Argentina: El desafío de recuperar posiciones en la inversión extranjera
El reciente (decimocuarto) viaje del presidente Javier Milei a Estados Unidos incluyó (como es usual) actividades promocionales de inversiones. Lo cual es parte de un proceso: Argentina está desplegando últimamente una serie de acciones (desde viajes promotores hasta negociaciones para acuerdos comerciales o institucionales internacionales) que -entre otros efectos- pueden redundar en mejoras en el stock de inversión extranjera directa (IED), que es, hoy, en nuestro país, extremadamente bajo. Mientras, el recientemente comunicado acuerdo comercial bilateral entre ambos países tiene también, además, por objeto la promoción de inversiones estadounidenses en Argentina.
Esta múltiple relación argentina con Estados Unidos ha puesto en la búsqueda de IED norteamericana un propósito evidente. Y con un basamento especial: según datos globales recientes, Estados Unidos es (con empresas que suman 9,7 billones de dólares invertidos en el exterior) el país con mayor inversión emitida al exterior en el planeta (le siguen -lejos-, en un ranking de países mayores inversores externos en el mundo, China con 3,1 billones; Países Bajos con 3,1 billones; Canadá con 2,7 billones; Gran Bretaña{a con 2,2 billones; Alemania con 2,2 billones y Japón con 2,1 billones).
La escasez argentina en su acervo de inversión extranjera directa recibida (que se pretende corregir ahora) es el resultado de lustros previos de agresión económica a esa inversión externa (agresión instrumentada a través de sobreregulaciones, distorsiones de mercados, aislamiento económico internacional, intervencionismos discriminatorios, inseguridad jurídica y desorden macroeconómico).
Más aún: en una comparación histórica puede computarse la decadencia argentina en este rubro al advertirse que hace un cuarto de siglo nuestra participación en el total mundial de inversión extranjera arrojaba un ratio que más que duplicaba el actual. Midiendo la inversión extranjera por el stock acumulado -lo que permite tener una visión más integral que la que surge de la mera observación del flujo anual-, se detecta -según la UNCTAD, que es el órgano de la ONU dedicado al comercio, la inversión y el desarrollo- que el stock de inversión extranjera directa (entendido como el total de existencias) con los últimos datos anuales (2024) en Argentina es de 175.438 millones de dólares.
El importe referido es bien menor que el de varios países de Latinoamérica: en Brasil supera los 900.000 millones, en México alcanza los 720.000 millones, en Colombia y en Chile orilla los 270.000 millones. Así, todos ellos superan (algunos con creces) el acervo de Argentina. Mas aun: algunas economías bien menores a la Argentina tienen existencias de inversión extranjera no demasiado inferiores a la nuestra (en Perú, el stock es de casi 140.000 millones de dólares).
A los efectos de hacer comparaciones que nos permitan evaluar (decía Roger Kaufman que “lo que no se mide no se conoce”) diversas entidades (como la UNCTAD) suelen elaborar el ratio IED/PBI: se evalúa la relación entre el stock de inversión extranjera y el PBI de cada país, lo que -pese a que coteja un stock con un flujo- permite calificar la situación de cada país al relacionar la dimensión de las existencias de inversión extranjera con la dimensión de una economía -medida en su PBI-.
En este sentido, la situación argentina es aun peor que la descripta al referir (como se hizo antes en este texto) la IED en meros términos nominales. Así, el ratio IED/PBI es 81% en Chile; 64% en Colombia, 49% en Perú, 44% en Uruguay, 41% en Brasil y apenas 29% en Argentina. Mas aun, un poco más lejos, aunque en la misma región, ese ratio alcanza 77% en Panamá, 63% en Costa Rica y 48% en México.
En Latinoamérica (en la que el stock sumado de inversión extranjera directa es de 2.921.767 millones de dólares -o sea, casi 3 billones de dólares-) ese ratio (IED/PBI) es 40% (y es, por tanto, casi 40% mayor que en Argentina). Así, Argentina tiene hoy un stock de inversión extranjera directa muy bajo en relación con la región en la que se emplaza; lo que debe ser evaluado más rigurosamente si se considera que Latinoamérica tiene, a su vez, un stock de inversión extranjera muy menor al de las regiones mas prósperas del planeta (el stock de Asia es 300% mayor que el de Latinoamérica, mientras que el Europa es 450% mayor que el de nuestro subcontinente y el de Norteamérica es 500% mayor que el de nuestra región).
Sostiene la Comisión Económica para Latinoamérica (CEPAL) que entre los beneficios que la IED trae al país receptor están el acceso a capital para financiar proyectos públicos y privados que requieran elevados montos de inversión, el acceso a conocimiento o tecnología que crea nuevas capacidades locales o mejora las existentes; la formación de recursos humanos en procesos formales de capacitación y el aprendizaje en el puesto de trabajo; la incorporación a las redes internacionales de cadenas globales de valor y distribución, y la generación de actividad económica y empleo propia de los procesos de inversión. Crecer en la materia aparece como un requisito para Argentina.
De tal manera que estamos ante una necesidad y a la vez una gran oportunidad. Del avance en los procesos de estabilización, ordenamiento macroeconómico, desregulación y apertura dependerán los resultados en estos asuntos. Achicar la diferencia entre lo poco que ha logrado Argentina hasta hoy y lo que obtuvieron en la materia vecinos comparables parece ser una meta alcanzable y esperable.
- 23 de junio, 2013
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