresión de parte de los Estados Unidos e Israel y una completa integración económica y diplomática con el mundo. Pese a que Israel considera a Irán su principal amenaza, Irán considera al arsenal nuclear israelí de cientos de ojivas también como una amenaza importante.

Con las amenazas estadounidenses e israelíes neutralizadas por el tratado de no-agresión, los iraníes recién podrían sentirse lo suficientemente seguros como para desmontar su programa nuclear. Pero aún con esa oferta, Irán, que habita en un vecindario peligroso, puede aún optar por proseguir con su búsqueda de armamentos nucleares. Las potencias nucleares, tales como los Estados Unidos e Israel, son hipócritas al negarles a otros países este último garante de la seguridad nacional. Además, los Estados Unidos, con miles de ojivas nucleares, fácilmente podrían disuadir un ataque nuclear iraní con solamente unas pocas de ellas. Los Estados Unidos disuadieron a otros regimenes radicales pícaros cuando los mismos obtuvieron armas nucleares, incluida la Unión Soviética a fines de los años 40 y la China maoísta a mediados de los 60.

Si bien los iraníes apoyan a grupos terroristas, Irán posee un domicilio que puede ser amenazado con una represalia nuclear; mientras que los terroristas no. Más que probable, el gobierno iraní será renuente a brindarle armas nucleares, las cuales son costosas de desarrollar, a impredecibles grupos terroristas que podrían ser rastreados hasta Irán.

En virtud de que los Estados Unidos no poseen ninguna solución militar viable contra el programa nuclear iraní, deberían ofrecerle a Irán un gran acuerdo. Si eso fracasa, los Estados Unidos pueden tener que aceptar a un Irán nuclear, un resultado alejado del óptimo, pero tampoco catastrófico.


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.