Vencer al cruzado

17 de May, 2002

La aparente decisión del Secretario de Defensa Donald Rumsfeld de eliminar al sistema de artillería auto-propulsada Crusader de $11 mil millones (billones en inglés) ha encontrado ya resistencia en el Ejército y en el Congreso. El Crusader se ha convertido en la actualidad en una prueba definitiva para darnos cuenta de sí la administración Bush es seria respecto de revigorizar su agenda en peligro para la reforma de las fuerzas armadas. El secretario debería tener el coraje de pelear ferozmente la batalla campal con el Congreso y los intereses creados–tanto dentro como fuera del Pentágono–la cual será necesaria para terminar con este programa, que es un elefante blanco armado para los contribuyentes.

El Presidente Bush ha prometido en repetidas ocasiones, modernizar selectivamente los armamentos existentes, para saltearse una generación de tecnología armamentística, e invertir los ahorros provenientes de la cancelación de armas innecesarias o anticuadas en tecnologías futuristas que transformarían a las fuerzas armadas estadounidenses a fin de enfrentar las nuevas amenazas. Bush ha sostenido que las fuerzas armadas precisan ser más ligeras, más ágiles y más rápidamente desplegables hacia los puntos conflictivos alrededor del mundo.

Las guerras en Kosovo y contra el terrorismo demuestran que la necesidad de tal transformación es más aguda en el Ejército. En la guerra contra el terrorismo en Afganistán y alrededor del mundo, el Ejército ha empleado unidades rápidamente desplegables de sus fuerzas especiales y divisiones ligeras. En la guerra en Kosovo, el Ejército era demasiado pesado para alcanzar a tiempo el teatro de operaciones con el objeto de desempeñar un rol significativo en el combate.

Eric Shinseki, general superior del Ejército, parece haber reconocido que el Ejército necesita aligerarse. Está desarrollando unidades de mediano peso con vehículos rodantes más ligeros, que puedan ser desplegados más rápidamente. No obstante, el Ejército continúa comprando los sistemas de armas “heredados” que no encajan bien con la visión de un Ejército “transformado”. El pesado Crusader (pese a que el Ejército ha aligerado el sistema, el peso combinado del arma móvil y del vehículo de aprovisionamiento adicionado sigue siendo de 80 toneladas), diseñado para combatir a la pesada armadura de la pasada Guerra Fría, es el mejor ejemplo de esa descoordinación. El instituto RAND, el Panel de la Defensa Nacional–una comisión independiente de generales retirados y de industriales de la defensa e intelectuales–los Comités de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes y del Senado, e incluso el Presidente Bush han arribado todos a la misma conclusión. Aún algunos en la comunidad de los vehículos terrestres del Ejército sostienen que la tecnología en el Crusader no es un “salto hacia adelante” y que el sistema es una manera costosa de llevar a cabo mejoras marginales en el poder de fuego del Ejército.

No obstante, el Ejército continúa presionando para construir al Crusader y sostiene que esa pieza de artillería móvil puede proporcionar más poder de fuego, con mayor alcance y más rápidamente (el sistema es automatizado y tiene índices más altos de fuego) que su precursor–el Paladin–y puede ser transportado con menores aeronaves de carga. Pese a ello, la predominancia del poderío aéreo (los misiles crucero, las armas de precisión dirigidas que se lanzan desde aviones de combate y bombarderos, y la artillería voladora del AC-130)–evidenciada en todas las guerras desde la Tormenta del Desierto–podría suministrar un substituto más flexible para la artillería móvil a fin de proporcionar apoyo de fuego para las fuerzas en tierra.

Si la oficina del Secretario de Defensa cree que el Ejército todavía necesita sistemas móviles en tierra para suministrar su propio apoyo de fuego, los dólares del contribuyente podrían ser mejor empleados en realzar las capacidades del Paladin. ¿Cómo? Comprando un escudo de artillería inteligente guiado por un Sistema de Posicionamiento Global (GPS es su sigla en inglés), otorgándole al Paladin un arma más eficiente, o invirtiendo en tecnología de comunicaciones digitales que conecte la artillería a los sensores en tierra y a los aerotransportados. Alternativamente, el Ejército podría adquirir un sistema de precisión múltiple para el lanzamiento de cohetes. Si en cambio el Pentágono cree que un nuevo sistema de arma móvil es realmente necesario, un programa de investigación y desarrollo para una alternativa más liviana y más fácilmente desplegable que el Crusader es un mejor empleo de los escasos recursos.

A pesar de la retórica de la administración Bush sobre modernizar a las armas existentes de manera selectiva, salteando una generación de tecnologías, y empleando los ahorros para transformar a la fuerza, el presupuesto de la defensa 2003 no canceló eficazmente ningún sistema de armamentos importante. Inclusive, el presidente, durante su campaña criticó al programa Crusader. Si el Secretario de Defensa no puede reunir el valor para luchar duramente a fin de eliminar a esta anticuada e innecesaria arma, el esfuerzo ya atribulado de la administración para transformar el modo en que el Pentágono pelea las guerras sonará hueco.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.

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