De acuerdo con The New York Times, la Secretaria de Estado de los Estados Unidos, Condoleezza Rice, admitió que los asesinos suicidas de Rafik Hariri, el ex primer ministro libanés, eran desconocidos y afirmó: “No estamos asignando culpas. Precisa ser investigado.” Pero el gobierno estadounidense comenzó a culpar a Siria aún antes de que una investigación sobre el particular hubiese concluido.

Debido a que la administración Bush sospecha de una participación siria en el homicidio, ha retirado a la embajadora estadounidense en Siria y exigido que los sirios retiren sus tropas del Líbano. No obstante, incluso Ariel Sharon, el beligerante primer ministro de Israel, el archienemigo de Siria, sostuvo que desconocía quién se encontraba detrás del crimen. Algunos libaneses consideran que al Qaeda podría haber masacrado a Hariri en razón de que es alguien cercano al gobierno de Arabia Saudita, a la que Osama bin Laden desdeña.

Quien mató al ex primer ministro libanés es importante, y Siria puede muy bien haber jugado un papel para vengarse por la oposición de Hariri a una presencia militar siria en el Líbano. Pero la reacción de la administración Bush al crimen es más significativa.

A pesar de alguna ayuda siria para refrenar el flujo de guerrilleros anti estadounidenses y su financiación desde Siria en Irak, los Estados Unidos han decidido amenazar al régimen autocrático de Damasco tan duramente como el mismo ha tratado a otros estados “truhanes,” tales como Irán e Irak. El celo del gobierno de los EE.UU. para culpar a Siria por el asesinato de Hariri corre paralelo a su reciente sable blandiendo contra Irán. En especial, el recientemente filtrado comentario de la administración sobre vuelos estadounidenses teledirigidos y de misiones de las fuerzas especiales en territorio iraní para intimidar al teocrático gobierno iraní. Desgraciadamente, la administración se ha olvidado de la ayuda iraní post 11/09 que recibiera para combatir a al Qaeda.

Resulta hipócrita de parte de la administración castigar a Siria por el asesinato de un ex primer ministro libanés (asumiendo que los sirios lo hicieron) cuando los Estados Unidos condujeron su propia campaña a fin de matar a los líderes del régimen iraquí, incluidos Saddam Hussein y sus dos hijos. Es también deshonesto de parte de la administración Bush el señalar con el dedo a Siria por tener 14.000 efectivos en el Líbano, cuando los Estados Unidos aprobaron originalmente la presencia de tropas y cuando los mismos tienen 150.000 miembros de sus propias tropas ocupando Irak.

Si regímenes odiosos tales como Siria nunca son recompensados por algo positivo, los mismos carecen de incentivos para comportarse mejor. Esto no significa ceñirlos en un fuerte abrazo o condonar sus abismales practicas en materia de derechos humanos. Significa tratarlos con un cauteloso pragmatismo y no asumir que todo lo que hacen es malo.

La administración Bush debería seguir su propio ejemplo e imitar a su exitosa política con Libia. La administración le proporcionó un poderoso incentivo a Muammar Qaddafi, el despótico hombre fuerte de Libia quien también ha sido sospechado de tratar de asesinar a un líder extranjero, para que abandonase su programa de armamentos nucleares. Le ofreció a Qaddafi ponerle fin al aislamiento económico internacional a cambio de que se comporte mejor.

En contraste, los esfuerzos de Siria y de Irán en alguna cooperación con las políticas de los EE.UU. han sido abatidos en sus albores. En el caso de Irán, el régimen renunció a cooperar con los Estados Unidos cuando se percató que la presencia militar estadounidense en Afganistán era más o menos permanente.

Además, el Presidente Bush ha declarado que él en realidad no relajará a las relaciones incluso si los iraníes abandonan su programa nuclear. ¿Por qué esos regímenes deberían mejorar su comportamiento si sienten que no pueden hacer nada bien y que la línea de llegada sigue moviéndose hacia atrás cada vez que dan un paso, aunque sea tentativo, en una dirección positiva? Tan increíble como puede parecer, considerando la debacle iraquí, las amenazas militares de parte de la administración Bush contra Irán y Siria rememoran muy de cerca a las amenazas efectuadas por la administración contra Irak, previas a la invasión.

Un poco más de azúcar y un poco menos de vinagre hacia los “estados truhanes” podría brindarle a estos países un incentivo para comportarse mejor.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.